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Rubén "Pollo" Sobrero: "El peluquero arruinó mi imagen"

Saltó a la fama tras los disturbios en la línea Sarmiento pero también por sus mechas teñidas. La historia íntima y pública del delegado que se asume coqueto, gourmet y enamoradizo.

Mucho antes de que su rostro se reprodujera en mil panfletos, diarios e imágenes televisivas, en medio de la tormenta que desató su detención; mucho antes de que un juez federal dictara la falta de mérito sobre él casi como quien pide disculpas; mucho antes de que el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, lo señalara como un enemigo del Gobierno y de que José Pedraza, otrora hombre todopoderoso entre los ferroviarios, lo maldijera desde la prisión en la que está recluido en relación al crimen de Mariano Ferreyra; mucho antes de que el líder de la CGT, Hugo Moyano, pidiera por él y le diera un inédito apoyo; mucho antes de todo, Rubén Sobrero, el delegado ferroviario mejor conocido como "el Pollo", pensó en dejar para siempre el activismo político.

Corría 1995 y Sobrero acababa de entrar a la empresa TBA -donde hoy continúa trabajando-. Él no era ningún principiante: ya había trabajado diecisiete años en ENTel, la vieja telefónica a la que había llegado como un adolescente para arreglar 86 El teléfonos y aprender todo lo que ahora sabe como gremialista, sin poder evitar, empero, la propia caída con los despidos masivos de la privatización y la posterior vida de changas. Así se había enterado de que TBA estaba tomando gente, y presentado como técnico en comunicaciones. Los seis meses a prueba parecían irse sin demasiada historia, pero poco antes de cumplir el período, Sobrero -que nunca había dejado de ser quien era, por más que nadie lo supiera- despertó.

Ocurrió en la oficina de Recursos Humanos, cuando un empleado de limpieza se presentó a hablar con el gerente y el actual sindicalista arreglaba un teléfono. El gerente le dio un informe al empleado y, notando su actitud nerviosa, lo acorraló: "Dale, negrito", le soltó, "firmá, que estoy apurado y que no quiero perder el tiempo, y no te hagas el pelotudo, que boludos como vos hay de sobra acá afuera por doscientos mangos". Sobrero sabía que para quedarse en la empresa debía olvidar el asunto, pero la indignación era punzante, indomable y creciente. Y al día siguiente, contra su propia conveniencia, se sumó, con otros seis empleados, a un paro de la CGT: de pronto se encontraba entre el 1 por ciento de la empresa que hacía huelga. Luego le dijeron que, por supuesto, su contrato no sería renovado, pero cuando todo parecía acabarse apareció un tipo de la Unión Ferroviaria preguntando por él. "Queremos reorganizar el cuerpo de delegados, ¿te sumás?", lo invitó. Y Sobrero, que no quería volver a meterse en política, tuvo que torcer su destino para no quedar en la calle de nuevo.

-¿Por qué no querías volver a tener participación sindical?
-Me había casado y estaba esperado un hijo. Aparte yo, que militaba en el MAS (Movimiento Al Socialismo), me había quedado sin partido. Venía de perder la pelea en la privatización de ENTel y lo único que veía era menemismo y más menemismo.
Estaba muy afectado.

Como sea, volvió. Lo que no esperaban los demás era que Sobrero no se conformara con el statu quo y que lo enfrentara. "En un gremio burocrático como la Unión Ferroviaria hemos impuesto la democracia sindical y el respeto por las bases", dice ahora, a casi veinte años de aquel regreso. Pero ninguna pelea va libre de consecuencias: el 30 de septiembre pasado Sobrero fue detenido junto a otros cuatro, acusado -en base a los testimonios de tres policías y de un reo- de una quema de vagones que tuvo lugar en la línea Sarmiento el 2 de mayo pasado. La figura legal que pendía -y todavía pendesobre su cabeza era la de asociación ilícita, estrago doloso y extorsión.

Sobrero pasó entonces cuatro días preso, de viernes a lunes -cuatro días en los que caminó alrededor de la celda contando los pasos, durmió de a ratos sin poder diferenciar el sol de la luna y no pudo dejar de pensar a ritmo afiebrado-, y obtuvo la libertad frente a la endeble condición jurídica del caso.
No era su primera vez tras las rejas: había conocido la sombra en 1982 y había repetido en 2001 (capturado en un acto de la fábrica recuperada Brukman, emblema de aquellos años) y luego en 2004. Ya sabía que la cárcel era "un maldito gaje del oficio"; lo que no podía suponer era que esa nueva entrada lo convertiría en un héroe de la clase obrera, al menos durante un fin de semana en el que incluso Hugo Moyano, su opuesto en cuanto a metodología e ideología, también se sumaría a quienes pedían por su libertad. Aníbal Fernández, que por entonces dijo conocer bien el caso y saber de las responsabilidades de Sobrero, se transformó entonces en su peor enemigo: "Me quiere ver preso y no quiere otra cosa que no sea la burocracia sindical", considera ahora Sobrero.

-¿Nunca pensaste que desde el peronismo podías atraer a más gente que con el trotskismo?
-Es que yo ya milité en la JPT (Juventud Peronista Trabajadora). Fue durante la época de la dictadura, pero no creo en la conciliación de clases y el peronismo es eso y es también la conciliación de ideologías. El peronismo no tiene problema en tener un López Rega y un Firmenich a la vez. Entonces, ¿qué clase de gobierno propone?

-¿Y por qué te parece que la sociedad te apoya?
-Porque la gente cree que es posible tener un gobierno con conciliación de clases. Yo creo que hubo varias razones por las que se votó a Cristina: si bien hay un sector de vanguardia en la sociedad, todavía no hemos llegado al hombre común, más allá de que en el gremio saquemos el 75 por ciento de los votos. El mismo tipo que acá me vota a mí como delegado afuera vota a Cristina. Es que la izquierda cometió muchos errores y el peor fue el sectarismo. Si hablás con alguien de izquierda, te dice que está todo mal, y no es tan así: ya no estamos como en 2001, aunque podríamos estar todavía mejor.

-Moyano también pidió por tu libertad. ¿Fue un gesto del gremialismo corporativista?
-Hablé por teléfono con él hace poco y me dijo: "Vos me conoces. Yo podría haberme hecho el distraído y sin embargo estaba convencido de que había sido una injusticia".
Fue llamativo y debe ser la primera vez en la historia que la CGT se pronuncia por un delegado de base. De mí pueden decir muchas cosas, pero jamás entregué a nadie, siempre fui coherente con una ideología política, siempre defendí los resortes de la economía estatal y siempre supe de qué lado ponerme frente al menemismo. Y yo salí con Moyano cuando él llamó a enfrentar la ley Banelco.

-¿Entonces Moyano habló por amistad?
-No, yo creo que este tema adquirió una resonancia política muy grande. La declaración de la CGT fue muy importante, casi tanto como las acciones de mis propios compañeros. Moyano me dijo que venían por nosotros y yo coincido con eso. No te voy a comentar todo lo que hemos hablado porque no sería ético, pero él me confesó algunas cosas que piensa, y sé que él opina igual que yo. Así y todo, yo no comparto nada de lo que hace él, pero dentro de la burocracia reconozco que no son todos iguales: en los años noventa, el rol que jugó Moyano no fue el mismo que el de los Gordos. A él se le puede criticar mucho, pero es un tipo que se ocupa de su gremio. Pedraza, en cambio, se transformó en un empresario.

-¿Ahora le debés una a Moyano?
-No, ¿por qué? ¿O Moyano me debe una a mí porque yo salí a apoyar la pelea contra la ley Banelco? En el movimiento obrero, nadie le debe nada a nadie. El movimiento obrero actúa de acuerdo a sus propios intereses.

-Hay una escucha telefónica de la causa de Mariano Ferrey ra en la que Pedraza le dice al ministro de Ti'abajo, Carlos Tomada, que estás "aburguesado". ¿Qué tenés para responder?
-Si yo estuviera aburguesado, no tendría diecisiete procesos abiertos ni mantendría el poder de movilización en las asambleas.
Hay algunos que se equivocan: en todos estos años yo he ganado experiencia en la negociación. Cuando era más joven, iba al Ministerio de Trabajo y los reputeaba a todos. Ahora ya no los puteo, sino que los saludo.

-En esa misma escucha, Tomada dice que lo saludaste "muy amable". ¿Es verdad, entonces?
-Obvio. Él me preguntó por un conflicto que había con La Fraternidad y yo le dije que no tenía nada que ver. Pero nunca le falté el respeto. Y es lógico, porque yo me tengo que sentar con él, que es el ministro de Trabajo. De todas formas, le puedo decir lo que pienso de él con otras palabras.

-Pero si cuando eras joven lo insultabas y ahora no, pareciera que tienen razón, que te aburguesaste.
-Yo creo que no. Y eso te lo demuestran los compañeros, que por algo me salieron a bancar cuando estuve preso, incluso aquellos que no piensan igual que yo. Pero no me voy a agrandar. Al contrario, ahora tengo más responsabilidad con ellos: de ninguna manera les podría fallar.

-¿Te quisieron sobornar muchas veces?
 -Sí. Eso pasa siempre. Pero la patronal no te soborna: es uno el que se deja o no sobornar.

-¿No es que en política cada cual tiene su precio?
-Sí, pero es relativo. Insisto: vos te dejás sobornar. Alguien te ofrece algo cuando vos das algún indicio para que la posibilidad exista. Perfil de varón Ante esa manera de hablar, tan firme y combativa, sólo queda una pregunta: ¿qué será de la vida de ella? Quizás a Sobrero ya ni le importe. Parece tener cosas más importantes en esa cabeza de fogosas mechas oxigenadas. Ella, que a esta altura ni siquiera tiene nombre, es la mujer que lo tomó por las narices y lo metió de lleno en el MAS, el viejo Movimiento Al Socialismo que en la década de 1980 logró la dirección sindical de unas ciento cincuenta fábricas y que consiguió más de 400 mil votos en las elecciones presidenciales que trajeron a Carlos Menem. En realidad, Sobrero ya había probado con los jóvenes justicialistas -influenciado por un padre peronista (hoy, kirchnerista) y una madre radical-, pero fue en el MAS donde la militancia cobró un sentido real.

"Era una de esas mujeres, como dice el Indio (Solari), con la que todos quisieran bailar en la noche", evoca. "Pero nunca conseguí nada con ella y nunca más la volví a ver". Ahora ella debe ser un ama de casa gorda y aburrida y tal vez esté leyendo estas páginas sobre su viejo pretendiente.

¿Lo recordará? ¿Verá en aquel muchachito, ávido lector de Karl Marx, de León Trotsky, de Mao Tse-tung y de Fidel Castro, a esta estrella del sindicato que debe interrumpir sus almuerzos para saludar a la gente y que le gusta correr por izquierda a un gobierno que dice estar a la izquierda? Otras cosas, en cambio, no cambian nunca.

Sobrero es hincha de River y de Morón, sabe apreciar el teatro de Eduardo Pavlovsky y la comida de cierto restaurante de Palermo Hollywood. Se jacta de ser un buen chef, de esos que cocinan al wok. Menciona entre sus referentes al Che Guevara y León Trotsky, y a los gremialistas Agustín Tosco, el Perro Carlos Santillán y Néstor Segovia, el delegado del subte.

Pero otras cosas cambian sin remedio; se transforman: el tiempo pasa, las canas aparecen, irremediablemente. "Si yo me cuido, es porque tengo cincuenta años y quiero llegar bien a los sesenta", explica Sobrero sin ruborizarse, a propósito de sus resonantes tinturas.

"Me gusta salir y me gusta cuidarme, pero no me gusta envejecer. Y me cuido como lo hace cualquier hombre moderno. Pero mi peluquero logró lo que no pudo Aníbal Fernández: ¡destruyó mi imagen pública! Cuando lo escuché hablando en el programa de chimentos de (Jorge) Rial no lo pude creer: 'Se acabó todo', pensé en ese momento. Hacer notas de color está bien, pero no se puede banalizar una pelea que es muy seria. Yo no voy a hacer como hicieron algunos compañeros, que terminaron en el certamen Bailando por un sueño de Tinelli", asegura Sobrero.

-¿No valdría la pena aprovechar semejante puntos de rating y propaganda?
-No. Los reclamos se hacen en las vías o en las calles, con huelga. Lo otro es ridiculizar un reclamo. Honestamente, ¿qué tenemos que ver nosotros con las peleas de una mujer que tiene las tetas más grandes que la otra porque se puso mayores siliconas? Yo estoy muy enojado con la televisión porque nos mete mierda en la cabeza. Esa es la mierda del sistema y si queremos cambiarlo, tenemos que hacer otras cosas. Y hay que hacerlas ahora mismo.