Samba enredo de la centralidad
Daniel, Mauricio y Sergio (miniserie interminable): El error como motor de la historia (II): Pasa de Massa a Macri y de Macri a Scioli.
Con inusitada rapidez, se asiste al inicio del enfrentamiento literario que siempre estuvo, en el fondo, latente. Flotaba. Hasta que Francisco, Puerta de Hierro, el Papa más girado de la historia del Vaticano, en el penúltimo encuentro, en Roma, según nuestras fuentes le dijo a La Doctora.
"Tiene que pensar ya en la sucesión. A propósito ¿qué le parece Scioli?".
Aquel mensaje explícito fue el origen del aplauso de pie que está transitoriamente olvidado.
Es el turno del enfrentamiento larvado que, en defensa propia de los involucrados, debe ser aún más breve que el barullo de aquel aplauso.
El litigio es entre el Gobernador y candidato a Presidente, Daniel, contra La Doctora, que ocupa la presidencia y paulatinamente abandona la centralidad.
Lo que menos quiere Scioli, por sus características naturales de no pelearse con nadie, es enfrentar a La Doctora. O que ella se enfrente sola contra él. Aliada, para colmo, con el inquietante Primer Ministro. Aníbal, El Neo Corach, candidato (ganador) a la sucesión de Scioli. A pesar de Scioli, de La Banda de los Mini-Gobernadores, y del propio Papa, que ni siquiera exhibe a la distancia su estupor.
De manera que se perfilan, en adelante, escenarios del más tenso peronismo explícito. Para mayor fortalecimiento de Macri, el beneficiado principal, y de la señora María Eugenia Vidal, La Chica del Flores de Girondo.
Trátase del Macri que desconcierta porque tomó suficiente Toddy. Como para atreverse a reclamar, por anticipado, renuncias, ante un auditorio de empresarios capacitados para fumar adentro de una garrafa. Macri ya sugiere las renuncias de las tobilleras electrónicas que La Doctora deja a quien la suceda. Dimisiones de la Procuradora, Gils Carbó, La Cancerbera; del titular del Banco Central, Vanoli, El Pesado de Moreno; y del Señor 5 de la superchería de inteligencia AFI, Parrilli, El Incomparable Godfrey.
Al cierre del despacho, las posibilidades presidenciales de Macri son aún bastante remotas. Pero a partir de los desastres seriales del oficialismo se le abren perspectivas. En el final de un año electoral extenuante, con el país paralizado, surcado por rencorosas desconfianzas y dramáticas traiciones.
Anibalicidio
Derivaciones del fusilamiento mediático que el portal calificó de Anibalicidio. Jugada de un domingo magistral, a 96 horas del cierre de campaña. Tanto la víctima -Aníbal- como La Doctora, atribuyen la planificación al enemigo escogido, El Grupo Clarín. En conspiración abierta con los adversarios luego vencidos en la interna, Domínguez, El Lindo Julián, y del temible jefe -creen- de la operación. Es Espinoza, Argentino Ledesma. Con la complicidad, para colmo, de la naturaleza.
Entre Lanata, Argentino Ledesma y San Pedro. Por la ferocidad devastadora de la lluvia con sus respectivas inundaciones, castigadas por el viento del "sudeste".
Concatenación de adversidades agravadas por el desborde del extenuado Scioli, que se desconcentró al extremo de olvidar su admirable capacidad para el marketing. Y desplazarse, equivocadamente, hacia Italia. Para volver, en cuesta abajo, a las 24 horas. Cuando era el protagonista del regodeo colectivo y justificado.
Pero ya era tarde. Scioli debía explicar. Y en política -como enuncia el portal- el que explica siempre pierde.
"Lo grave es que Aníbal cree que detrás del ataque de Clarín estaba también Scioli", confirma la Garganta. "Y La Doctora, como la llamás, también lo cree".
Un "samba enredo", típico del Carnaval Carioca, con el marco rebalsado de La Provincia Inviable.
Un samba enredo que tiene que resolverse pronto. Aunque el Premier, el candidato a Gobernador, ningunee en conferencia de prensa y suelte la mano del Gobernador para que se caiga. Sin que lo respalde siquiera el candidato a vicepresidente, Zannini, El Cenador, que representa el emblema limitador de la tobillera electrónica.
Y aunque La Doctora, en lo que resta del samba enredo, no vuelva a aplaudirlo de pie. Y le cueste acostumbrarse al fin penoso de la centralidad.
El riesgo de ser el centro
Antes era más fácil. Bastaba con rendirle pleitesía a La Doctora o con criticarla. Era mucho mejor y más cómodo cuando ella ocupaba la centralidad. Todos estaban pendientes de los arrebatos que hoy, en la práctica, interesan menos. Ni si durmió o no. Si debe pretextarse una laringitis para equilibrarla, preferentemente en El Calafate.
Sin embargo la atracción de la centralidad no es para cualquiera. Hacerse cargo de la condición de centro es una tarea que desborda a los contados postulantes para serlo.
Acontece que, durante la centralidad, el sujeto está demasiado visible. Con las atenciones concentradas en la idea de destruirlo o venerarlo.
Quien no está habituado a ser el centro puede, en la primera de cambio, marearse.
Desconcentrarse, hasta deslizarse por la pendiente del error.
Por la caída previsible en el exceso. En la sobreactuación que genera el severo riesgo del incendio. El desprestigio.
Indica que "el poder, en la Argentina, no está para quien acierte más. Está para quien se equivoque menos".
Punto y BancaEn este extraño juego de Punto y Banca del poder, el "sabot" de la centralidad y del error cambia rápido de manos. La banca no dura.
En este samba enredo el sabot lo tuvo Sergio Massa, El Renovador de la Permanencia. En pleno regodeo general por su ascenso tan rápido como la caída imperdonable. Le pasó pronto el sabot a Macri. Y cuando el regodeo del error se posaba, en el samba enredo, sobre la figura de Macri, por distintas mezquindades -y por discursos deshilvanados e inoportunos- el sabot de la centralidad pasó de Macri a Scioli.
En su samba enredo, Scioli acompañó hasta el final a la totalidad de sus jefes políticos. Desde Menem, El Califa, o Rodríguez Saa, El Alma de la Puntanidad, o Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas). Hasta Kirchner, El Furia. Sólo le falta acompañar hasta el final a La Doctora y cerrarle los ojitos políticos. Pero con una sorpresa que constituye un desafío. El de encontrarse con que el jefe, de pronto, podía ser él.
Para concluir la crónica musical, debe constatarse que se sucedieron, en este samba enredo, y como si se tratara de un laburo negro esotérico, varios hechos simultáneos que ahora atentan contra la predestinación presidencial. Contra la suerte que Scioli creía tener marcada.
Primero, fue el citado anibalicidio, que despierta las sospechas y el deseo de venganza de Aníbal, con quien debe convivir en la campaña tensa hasta el 25 de octubre.
Se abre la caja de la efedrina. Con impactos que se reservan para otro próximo samba enredo. Ampliaremos.
Si ganan los dos, Aníbal como Gobernador y Scioli como Presidente, para colmo Monos de Fuego ambos, puede anticiparse un escenario peronista ideal para la inspiración de los ensayistas. Como Fernando Iglesias, El Taura de Piñeyro, y la señora Silvia Mercado.
Segundo, fue la muerte súbita de Juan Carlos Mazzón, El Chueco, cuando era más necesario. Es quien lo blindó a Scioli con el peronismo.
Como Follonier, El Canciller Paralelo, o el General Milani, El Seductor de Sexagenarias, El Chueco Mazzón fue castigado por La Doctora y por Zannini. Por entenderse muy bien con Scioli.
Antes que La Doctora decidiera asumir el fracaso del cristinismo y rendirse ante Scioli. O que Zannini deja colgado en el estribo del tren chino al descartable Randazzo, El Loco. Y emprendiera el camino de la acelerada "mariotización", con destino de Futsal. Pero en el despido de Mazzón subyacía, en realidad, otra causa inconfesable. La protección del caballero leal, a una dama también echada. Como si cumpliera el mandato del amigo extinto, El Furia. Aquí no ampliaremos.
Por último, el castigo de la lluvia exhibía el estado patético de vulnerable fragilidad de la provincia.
Con el espectáculo atroz de "los inundados", sin la piedad del cuento de Ezequiel Martínez Estrada.
Inundados que coincidían con el desborde. El cansancio acumulativo que lo indujo al error de desplazarse, sobre el final del samba enredo, hacia Italia, para volver en 24 horas ante el regodeo de los cuantiosos enemigos que danzaban a coro.