Roma, inagotable y eterna
Por Maria Rosa Lojo* Es la ciudad indignada y empapelada de carteles que exigen con rojas mayúsculas "Berlusconi dimettiti ", y acusan, más abajo: " Lei ha disonorato l'Italia ".
Es la ciudad refinada de la moda y el diseño, con las vidrieras de las grandes marcas internacionales exhibidas en la Via Condotti, y también el suelo donde mendigas viejas y jóvenes apoyan la frente para pedir limosna, uniendo las palmas de las manos por encima de la cabeza, o la intemperie periférica donde murieron cuatro niños "rom" (gitanos) en el incendio de su vivienda miserable.
Un fin de invierno benigno, con días soleados, nos recuerda que Roma, la eterna, fue meta de peregrinación profana para tantos intelectuales y poetas, desde Goethe a Shelley y Keats, que llegaban desde tierras nórdicas y nubladas para buscar la luz inmediata de sus cielos y una belleza siempre a flor de tierra, prodigiosa en su abundancia. Algunos de ellos se quedaron para siempre. Resulta conmovedor, ayer como hoy, tal vez hoy más que ayer, leer las lápidas en el cementerio no católico, junto a la pirámide blanca de Cayo Cestio. Allí están la tumba de August, el único hijo de Johann Wolfgang von Goethe y Christiane Vulpius que alcanzó la edad adulta; las de Percy Bysshe Shelley, ahogado en un viaje marítimo en la Riviera italiana, y de su pequeño hijo William. También la de John Keats, minado por la tuberculosis a los 25 años, que, entristecido por la pobre recepción de sus obras, quiso que se dijera de él en su epitafio: "Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua?" A Percy Bysshe, a su mujer Mary Godwin Wollstonecraft, la autora de Frankenstein , a Keats, es posible reencontrarlos en la " casina rossa ", hoy convertida en museo, donde el autor de Hyperión pasó sus últimos días entretenido por el bullicio de la Piazza di Spagna, aliviado quizá por el rumor del agua en la " Barcaccia ": esa fuente en forma de barca firmada, como tantas otras de la ciudad, por el magnífico Bernini. También Antonio Gramsci, el gran disidente, descansa en el cementerio no católico. Es curioso advertir que (como si fuera uno de nuestros "santos populares") alguno de los visitantes le ha dejado un mensaje personal y manuscrito, sujeto por una piedra, que el respeto nos impide curiosear.
Roma no deja de ser la ciudad del arte sacro, donde cada iglesia es un museo. La ciudad de las "conversiones por el arte", en la que ateos recalcitrantes o antipapistas convencidos no pudieron evitar, ingresando a la basílica de San Pedro, un impacto estético vecino de la emoción religiosa.
Otra perspectiva, más íntima, se descubre en las iglesias paleocristianas, pequeñas y conmovedoras, con frescos medievales, que Roma también conserva. Una de ellas es Santa María in Cosmedin, en cuyo pórtico se halla la legendaria Bocca della Veritá : temible máscara de piedra, cuya boca, según es fama, cercena la mano de los mentirosos que osan colocarla entre sus labios. Pasamos exitosamente la prueba, junto a una larga fila de turistas ansiosos de fotografiarse. En el interior nos aguarda una experiencia inesperada: la misa cantada en árabe y en griego, según el rito católico melquita. Poquísimos fieles, aunque entusiastas y excelentes cantores. La melodía captura, la letra me resulta inescrutable (salvo por algunas palabras de los cánticos griegos, sobrevivientes de mis estudios clásicos). Al terminar la ceremonia nos invitan a tomar café y compartir un pan dulce. Les explicamos que somos argentinos, que estamos de paso, pero insisten con calidez irresistible. El párroco nos habla de los muchos miembros de su comunidad dispersos en nuestro país, y dice ser originario del mismo pueblo que el ex presidente Menem. "Al final se convirtió, pero según el rito latino", acota, no sin cierto dejo de reproche. "No era muy bueno il Menem, ¿eh?", apunta otro feligrés. "¡Claro que il Berlusconi tampoco!", suspira.
Imposible alejarse demasiado del Río de la Plata, aun con un océano de por medio. Otro día, de camino hacia el Jardín de los Naranjos, tropezamos con Valeria Mazza, que filma una publicidad sobre una moto de época, al lado del monumento a Mazzini. También, por intermedio de la Casa Argentina, donde he presentado la traducción italiana de dos de mis novelas, nos llega la invitación a un seminario coordinado por el actual embajador, Torcuato di Tella, con prestigiosos oradores, italianos y compatriotas, sobre "El sistema político argentino: evolución y tendencias".
Antes de partir, atisbamos uno de los más sugestivos secretos de Roma, la inagotable: el Jardín de los Caballeros de Malta, visible a través del ojo de la cerradura en la piazza del mismo nombre. En perspectiva, un arco de arbustos oscuros se curva sobre una fuente; blanca, hacia el fondo, resplandece la cúpula de San Pedro.