Ruidos que dañan la ciudad
Para proteger eficazmente a la población se requiere la pronta elaboración del mapa del ruido de las distintas zonas de Buenos Aires.
Cómo se ha comentado muchas veces desde estas columnas, el nivel de ruido que hoy soporta el habitante de las grandes ciudades ha ido creciendo en cantidad e intensidad, como una consecuencia disfuncional del avance de la civilización. También es cierto que no se da una protección adecuada a la población ante el constante asedio del ruido, pese a que sus consecuencias afectan la salud, principalmente el funcionamiento circulatorio, nervioso y auditivo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los ruidos llegan a constituir una segunda amenaza ambiental que nos acosa como habitantes ciudadanos, luego de la polución. Ese enemigo ha crecido sobre todo en las ciudades más populosas.
Precisamente, la ciudad de Buenos Aires está incluida desde hace tiempo entre las diez ciudades más ruidosas del mundo, reconocimiento que no asombrará a sus habitantes. El riesgo latente de esa contaminación acústica se ha dado en cifras estadísticas en Europa. Una de ellas informa que el 1,8 por ciento de los ataques cardíacos se debe a esa causa. También la OMS ha destacado que sus consecuencias son negativas para la salud mental, como lo han comprobado especialistas en psiquiatría, que han llegado a la conclusión de que con la mayor densidad de población de las grandes ciudades crecen las tasas de las patologías mentales en una proporción superior, que alcanza el 77 por ciento sobre las áreas de menor densidad.
Sorprende que a los trastornos que provoca esta forma de agresión no se le acuerde la suficiente importancia, aunque puedan llevar a la pérdida parcial o total del oído, a causa de estímulos estridentes y repetidos. Se trata de un peligro cierto que parcialmente procuran aminorar el arquitecto que planifica el desarrollo urbano o el ingeniero que diseña una planta industrial y, más directamente, los expertos en la circulación vehicular en la ciudad.
¿Qué se hace hasta ahora con el ruido que aumenta en la ciudad, tanto por la densidad del tránsito con sus bocinazos en las horas pico como por el escape agresivo de los motores, los arranques y frenadas de los colectivos, las sirenas de los carros de bomberos o de las ambulancias atascados en una congestión o los golpes isócronos y constantes de bombos que acompañan a manifestaciones y piquetes? Existe una norma que deben cumplir los automotores para no sobrepasar los niveles tolerables de contaminación acústica, pero carece de suficientes controles. Para que sea eficaz esa protección se requiere, además, "un mapa del ruido", todavía en elaboración, que marcará el nivel aceptable por zonas de Buenos Aires.
Esto último debe unirse a una regular verificación técnica vehicular, que no ocurre todavía, a fin de establecer si se cumplen los parámetros aprobados de ruidos y gases. Sin olvidar en la base de los recursos el respeto por la gente, que parece olvidada cuando se la castiga con tanto ruido enloquecedor.