River, en un fútbol que se igualó para abajo
* Por Claudio Tamburrini. River jugará el año próximo en el Nacional B. No consiguió conservar la categoría en los partidos de promoción contra Belgrano de Córdoba.
Es sin duda una tragedia institucional para el equipo de Nuñez. Pero el equipo "millonario" puede no ser el único que corra esa suerte. Si no mejora radicalmente, Boca podría muy bien sufrir el mismo destino en los próximos torneos.
Y bastaría también con un par de malas campañas para que el resto de los otrora denominados "grandes" (Racing, Independiente y San Lorenzo) también se vieran amenazados por el descenso.
¿Es la caída de "los cinco grandes" un signo de crisis en el fútbol argentino? En un aspecto lo es. Los fracasos deportivos son resultado de falencias de conducción y administración en los clubes. Pero desde otra perspectiva, la crisis de los "grandes" es una inyección de vitalidad deportiva al equiparar las condiciones de competencia entre los equipos.
Se ha producido una " democratización por default " en el fútbol argentino. Con las arcas vacías – o vaciadas – ningún equipo puede en la actualidad emular compras millonarias como la del uruguayo Roberto Matosas por River en 1964 por 33.000.000 de pesos de los de antes. Y ningún equipo – grande o chico – tienen hoy finanzas sólidas para retener a sus máximas figuras. Mientras los equipos ricos antes adquirían los jugadores de los equipos chicos y ganaban campeonatos, hoy todos son – según la praxis del mercado futbolístico globalizado – filiales de las grandes equipos europeos, mientras el mercado interno es incentivado a producir nuevas figuras.
En realidad no es éste un fenómeno nuevo . Los Carasucias Angelillo, Sívori y Maschio, luego de ganar el Sudamericano de 1957, se marcharon a Italia, mientras Di Stéfano en esa época hacía ya historia en el Real Madrid.Existe sin embargo una diferencia entre esa primera diáspora del fútbol argentino y la segunda ola de jugadores emigrados durante los últimos veinte años. Mientras aquéllos adoptaron la ciudadanía de sus nuevos países (Angelillo, Sívori y Maschio jugaron luego para Italia, mientras Di Stéfano integró el plantel de España en el mundial de Chile de 1962), la segunda diáspora ha permanecido fiel a la camiseta argentina y se perfecciona técnica y físicamente en el viejo continente.
Ya sin los Carasucias del Sudamericano del 57, el vaciamiento de jugadores de mitad del siglo pasado condujo al fracaso estrepitoso en el Mundial de Suecia. En cambio, hoy nuestros jugadores – principales figuras en los equipos más prestigiosos de Europa – han afianzado a la Argentina como potencia futbolística mundial.
El drama de River es la consecuencia de la democratización para abajo del fútbol argentino , en donde ya no hay "grandes" ni "millonarios", sino que todos los equipos están nivelados en su mediocridad.
Irónicamente, la pauperización – en todo sentido – de los grandes ha generado campeonatos internos más emocionantes (¡cualquiera puede ganarlos!) y un éxodo continuo de jugadores que fortalece al fútbol nacional.
El fin del monopolio deportivo de los grandes – con el descenso de River como un hito mayor en ese proceso – es un fenómeno positivo para el fútbol argentino.