Santaolalla le marcó el pulso a la segunda jornada del Festival Internacional de Folclore
El oficio de Gustavo Santaolalla, hábil bastonero para integrar músicos con sonoridades no siempre vecinas, y la belleza rítmica del brasileño Mauricio Tizumba y su trío, marcaron anoche el pulso de la segunda jornada del tercer Festival Internacional de Folclore Buenos Aires (FIFBA).
La multitudinaria jornada del Festival (30 mil personas pasaron a lo largo del día), inaugurado el viernes con una noche dedicada a la música litoraleña, abrazó en su continuidad ritmos del folclore sudamericano y, también, músicas argentinas de cuño norteño.
Al brasileño Mauricio Tizumba le tocó la tarea, a menudo ardua, de imponer el clima en la segunda jornada. Estuvo a cargo de la apertura, cuando el público recién se asomaba al Paseo del Bosque platense y, con notable naturalidad, cautivó en segundos a una multitud que -en su mayoría- nunca había escuchado su música.
El instrumentista, acompañado por un trío de percusionistas, demostró cómo se puede, con pocos elementos (sólo arreglos vocales y tambor mineiro), generar una rítmica envolvente cultivada, en este caso, por sonoridades afrobrasileñas.
Tizumba, en su primera visita al país, quebró el silencio del público con "Muadiakime" y luego enseñó las estrofas de "Sa Rainha" para convertir el "escenario alternativo" del Festival en una obra musical colectiva.
En ese afán, Tizumba, también entrenado en el oficio de actor, se convirtió en una suerte de animador del evento aunque, detrás del gesto escénico, más o menos elocuente según el caso, entregó una matriz musical sincera que se inscribe en la tradición de la música negra brasileña.
La actuación del instrumentista se cerró con un desfile de tambores -acompañado por el la banda tecnofolk Terraplén- hacia otro de los escenarios del predio, donde Santaolalla recreaba, de algún modo, el formato intimista de un fogón.
Fue la primera de las dos apariciones en la noche de Santaolalla. En este segmento privilegió las sonoridades tenues que invitaron a cantar piezas como "Adiós pueblito de Iruya" (anónimo), o "Río de las penas" (Santaolalla).
Ese acto se cerró con "Zamba", pieza del grupo Arco Iris -protagonista de los albores del rock argentino-, cuestionada en su momento en el circuito del género, precisamente, por sus sonoridades folclóricas.
En su segunda intervención de la jornada, Santaolalla se plantó ante 10.000 personas en el escenario principal, para el desenlace de una noche al mando de lo que se denominó "glorias argentinas", un colectivo de músicos de procedencia y jerarquía diversa.
Así pasaron por el escenario el santiagueño Elpidio Herrera y sus Sachas Guitarras Atasmiqueñas; el dúo mendocino Raúl "Tilín" Orozco y Fernando Barrientos, con la coscoína Paola Bernal como invitada; el canto sensible y afinado del bonaerense Cristóbal Repetto; la coplera salteña Laura Peralta; y un cierre con Bajofondo, la banda de tangoelectrónico liderada por Santaolalla, que se despidió con su clásico "Mañanas campestres".
La jornada también comprendió al acordeonista Germán Fratarcangelli; el forró brasileño del grupo Cobra Verde; el eclecticismo de Chicha Libre, una banda con raíces en Perú, Francia y los Estados Unidos que entregó una singular visión de la cumbia peruana; la representación de la música cuyana de "Viñateros All Stars"; y el folclore fusión de Arbolito, ganador del premio revelación en la última edición del Festival de Cosquín.
El Festival de Buenos Aires vivirá hoy a partir de las 15 su jornada final con "Tucumanos del 55`", un recuerdo musical a los hermanos Núñez; la peruana Eva Ayllon; y un cierre resonante y seguramente masivo, desde las 20, con Raly Barrionuevo y el Chaqueño Palavecino.