Deportes
River-Flamengo: la final de la Copa Libertadores se jugará en Lima el sábado 23
Esta tarde tendrán una reunión para definir que pasará con la final River-Flamengo.
En medio del conflicto social en Santiago de Chile, la Confederación Sudamericana de Fútbol informará a los organizadores del evento que comiencen a asumir los costos de cancelación de la final de la Copa Libertadores.
Según informaron los medios chilenos, el equipo de la Conmebol encargado de la implementación de derechos y patrocinio ya estaría ejecutando la tarea, por lo que el encuentro entre River Plate y Flamengo se jugaría en Lima el sábado 23 de noviembre.
Hasta pasado el mediodía, los administradores del estadio Monumental de Lima no habían recibido ningún pedido por parte de la Conmebol. "Sólo son especulaciones", admitieron desde Universitario de Deportes, el equipo que juega en ese estadio, ante la consulta sobre una eventual selección de ese recinto deportivo para la final de la Libertadores. Pero cuando terminó la reunión convocada por Alejandro Domínguez (presidente de la Conmebol), a la que asistieron las autoridades de los clubes (Rodolfo D'Onofrio por River y Rodolfo Landim por Flamengo) y de las asociaciones (Claudio Tapia, de la AFA, y Rogerio Caboclo, de la CBF brasileña), ya no hubo dudas. Lima, que en su momento había perdido la batalla con Santiago cuando se decidió la sede, recuperaba insesperadamente ese privilegio.
Conmebol entendió que la postergación por una semana del partido decisivo (pasarlo del 23 al 30 de noviembre) impactaría de lleno en los calendarios locales. Para evitar más problemas, fijó su postura en mantener la fecha inicial del partido.
Así, River, Flamengo, los hinchas de ambos equipos y la Conmebol deberán cambiar todo lo que tenían previsto. La "Final única", como pomposamente la promocionaba Domínguez, hará su debut en un contexto complejo. Es que en esta edición se cambió el formato habitual de partidos de ida y vuelta por el modo en que se hace en Europa. Con la Champions League como modelo, se determinó la modificación. Y a poco de andar, las cosas salieron mal. Miles de aficionados perderán lo que habían invertido en boletos de avión o buses y alojamiento en Santiago de Chile. Los que puedan, harán una nueva compra. Otros, definitivamente, se quedarán sin posibilidades de asistir.
Según informaron los medios chilenos, el equipo de la Conmebol encargado de la implementación de derechos y patrocinio ya estaría ejecutando la tarea, por lo que el encuentro entre River Plate y Flamengo se jugaría en Lima el sábado 23 de noviembre.
Hasta pasado el mediodía, los administradores del estadio Monumental de Lima no habían recibido ningún pedido por parte de la Conmebol. "Sólo son especulaciones", admitieron desde Universitario de Deportes, el equipo que juega en ese estadio, ante la consulta sobre una eventual selección de ese recinto deportivo para la final de la Libertadores. Pero cuando terminó la reunión convocada por Alejandro Domínguez (presidente de la Conmebol), a la que asistieron las autoridades de los clubes (Rodolfo D'Onofrio por River y Rodolfo Landim por Flamengo) y de las asociaciones (Claudio Tapia, de la AFA, y Rogerio Caboclo, de la CBF brasileña), ya no hubo dudas. Lima, que en su momento había perdido la batalla con Santiago cuando se decidió la sede, recuperaba insesperadamente ese privilegio.
Conmebol entendió que la postergación por una semana del partido decisivo (pasarlo del 23 al 30 de noviembre) impactaría de lleno en los calendarios locales. Para evitar más problemas, fijó su postura en mantener la fecha inicial del partido.
Así, River, Flamengo, los hinchas de ambos equipos y la Conmebol deberán cambiar todo lo que tenían previsto. La "Final única", como pomposamente la promocionaba Domínguez, hará su debut en un contexto complejo. Es que en esta edición se cambió el formato habitual de partidos de ida y vuelta por el modo en que se hace en Europa. Con la Champions League como modelo, se determinó la modificación. Y a poco de andar, las cosas salieron mal. Miles de aficionados perderán lo que habían invertido en boletos de avión o buses y alojamiento en Santiago de Chile. Los que puedan, harán una nueva compra. Otros, definitivamente, se quedarán sin posibilidades de asistir.
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