Revelan que Néstor Kirchner utilizó la ex SIDE para controlar a su hija Florencia
Un libro confirma que el ex Presidente de la Nación utilizó al organismo oficial para tener "controlada" de los excesos a su hija durante su adolescencia.
El capítulo de Florencia Kirchner es relatado por un agente de la SIDE que trabajaba como agente de Fernando Pocino, uno de los relevados por Cristina, y cuenta todo lo que hizo Néstor para tener vigilada a su hija, por entonces, adolescente.
En el capítulo se cuenta la siguiente historia:
El espionaje contra la joven Kirchner ya llevaba algún tiempo, explicaron las fuentes. Había arrancado en el 2009, cuando ella andaba por los 18 años. Y era una tarea completa: le habían intervenido su celular y hackeado su computadora. Porque había peligros y situaciones que a su padre le preocupaban, y que los custodios que debían seguirla en todas sus salidas no llegaban a controlar. En ocasiones podían ser hasta seis hombres, todos armados, y debían cerciorarse de que si algún galancito se acercaba a la joven rebelde, entre tragos y música ensordecedora, nada se saliera de control. Pero ella detestaba a sus custodios y se divertía jugando a las escondidas con ellos. Kirchner lo sabía: era algo que Florencia había heredado de él.
Para el ex presidente, un controlador obsesivo, su hija aún no estaba preparada para los excesos comunes de la adolescencia. Ni para que completos desconocidos intentaran propasarse con ella. Había leído en la prensa sobre un intenso intercambio de miradas y palabras entre Florencia y un joven periodista del diario Perfil, un medio que claramente no era de su agrado. Ocurrió en una discoteca de Río Gallegos, de donde el periodista era oriundo. Kirchner no pudo menos que interrogar a su hija, sin resultado. No quería que ella creciera tan rápido. Era apenas una adolescente, una niña hasta ayer, y debía mantenerse pura. Además, se preocupaba cuando la veía volver de los boliches por la mañana, mareada por los daikiris y el vodka con bebida energizante, ojerosa y con aliento a cigarrillo. Y no quería imaginar qué había ocurrido en las horas previas. Los custodios le parecían demasiado parcos en sus informes.-Estuvo tomando -se limitaban a decir.¿Pero quién no lo hacía a esa edad y en bolichescomo Pacha, Ku, Rumi, Mint, Follia o Ryu? Florencia, la adolescente con los dos padres presidentes, solo quería divertirse.
A Kirchner le importaban los detalles: con quiénes hablaba, de qué se trataban las charlas, qué amigos y propuestas tenía en las redes sociales o quién era el que le ofrecía qué pastillas en cuál discoteca. Debía saberlo todo, y sin que se enterara su hija. Debía saber para poder prevenir.Hubo un hecho puntual que disparó la súbita curiosidad del ex presidente. En enero del 2009, la joven fue a veranear con amigas a la residencia oficial de Chapadmalal, en la costa atlántica, mientras sus padres se quedaron en Buenos Aires.
El 16 de ese mes salieron a bailar a Sobremonte, un conocido boliche de Mar del Plata. Pero allí había un fotógrafo. Y las imágenes que horas después publicó el diario Perfil paralizaron a Kirchner y la Presidenta: Florencia sumergida en una pileta del lugar, la ropa empapada de agua y espuma, un joven bailando con ella, la mirada perdida, los custodios ayudándola a salir y sujetándola uno de cada brazo, casi sacándola a la rastra porque ya no podía consigo mismo después de una madrugada descontrolada y regada de alcohol. Algunos testigos incluso señalaban que Florencia llegó a estar inconsciente por unos minutos. Las fotos no solo impactaron a Kirchner, sino que lo empujaron a tomar medidas. Fue por esas horas que instruyó a los espías de la SIDE para que siguieran los pasos de su hija, según le confió el agente Pocino al colaborador que habló para este capítulo. A partir de ese momento, todo lo que Florencia hablara por su BlackBerry o escribiera en su laptop ya no sería solo asunto suyo. La SIDE se enteraría, y se lo contaría a papá. Era la pesadilla de cualquier adolescente.
La Presidenta también estaba algo escandalizada con las imágenes de su hija mareada en una piscina. Le prohibió que volviera a salir por el resto de las vacaciones y adoctrinó a los custodios. Florencia quiso desobedecer la orden para ir al cumpleaños de una amiga en Villa Gesell, pero no pudo: sus guardaespaldas la mantuvieron prisionera en la residencia oficial de Chapadmalal. Sabían que de eso dependía su trabajo.Cristina hizo algo más por esos días. Aunque parezca increíble, retó a su hija por cadena nacional.-También soy la que reta a Florencia cuando hace cosas que no tiene que hacer -explicó para la audiencia de todo el país, con tono agrio-. Porque siempre las brujas somos nosotras, estamos condenadas por el sexo y la historia...
Kirchner, se quejaba la Presidenta, era más permisivo con su hija. Y entonces era la madre la que tenía que ponerle los límites.Pero mientras analizaba estos pormenores y seguía con su terapia por cadena nacional, lo que ignoraba Cristina es que ya su marido había tomado cartas en el asunto: podía no retar a su hija, pero la había mandado a espiar.-¿No le avisaste a ella que tenía el teléfono y la computadora pinchados? -le pregunté al colaborador de la SIDE que se decía su amigo. Se encogió de hombros:-¿Cómo hago para decirle algo así? Lo primero que me preguntaría es cómo lo sé... El joven no le había dicho a ella que trabajaba con los espías del Gobierno. Usar a los servicios de inteligencia para vigilar a opositores, empresarios, periodistas o hasta aliados y funcionarios propios es una práctica corrupta, pero bien conocida en la política. Aunque hasta ahora nunca se había sabido de un presidente que espiara ya no a sus adversarios, sino a su propia hija. ¿Ni siquiera ella tenía derecho a una vida privada?
Lo que contaba el colaborador de la SIDE era un escándalo: afirmaba que Kirchner había usado fondos y recursos del Estado para satisfacer su curiosidad de padre celoso.
Volviendo a ella, ¿en qué momento de su vida estaba cuando comenzó el espionaje? Lo cierto es que venía de quedar libre en el último año del secundario en el colegio La Salle de Florida. Debía todas las materias de esa temporada, doce, más dos del año anterior. Y no tenía ganas de estudiar. Había quedado libre por sus reiterados faltazos, y le echaba la culpa de todo al conflicto entre el Gobierno y el campo, es decir, a la tozudez de sus padres. El malhumor social de esos meses le impedía salir de Olivos sin sufrir las consecuencias: algún grito, un comentario fuera de lugar, o simplemente la forma hostil en que la miraban en la calle. Ni siquiera sus compañeros del La Salle parecían diferenciar entre ella y sus padres presidentes, ahora arrastrados hacia el fondo de las encuestas de imagen por la alocada guerra con el agro. Florencia sentía que nadie la quería y que los responsables eran Cristina y Néstor. En ese punto crucial estaba cuando se fue de vacaciones a Chapadmalal y amaneció bañada en la espuma de una pileta marplatense, casi inconsciente.
Había actitudes y gustos de la joven que a Kirchner ya lo preocupaban por entonces. Por ejemplo, las fotos que subía a su cuenta de Facebook, donde se la veía abrazada a potenciales «amigovios» de los cuales su padre no sabía nada, copa o botella en mano y siempre fumando. O su afición a la cumbia villera y a bandas casi marginales como Agrupación Marilyn, cuyo hit «Su Florcita», el preferido de ella, hablaba de una chica de 12 años con su mismo nombre a la que habían encontrado muerta y golpeada en un descampado. Además, algunas amistades de Florencia, como la ascendente actriz Calu Rivero, por esos días novia del rockero Emmanuel Hourvilleur, hacían dudar al ex presidente, que se preguntaba qué tipo de sustancias consumiría ese perfil de amigas en los boliches en que coincidían.
¿De dónde se conocían? La bella Calu aclaró en un reportaje de enero del 2010: «Somos conocidas con buena onda. Me la presentaron dos conocidos en común, nuestro vínculo es muy relajado. En una época nos cruzábamos cuando íbamos a bailar, ahora chateamos de vez en cuando. Me gustó de Florencia que, con 18 años y la obligación de la custodia presidencial, no tuviera líos para salir y divertirse con sus amigos. Es cero estrella».
Pero a Kirchner no le alcanzaban esas vaguedades. Necesitaba saber todo sobre las compañías de su hija.Por esos días Florencia borró a algunos contactos de su cuenta de Facebook, entre ellos a una profesora del La Salle. Fue luego de que trascendiera en la revista Noticias que se había llevado todas las materias del último año. ¿Sospechaba que la profesora era la que había divulgado el dato? De hecho, lo era.Esto dijo la profesora cuando se la volvió a consultar por su ex alumna: -Florencia terminó de dar todas las materias en mayo del 2009. La que me debía a mí la tuvo que dar dos veces, en la primera le fue mal, pero después estudió. -¿Y qué más sabe de ella?-
Después del examen le pregunté por sus planes y me comentó que ese año no iba a estudiar nada. Me dijo que aún tenía que decidirse entre diseño o dirección de cine.-¿Fue la última vez que hablaron?-Supe de ella por Facebook, poco después, porque hizo un comentario de una foto que subí -siguió la profesora-. Pero ahora, misteriosamente, no aparece más entre mis contactos. Ni entre los de sus amigas del colegio... La vigilancia cibernética a la que era sometida la joven Kirchner ya parecía dar sus primeros resultados. ¿La propia Florencia borró de su lista de contactos a los posibles delatores de su desastrosa performance escolar? ¿O alguien más lo hizo por ella?
La relación de Florencia con la computadora siempre fue un dolor de cabeza para sus padres, desde los tiempos en que ella subía a su primigenio fotolog las imágenes de la intimidad de la Quinta de Olivos, que podían poner en riesgo la seguridad de la familia presidencial al revelar detalles de su vida en la residencia: sus rutinas, sus invitados, la identidad de los empleados, etcétera. La obligaron a cerrar el fotolog, pero enseguida contraatacó con su cuenta de Facebook, aunque a ella solo pueden acceder sus contactos. Cristina, furiosa, contó en público que llegó al extremo de cortarle la conexión de internet. Pero su hija no se rendía. Era una voyeur del poder, una ventana indiscreta al universo de los Kirchner.
Poco antes de morir, Kirchner la vio por última vez en Nueva York, donde ella había empezado a estudiar cine en el 2010. Fue en una gira presidencial junto a Cristina, le explicó que su salud estaba empeorando, conoció su room de la New York Film Academy y pasó con ella todo el tiempo que pudo. Antes de volver, pensó en raptarla. -Yo me la llevo -le dijo a Cristina. -No podés hacer eso, es muy egoísta.El padre controlador le dio la razón por una vez:-Puede ser... Pero tengo unas ganas de llevármela. La despedida fue en septiembre del 2010. Kirchner murió de un paro cardiorrespiratorio un mes más tarde, en su casa de El Calafate, lejos de su hija. Entonces sí, Florencia dejó Nueva York y regresó a la Quinta de Olivos. Su madre la necesitaba para superar el dolor.
La SIDE, cabe suponer, dejó de interesarse en ella desde ese momento. Sin Kirchner, los informes de los agentes ya no tenían destinatario. Y por primera vez, ya libre, Florencia tuvo un novio formal: Camilo Vaca Narvaja, un joven integrante de La Cámpora e hijo de uno de los fundadores de la organización Montoneros, Fernando Vaca Narvaja. Hasta entonces ella solo había tenido relaciones fugaces, como el también camporista Santiago Reboredo y un amigo de Facundo De Vido, el hijo del ministro, llamado Lucas.