Rocío Sueiro se lanza a la actuación
La hija del famoso periodista y escritor Víctor Sueiro hará su debut en el teatro con "Quiéreme hasta el cielo", el 5 de mayo en la calle Corrientes.
La hija del famoso periodista y escritor Víctor Sueiro decidió lanzarse a la actuación. Y lo hará a lo grande el 4 de mayo, cuando estrene "Quiéreme hasta el cielo ¡en la calle Corrientes!
"Si no lo intentaba, iba a morirme triste", confiesa. Bienvenida a las tablas.
Lugar: restaurante La Palmera, Olivos. Hora: nueve de la noche. Mesa para tres. Quince minutos antes llega él: Víctor Sueiro, que termina de escribir No tengan miedo, un libro con mensaje claro: "Si creemos que lodo está perdido, salgamos a buscarlo. Con amor, con humor, con pasión, esperanza y coraje". Cada invitado ignora quién es el otro. Presentes: su única hija, Rocío Sueiro (hoy 34) y Ezequiel Moscato, un bancario que Víctor conoció a través de los años y al que le tomó cariño después de varias charlas. ¿Motivo del encuentro?"Papá nos quería hacer gancho", dice entre risas su heredera. "No sé qué se le cruzó. Fue la única vez que me buscó un candidato. Me causó gracia... Tiraba frases como 'a ella le gusta el cine' o 'a él le gusta tal película', y después nos dejaba hablar, jamás se dio cuenta de que cada uno estaba en otra historia. Pero diez años después me doy cuenta de que tuvo razón"... Porque el enganche existió. Rocío (o "la cachorra", como la llamaba su padre) pisará por primera vez un escenario en la calle Corrientes como Holly Molly -una diva de Hollywood a punto de casarse con un megastar hasta que conoce a un argentino- en la obra Quiéreme hasta el cielo -que estrenará el 4 de mayo en el teatro Moulin Bleu-... y Ezequiel será el director: "¡Mira qué visionario el viejo!".
-¿Cómo nació tu vocación de actriz? -Siempre me gustó. Me fascinó. Creo que tener millones de fotos por ser hija única hizo que me sintiera muy bien como el centro de atención de la casa. Además, con dos padres fanáticos del cine... ¿qué iban a esperar? Por eso, a los dieciocho me inscribí en unos talleres de Ana María Campoy. Hasta que mi mamá (Rosita) me dijo: "¡Larga, porque papá te mata!".
-Y lo hiciste... a pesar de sepultar tu rumbo.
-Sí, porque el corazón no entiende de razones.
Siempre traté de complacer a mis viejos, aun si debía dejar cosas en el camino. Hasta que murió mi viejo hice absolutamente todo lo que ellos quisieron.
Pero el año pasado pensé que si no intentaba dedicarme a la actuación me iba a morir muy triste. Bajé de peso (¡quince kilos desde noviembre!), hice castings, y al final surgió esta obra.
-¿No tuviste ni un ápice de rebeldía ante las prohibiciones paternas?
-Sí. Al día siguiente de abandonar actuación me tatué las dos carátulas del teatro-la Tragedia y la Comedia-, para llevarlas bajo mi piel toda la vida. Me las hice a escondidas con mi mejor amiga... y mis viejos se enteraron después. Fue el recordatorio de mi asignatura pendiente.
-Ese apego o dependencia de la familia, ¿cambió? -Sí. Hace dos años me mudé. Pero... ¡estoy a dos cuadras de la casa de mi vieja! Hasta ahí llegó el cordón umbilical. Pero la independencia es buenísima. A veces me quedo en lo de mi vieja, pero me cuesta volver a esa convivencia, porque tengo todo organizado a mi manera. Rosita, mi mamá, al principio me advirtió que no siguiera teatro, pero ahora es la primera en darme coraje para que la rompa en el escenario.
-¿Debutar en la calle Corrientes no es irrumpir en el ambiente teatral demasiado abruptamente? -¿Es una locura, no? Y... sí, pero las cosas no se me dan de a poco. Todo lo que vivo es escandaloso... ¡y asusta! Creo que hay un poco de intervención del de Arriba... y de papá. Me parece que quieren verme feliz. Aunque sea este ratito, este momento. Me encanta como nada en la vida, y lo seguiré haciendo todo el tiempo que dure.
-¿Llamarte Sueiro te posiciona mejor en los castings? ¿Te preguntan por el parentesco? -No es necesario que me pregunten, porque me presento como la hija de Víctor Sueiro. Dejo en claro quién soy, porque estoy orgullosa de serlo. Me presiona, pero no me condiciona.
-¿La noche del estreno Víctor será el gran ausente en la primera fila?
-Sin lugar a duda. Pero tiene otro palco desde el que me mira todos los días.
-¿Qué legado te dejó?
-Me enseñó a emocionar. No importa a qué me dedique, pero siempre tengo que tocar el alma de la gente. La noche en que decidí ser actriz fui a ver a Norma Meandro en la obra Agosto. En una escena, ella discute con su hija (Mercedes Moran) y revolea un plato. Quedé en éxtasis. Por eso, cuando terminó la obra le pedí al utilero que me diera el plato roto. Me lo llevé y lo colgué en mi living durante tres años. Y hace poco pude conocer a Norma.Le conté la historia y le mostré el plato. Me lo autografió con la leyenda: "A Rocío, esperando verte en el escenario".
-Con los tiempos que corren en el espectáculo, ¿si te dan guerra vas a pelear?
-No. Soy diferente. Jamás entraría en ese juego. Incluso, ni cuando decían cosas de mi familia. No es para mí. Tengo muy pocas cosas sagradas que me hacen explotar. Si se meten con eso, sacaré mi costado espiritual. No voy a la pelea ni al escándalo.
Soy una rareza. Me encantaría que me inventaran un romance... tal vez porque estoy sola.
-Interpretás a una diva de Hollywood. ¿Tenes tu lado star? -Únicamente cuando estoy sola. Frente a la gente no me la creo. Es una cuestión de feminidad. Trato de estar siempre lo mejor posible. Ojo... Tengo mis mañas, taras y caprichos de estrella, pero soy fácil, porque si quiero agua mineral importada, voy y me la compro.
-¿La gente que te reconoce por la calle recuerda a tu padre?
-Sí, y hasta me piden que sea su sucesora. Que escriba. Pero creo que no es el momento. Además, mi papá no necesita un suplente. Siempre me gustó escribir y lo voy a hacer, pero el legado puede esperar, porque ahora mi felicidad es ser actriz.
"Si no lo intentaba, iba a morirme triste", confiesa. Bienvenida a las tablas.
Lugar: restaurante La Palmera, Olivos. Hora: nueve de la noche. Mesa para tres. Quince minutos antes llega él: Víctor Sueiro, que termina de escribir No tengan miedo, un libro con mensaje claro: "Si creemos que lodo está perdido, salgamos a buscarlo. Con amor, con humor, con pasión, esperanza y coraje". Cada invitado ignora quién es el otro. Presentes: su única hija, Rocío Sueiro (hoy 34) y Ezequiel Moscato, un bancario que Víctor conoció a través de los años y al que le tomó cariño después de varias charlas. ¿Motivo del encuentro?"Papá nos quería hacer gancho", dice entre risas su heredera. "No sé qué se le cruzó. Fue la única vez que me buscó un candidato. Me causó gracia... Tiraba frases como 'a ella le gusta el cine' o 'a él le gusta tal película', y después nos dejaba hablar, jamás se dio cuenta de que cada uno estaba en otra historia. Pero diez años después me doy cuenta de que tuvo razón"... Porque el enganche existió. Rocío (o "la cachorra", como la llamaba su padre) pisará por primera vez un escenario en la calle Corrientes como Holly Molly -una diva de Hollywood a punto de casarse con un megastar hasta que conoce a un argentino- en la obra Quiéreme hasta el cielo -que estrenará el 4 de mayo en el teatro Moulin Bleu-... y Ezequiel será el director: "¡Mira qué visionario el viejo!".
-¿Cómo nació tu vocación de actriz? -Siempre me gustó. Me fascinó. Creo que tener millones de fotos por ser hija única hizo que me sintiera muy bien como el centro de atención de la casa. Además, con dos padres fanáticos del cine... ¿qué iban a esperar? Por eso, a los dieciocho me inscribí en unos talleres de Ana María Campoy. Hasta que mi mamá (Rosita) me dijo: "¡Larga, porque papá te mata!".
-Y lo hiciste... a pesar de sepultar tu rumbo.
-Sí, porque el corazón no entiende de razones.
Siempre traté de complacer a mis viejos, aun si debía dejar cosas en el camino. Hasta que murió mi viejo hice absolutamente todo lo que ellos quisieron.
Pero el año pasado pensé que si no intentaba dedicarme a la actuación me iba a morir muy triste. Bajé de peso (¡quince kilos desde noviembre!), hice castings, y al final surgió esta obra.
-¿No tuviste ni un ápice de rebeldía ante las prohibiciones paternas?
-Sí. Al día siguiente de abandonar actuación me tatué las dos carátulas del teatro-la Tragedia y la Comedia-, para llevarlas bajo mi piel toda la vida. Me las hice a escondidas con mi mejor amiga... y mis viejos se enteraron después. Fue el recordatorio de mi asignatura pendiente.
-Ese apego o dependencia de la familia, ¿cambió? -Sí. Hace dos años me mudé. Pero... ¡estoy a dos cuadras de la casa de mi vieja! Hasta ahí llegó el cordón umbilical. Pero la independencia es buenísima. A veces me quedo en lo de mi vieja, pero me cuesta volver a esa convivencia, porque tengo todo organizado a mi manera. Rosita, mi mamá, al principio me advirtió que no siguiera teatro, pero ahora es la primera en darme coraje para que la rompa en el escenario.
-¿Debutar en la calle Corrientes no es irrumpir en el ambiente teatral demasiado abruptamente? -¿Es una locura, no? Y... sí, pero las cosas no se me dan de a poco. Todo lo que vivo es escandaloso... ¡y asusta! Creo que hay un poco de intervención del de Arriba... y de papá. Me parece que quieren verme feliz. Aunque sea este ratito, este momento. Me encanta como nada en la vida, y lo seguiré haciendo todo el tiempo que dure.
-¿Llamarte Sueiro te posiciona mejor en los castings? ¿Te preguntan por el parentesco? -No es necesario que me pregunten, porque me presento como la hija de Víctor Sueiro. Dejo en claro quién soy, porque estoy orgullosa de serlo. Me presiona, pero no me condiciona.
-¿La noche del estreno Víctor será el gran ausente en la primera fila?
-Sin lugar a duda. Pero tiene otro palco desde el que me mira todos los días.
-¿Qué legado te dejó?
-Me enseñó a emocionar. No importa a qué me dedique, pero siempre tengo que tocar el alma de la gente. La noche en que decidí ser actriz fui a ver a Norma Meandro en la obra Agosto. En una escena, ella discute con su hija (Mercedes Moran) y revolea un plato. Quedé en éxtasis. Por eso, cuando terminó la obra le pedí al utilero que me diera el plato roto. Me lo llevé y lo colgué en mi living durante tres años. Y hace poco pude conocer a Norma.Le conté la historia y le mostré el plato. Me lo autografió con la leyenda: "A Rocío, esperando verte en el escenario".
-Con los tiempos que corren en el espectáculo, ¿si te dan guerra vas a pelear?
-No. Soy diferente. Jamás entraría en ese juego. Incluso, ni cuando decían cosas de mi familia. No es para mí. Tengo muy pocas cosas sagradas que me hacen explotar. Si se meten con eso, sacaré mi costado espiritual. No voy a la pelea ni al escándalo.
Soy una rareza. Me encantaría que me inventaran un romance... tal vez porque estoy sola.
-Interpretás a una diva de Hollywood. ¿Tenes tu lado star? -Únicamente cuando estoy sola. Frente a la gente no me la creo. Es una cuestión de feminidad. Trato de estar siempre lo mejor posible. Ojo... Tengo mis mañas, taras y caprichos de estrella, pero soy fácil, porque si quiero agua mineral importada, voy y me la compro.
-¿La gente que te reconoce por la calle recuerda a tu padre?
-Sí, y hasta me piden que sea su sucesora. Que escriba. Pero creo que no es el momento. Además, mi papá no necesita un suplente. Siempre me gustó escribir y lo voy a hacer, pero el legado puede esperar, porque ahora mi felicidad es ser actriz.