Scioli-Moyano: ¿unidos en las malas?
* Por Edgardo Alfano. Daniel Scioli sabe que, más temprano que tarde, el kirchnerismo volverá sobre su gobierno para forzar los cambios que quiere la Casa Rosada.
Y uno de esos cambios está referido a la política de seguridad, esa que maneja el ministro Ricardo Casal con el respaldo total del gobernador.
Esto podría ocurrir a luego de que la legislatura bonaerense logre aprobar, tras una compleja negociación, la reforma fiscal que aumenta el impuesto inmobiliario rural.
Aunque va mucho más allá y permite el endeudamiento de la provincia por 2.400 millones de pesos.
Cristina Kirchner no puede darse el gusto de tener a Buenos Aires en una virtual quiebra, con los problemas que esto origina por su efecto dominó sobre los intendentes y los habitantes de ese territorio.
El déficit de más de 13 mil millones de pesos es un verdadero drama para Scioli y toda ayuda es bienvenida.
Por eso está dispuesto a ir sobre los pequeños y medianos productores de la provincia, aunque también es cierto que alienta una negociación con la oposición para tratar de aliviar esas penas.
El problema es que en esto Scioli no se mueve con libertad. Cada paso que da requiere del visto bueno de la Presidenta.
Eso lo saben muy bien los intendentes, propios y opositores, que tienen su suerte económica y financiera atada a la provincia.
Pero este no es el único problema que debe enfrentar Scioli, porque sabe que el kirchnerismo apuesta a limar su futuro político, sobre todo después de que se atrevió a decir que tiene aspiraciones presidenciales para 2015 si no hay reforma de la Constitución.
Y en eso están el vicegobernador Gabriel Mariotto, La Cámpora y el Movimiento Evita con el aval de Cristina Kirchner.
Pero el gobernador no está solo con sus males. En los últimos días recibió algunos mensajes que le envió Hugo Moyano, el líder de los camioneros caído en desgracia y a quien el kirchnerismo quiere destronar de la cúpula de la CGT en julio próximo.
Sin embargo, la alianza con Moyano es un paso que Scioli no está dispuesto a dar.
Un Moyano que no tuvo empacho en declarar que Cristina Kirchner "no expresa el peronismo que muchos queremos y menos el de Perón".
Por esa razón estuvo el martes en la reunión del Consejo Nacional del PJ que decidió prorrogar los mandatos hasta marzo próximo, cuando se harán las elecciones internas para la nueva conducción del peronismo.
Una reunión donde Scioli y los gobernadores justicialistas hicieron buena letra como quería la Presidenta.
Mientras tanto, Moyano sigue en una compleja lucha por el poder dentro de la CGT.
El camionero no está dispuesto a resignar el poder que tiene y está midiendo fuerzas con quienes lo quieren sacar del máximo sillón sindical.
El líder metalúrgico Antonio Caló sigue siendo el elegido por el gobierno nacional para reemplazar a Moyano, a pesar de que la UOM fue al paro por reclamo de un aumento salarial muy por encima de lo que desea la Casa Rosada.
En procura de sacarse de encima a Moyano, Cristina Kirchner no tiene problemas en que el kirchnerismo selle alianzas con quienes representa un modelo sindical que rechaza.
Después de todo, El y Ella se aliaron, en su momento, con sindicalistas, intendentes, legisladores y gobernadores a los que consideraban un mal para los postulados kirchneristas, con el fin de ganar elecciones.
Así, el oficialismo avala hoy el movimiento de los Gordos de la CGT (Lescano, Cavalieri, West Ocampo y Daer), Luis Barrionuevo y los Independientes (Martínez, Rodríguez y Lingeri) para que Moyano pierda las elecciones de la central obrera, si es que llegan a hacerse.
En realidad, la historia ha demostrado que la CGT se divide cíclicamente frente a los gobiernos de turno, sean dictaduras o democracias.
Las muestras son claras:
Dictadura de Onganía: En 1968 se enfrentan dos CGT, una dialoguista ("Azopardo") que tenía como principal referente al jefe de la UOM, Augusto Timoteo Vandor y la otra opositora ("De los Argentinos") con el dirigente gráfico Raimundo Ongaro.
Dictadura 1976/83: En los últimos años del régimen militar conviven dos CGT. La de resistencia a los militares (CGT-Brasil) con el cervecero Saúl Ubaldini a la cabeza, que en 1981 hace el primer paro general y una dialoguista (CGT-Azopardo) que tiene como referentes al plástico Jorge Triaca y al telepostal Ramón Baldassini.
Gobierno de Menem: Si bien Carlos Menem tuvo un amplió apoyo del sindicalismo peronista, la rivalidad por tener un mayor protagonismo de los gremialistas frente a la Casa Rosada los llevó a separarse e identificarse como CGT Azopardo, que mantenía la jefatura de Ubaldini y la CGT San Martín, presidida por el dirigente de los mercantiles, Guerino Andreoni.
Gobierno de la Alianza: Si bien formalmente no hubo dos organizaciones sindicales que llevaran la sigla CGT, hubo una división por la reforma laboral y otras medidas del presidente Fernando de la Rúa que dejaron una CGT comandada por el dirigente de la Alimentación Rodolfo Daer y una CGT paralela con base en el MTA de Hugo Moyano.
En su historia, la CGT tuvo tantas divisiones como normalizaciones y cuando no se pudo lograr un acuerdo aparecieron las conducciones colegiadas, como la de Ubaldini-Borda-Baldassini-Triacca con el retorno a la democracia o Moyano-Susana Rueda-Lingeri, con el kirchnerismo.
Y hasta aparecieron centrales paralelas como la CTA que también se dividió por obra y gracias de los K.
En definitiva, en la historia de la CGT parece estar todo inventado, por más que el kirchnerismo intente su propio relato.
Esto podría ocurrir a luego de que la legislatura bonaerense logre aprobar, tras una compleja negociación, la reforma fiscal que aumenta el impuesto inmobiliario rural.
Aunque va mucho más allá y permite el endeudamiento de la provincia por 2.400 millones de pesos.
Cristina Kirchner no puede darse el gusto de tener a Buenos Aires en una virtual quiebra, con los problemas que esto origina por su efecto dominó sobre los intendentes y los habitantes de ese territorio.
El déficit de más de 13 mil millones de pesos es un verdadero drama para Scioli y toda ayuda es bienvenida.
Por eso está dispuesto a ir sobre los pequeños y medianos productores de la provincia, aunque también es cierto que alienta una negociación con la oposición para tratar de aliviar esas penas.
El problema es que en esto Scioli no se mueve con libertad. Cada paso que da requiere del visto bueno de la Presidenta.
Eso lo saben muy bien los intendentes, propios y opositores, que tienen su suerte económica y financiera atada a la provincia.
Pero este no es el único problema que debe enfrentar Scioli, porque sabe que el kirchnerismo apuesta a limar su futuro político, sobre todo después de que se atrevió a decir que tiene aspiraciones presidenciales para 2015 si no hay reforma de la Constitución.
Y en eso están el vicegobernador Gabriel Mariotto, La Cámpora y el Movimiento Evita con el aval de Cristina Kirchner.
Pero el gobernador no está solo con sus males. En los últimos días recibió algunos mensajes que le envió Hugo Moyano, el líder de los camioneros caído en desgracia y a quien el kirchnerismo quiere destronar de la cúpula de la CGT en julio próximo.
Sin embargo, la alianza con Moyano es un paso que Scioli no está dispuesto a dar.
Un Moyano que no tuvo empacho en declarar que Cristina Kirchner "no expresa el peronismo que muchos queremos y menos el de Perón".
Por esa razón estuvo el martes en la reunión del Consejo Nacional del PJ que decidió prorrogar los mandatos hasta marzo próximo, cuando se harán las elecciones internas para la nueva conducción del peronismo.
Una reunión donde Scioli y los gobernadores justicialistas hicieron buena letra como quería la Presidenta.
Mientras tanto, Moyano sigue en una compleja lucha por el poder dentro de la CGT.
El camionero no está dispuesto a resignar el poder que tiene y está midiendo fuerzas con quienes lo quieren sacar del máximo sillón sindical.
El líder metalúrgico Antonio Caló sigue siendo el elegido por el gobierno nacional para reemplazar a Moyano, a pesar de que la UOM fue al paro por reclamo de un aumento salarial muy por encima de lo que desea la Casa Rosada.
En procura de sacarse de encima a Moyano, Cristina Kirchner no tiene problemas en que el kirchnerismo selle alianzas con quienes representa un modelo sindical que rechaza.
Después de todo, El y Ella se aliaron, en su momento, con sindicalistas, intendentes, legisladores y gobernadores a los que consideraban un mal para los postulados kirchneristas, con el fin de ganar elecciones.
Así, el oficialismo avala hoy el movimiento de los Gordos de la CGT (Lescano, Cavalieri, West Ocampo y Daer), Luis Barrionuevo y los Independientes (Martínez, Rodríguez y Lingeri) para que Moyano pierda las elecciones de la central obrera, si es que llegan a hacerse.
En realidad, la historia ha demostrado que la CGT se divide cíclicamente frente a los gobiernos de turno, sean dictaduras o democracias.
Las muestras son claras:
Dictadura de Onganía: En 1968 se enfrentan dos CGT, una dialoguista ("Azopardo") que tenía como principal referente al jefe de la UOM, Augusto Timoteo Vandor y la otra opositora ("De los Argentinos") con el dirigente gráfico Raimundo Ongaro.
Dictadura 1976/83: En los últimos años del régimen militar conviven dos CGT. La de resistencia a los militares (CGT-Brasil) con el cervecero Saúl Ubaldini a la cabeza, que en 1981 hace el primer paro general y una dialoguista (CGT-Azopardo) que tiene como referentes al plástico Jorge Triaca y al telepostal Ramón Baldassini.
Gobierno de Menem: Si bien Carlos Menem tuvo un amplió apoyo del sindicalismo peronista, la rivalidad por tener un mayor protagonismo de los gremialistas frente a la Casa Rosada los llevó a separarse e identificarse como CGT Azopardo, que mantenía la jefatura de Ubaldini y la CGT San Martín, presidida por el dirigente de los mercantiles, Guerino Andreoni.
Gobierno de la Alianza: Si bien formalmente no hubo dos organizaciones sindicales que llevaran la sigla CGT, hubo una división por la reforma laboral y otras medidas del presidente Fernando de la Rúa que dejaron una CGT comandada por el dirigente de la Alimentación Rodolfo Daer y una CGT paralela con base en el MTA de Hugo Moyano.
En su historia, la CGT tuvo tantas divisiones como normalizaciones y cuando no se pudo lograr un acuerdo aparecieron las conducciones colegiadas, como la de Ubaldini-Borda-Baldassini-Triacca con el retorno a la democracia o Moyano-Susana Rueda-Lingeri, con el kirchnerismo.
Y hasta aparecieron centrales paralelas como la CTA que también se dividió por obra y gracias de los K.
En definitiva, en la historia de la CGT parece estar todo inventado, por más que el kirchnerismo intente su propio relato.