Respuesta en reserva a Irán
*Por Carlos Pagni. Había muchas razones para suponer que la Argentina daría una respuesta sobria a las gravísimas acusaciones que el gobierno de Irán expuso en la carta que dirigió al secretario general de las Naciones Unidas, el 28 de septiembre pasado, negándose a que los acusados por el atentado contra la AMIA sean juzgados por un tercer país.
Había muchas razones para suponer que la Argentina daría una respuesta sobria a las gravísimas acusaciones que el gobierno de Irán expuso en la carta que dirigió al secretario general de las Naciones Unidas, el 28 de septiembre pasado, negándose a que los acusados por el atentado contra la AMIA sean juzgados por un tercer país. Sin embargo, era difícil de imaginar que esa respuesta sería casi subrepticia.
La administración Kirchner contestó a aquellas imputaciones con otra carta enviada también a Ban Ki-moon y fechada el 23 de noviembre, pero no le dio divulgación. La Nacion la obtuvo después de una consulta espontánea con un alto funcionario de la Cancillería. La nota fue suscripta por el encargado de negocios interino de la misión permanente ante la ONU. Hasta ayer la contestación era desconocida entre las personas y entidades que acostumbran seguir con especial interés el caso.
Uno de los párrafos principales de la réplica a Irán afirma que "el gobierno argentino rechaza en forma total y categórica las graves y falsas acusaciones contenidas en la nota de respuesta a la propuesta argentina". Dice, también, que "particularmente injuriosas y carentes de todo asidero resultan las alegaciones sobre supuestas torturas en el curso de las investigaciones en la causa AMIA, o financiamiento por parte del gobierno argentino a grupos terroristas, o violaciones del derecho diplomático, así como la pretendida discriminación que sufriría la comunidad musulmana?"
La contestación argentina informa también que el Gobierno desconoce los mecanismos que pueda haber utilizado Irán para descartar, como hizo en la carta del 28 de septiembre, la responsabilidad de ciudadanos iraníes en el atentado.
Si bien la Argentina recusa, de manera general, todas las incriminaciones que se le realizaron, existe un párrafo de la nota iraní que quedó sin respuesta. Es el que afirma que las hipótesis oficiales sobre la responsabilidad del crimen fueron "inventadas por una administración corrupta en la década de 1990 para encubrir a los autores reales". Es comprensible el silencio sobre este reproche: también el kirchnerismo supone que el gobierno de Carlos Menem realizó una operación de encubrimiento de algunos responsables de la voladura de la mutual, cuestión que se ventilará en un juicio oral, tal vez el año próximo.
El carácter genérico de la respuesta puede explicarse en que también las acusaciones de Irán fueron imprecisas. Cuando Teherán habló de financiamiento al terrorismo no aclaró que se estaba refiriendo a los disidentes iraníes radicados en París que prestaron testimonio ante la justicia argentina. Son los mismos informantes que habrían provisto datos a los gobiernos occidentales sobre las bases nucleares de su país. La idea de que los verdaderos autores del ataque terrorista gozan de impunidad conduce a la hipótesis central que Irán pretende afianzar, pero tampoco especificó en su texto: que detrás de la voladura se esconde la derecha israelí.
Cuando se conocieron las acusaciones iraníes, el canciller Héctor Timerman dijo que se estaba estudiando el texto y que se esperaría antes de dar una respuesta. Era difícil prever en ese entonces, cuando algunos líderes judíos especulaban con una ruptura de relaciones comerciales, que la contestación tendría tan baja intensidad. Las hipótesis para explicarlo varían. Hay quienes especulan con que por sobre las razones de principio imperaron motivos económicos.
Quienes defienden esta lectura recuerdan un viaje de Alberto Dalotto a Marruecos, del que el vicecanciller podría haber regresado con recomendaciones de prudencia. Otros analistas prefieren pensar que la decisión de no ordenar más que una divulgación burocrática de la nota -se le pidió al secretario general que la gire a las demás representaciones- es una forma de desdeñar a Irán y sus imputaciones.
Es imposible, en cambio, suponer que la cuestión iraní haya perdido jerarquía en la agenda externa del Gobierno. El propio comité de contraterrorismo de las Naciones Unidas mira a la Argentina con mucha atención, en especial desde que Jean Paul Laborde, el máximo especialista en la materia de ese organismo, visitó Buenos Aires y se entrevistó con la Presidenta, hace un año.
Además, tanto en sus conversaciones con altos funcionarios de los Estados Unidos como de Alemania, Cristina Kirchner recibió el mensaje de que la postura de su administración en relación con Irán es, acaso, el aspecto de su diplomacia que más interés despierta en las principales potencias occidentales. Ese interés es más marcado desde que Brasil lleva adelante una política de conciliación con el régimen de Mahmoud Ahmadinejad.