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Salta y los malos perdedores

*Por Roberto Caballero. El empeño de los diarios tradicionales por demostrar que la victoria de Juan Manuel Urtubey no es, en simultáneo y a la par, también un triunfo del kirchnerismo, refleja una sola cosa: les resulta intolerable, imposible de digerir, que el proyecto político nacional que encabeza Cristina Kirchner haya sacado más del 65% de los votos en Salta.

De hecho, los dos candidatos peronistas ya dijeron que apoyarán la reelección de la presidenta, cuando ella se decida a dar pelea.

El abordaje mediático ponzoñoso, de malos perdedores, es el mejor testeo de la potencia que en sí mismo tiene este resultado, que les patea el hígado a unos cuantos. Porque la noticia real, la que evitan y escamotean a sus audiencias Clarín y La Nación, es que en lo que va del año ningún candidato opositor pudo doblegar la estrategia electoral del kirchnerismo, al que acusaron, incluso, de aliarse con Khadafi para bombardear disidentes en Trípoli. No lo logró Brizuela del Moral, en Catamarca; tampoco Das Neves, en Chubut; y mucho menos, el impresentable Olmedo, en Salta.

En este último caso, hay que rescatar que cuando la derecha se presenta a campo abierto y no camuflada en algunos de sus muchos candidatos de alquiler, pierde por paliza. El señor de la campera amarilla, investigado por esclavizar peones en sus campos, hijo del mayor terrateniente sojero del país, el mismo que dijo que en una noche le "curaba" el lesbianismo a cualquiera, quedó a 30 puntos de distancia del oficialista Urtubey. Esta es otra noticia excelente que los diarios de Magnetto y Mitre se resisten a dar. A propósito, ¿por qué el ministro de Educación de Macri, Esteban Bullrich, viajó a apoyar a Olmedo? ¿Acaso es el ejemplo de la "nueva política" que tiene para mostrarles a sus alumnos?

Del radicalismo es poco lo que puede decirse (1,72% de los votos). Los hombres que impulsaron un documento insólito en resguardo de la República y la Constitución amenazadas, sacaron menos votos que el Partido Obrero (2,45%). ¿Alguien registró cuántos salteños eligieron al Peronismo Federal? Lo que se sabe, lo que es obvio, es que no están proscriptos, pero la verdad es que no figuraron ni a los premios.

Proyecto Sur, el partido de Pino Solanas y Vilma Ripoll, sacó el 1,81% de los sufragios. Y eso que en Salta hay empresas mineras, y todas las cosas malas o pésimas que ellos, justo es reconocerlo, vienen denunciando en los últimos años. Pero por algo Pino ahora quiere candidatearse en Capital: prefiere ir a lo seguro antes que diluirse en el mapa nacional.
¿Y la Coalición Cívica? Ni en los peores pronósticos de Lilita Carrió se prefiguraba una votación tan escuálida: 0,88%.

Sería más fácil para los diarios hegemónicos admitir, sin caer en la mentira ni en la omisión antiperiodística, que en Salta ganó una pata kirchnerista que no expresa a lo más avanzado ni progresista del kirchnerismo, sino a su variante más conservadora. Esto es lo cierto. El dispositivo armado por Néstor Kirchner en vida y continuado por Cristina tiene el mérito –sin dudas opinable– de sincronizar visiones y estilos diferentes y hasta contrapuestos, en una alianza política que contiene actores que trabajan a diferentes velocidades, tienen identidades diversas y cuyas expectativas de poder son más o menos concretables dentro de un esquema de convivencia en tensión, pero convivencia al fin. Eso se llama hacer política: sumar a todos, sobre todo a los distintos, obligándolos a privilegiar lo que los une en la coyuntura, y no lo que los divide en la teoría estratégica.

A muchos progresistas que apoyan las políticas públicas progresistas del kirchnerismo les hace ruido que un señor como Urtubey impulse la enseñanza católica en las escuelas. Tienen razón: estamos en siglo XXI. Pero en eso, esos progresistas demuestran ser más conservadores que el obispo Aguer. Porque Urtubey apoya la reelección de una presidenta cuyo gobierno abrió la posibilidad del matrimonio igualitario en la Argentina y, quizá, hasta con comprensible desgano –Cristina profesa la fe católica– no impida la discusión sobre el aborto en el Parlamento. ¿Quién cedió en esa historia, entonces, Urtubey o Cristina? Hace dos años, después de que De Narváez derrotara a Néstor Kirchner, los Urtubey, los Massa y los Bruera salían en malón a ponerse la camiseta del poskirchnerismo sub 40 con cierto tufillo a duhaldismo en sus declaraciones, a lo Alberto Fernández. Hoy la ambición legítima de poder los pone en la misma vereda de la que quisieron saltar cuando todo olía a hecatombe. Volvieron por necesidad y están del lado opuesto al antikirchnerismo. Eso es lo único que debería importar a la hora de hacer un análisis serio y desapasionado de la elección.

El discurso provincialista y pejotista de Urtubey, que reproducen Clarín y La Nación, y como loritos disciplinados repiten algunos periodistas y políticos que orbitan alrededor de sus brulotes retóricos por fiaca o figuración mediática, tiene su verdadero talón de Aquiles en la propia realidad: Urtubey ganó sin hacer campaña contra Cristina. Más bien ocurrió lo contrario. ¿O alguien puede desmentirlo?

Por eso cuando Carlos Pagni, columnista de La Nación, titula su análisis "Triunfo peronista, no K", provoca hilaridad. Es gracioso que los derrotados en la contienda electoral quieran aparecer como ganadores en la tapa de los diarios.

Así no funciona la democracia. Lo que las urnas no dan, jamás podrá ser provisto por la gramática escondedora.