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Renta básica: Un sueldo para toda la vida y no el de Nescafé

Para sus defensores es el paliativo ideal a la pérdida de empleos por la robotización. Sus detractores consideran que cobrar sin trabajar desincentiva el empleo.

Fernando Losada enseña Política europea en la Universidad de Helsinki. Lleva cuatro años en el país de Papá Noel, a 4.000 kilómetros de España. Es gallego, de Vigo, premio especial de la Mesa del Congreso a la mejor tesis doctoral en 2010 - Gobernanza y legitimidad democrática. Modelos teóricos aplicados a la Unión Europea- y con suficiencia para leer las diferencias socioeconómicas entre su país de origen y el de acogida.

Finlandia ha puesto en marcha un ensayo con 2.000 desempleados elegidos por sorteo que, desde el 9 de enero pasado y durante dos años, recibirán 560 euros mensuales libres de impuestos de forma incondicional. Aunque encuentren trabajo, seguirán recibiendo esa cantidad, sin ser sometidos a ningún tipo de control. Es la llamada renta básica incondicional.

Dicen sus defensores que la renta básica es el paliativo ideal a la pérdida de empleos derivada de la robotización, reduciría los desequilibrios de género y la violencia doméstica por motivar la independencia de las mujeres, haría a los ciudadanos más libres, y menos pobres. Sus detractores, en cambio, considera que cobrar sin trabajar desincetivaría el empleo y ofrecer un suelo para toda la vida a cada ciudadano es un gasto inasumible para el Estado.

FINLANDIA NO ES ESPAÑA

Pero Finlandia no es España. "¿Desincentivaría el empleo?", repite Fernando Losada desde Helsinki. "Si en España estos 560 euros son poco, aquí mucho menos", responde. Finlandia es "una economía de alta productividad", introduce, cada vez más tecnológica y robotizada. "La medida", explica este vigués emigrado, "pretende que quienes no son capaces de adaptarse a los cambios tecnológicos en el mercado laboral no se queden descolgados".

El experimento del país nórdico es hasta la fecha la idea más evolucionada de una renta básica universal real, aunque existen ensayos previos en Canadá, Holanda, Escocia, incluso en Kenia gracias a la iniciativa privada y algunas experiencias solo sobre el papel en Cataluña. Suiza la rechazó en referéndum en junio pasado pero Benoît Hamon, el novel candidato socialista a la Presidencia de Francia, la incorporó a su programa electoral, lo que muestra que un tema que lleva cuatro décadas en las cuartillas de los académicos tiene ya fuerte presencia en los despachos de los políticos.

RENTA BÁSICA, NO RENTA MÍNIMA

La renta básica, no la renta mínima. Pues no monta tanto. La primera sería percibida por todo ciudadano con independencia de su nivel de renta, la segunda solo por aquellos en riesgos de exclusión social. La básica la pagaría el Estado y ningún país del mundo se ha atrevido a implementarla, la mínima la abonan las comunidades autónomas y ya existe bajo distintas denominaciones y cuantías.

Podemos es el partido que más se ha acercado a este modelo. Llevó la medida en su programa a las elecciones europeas de 2014 y la ha ido moldeando hasta dejarla en dos propuestas en su Plan de Garantía de Rentas: por un lado, una renta garantizada y, por otro, una renta complementaria. La primera buscaría colocar a toda la población por encima del umbral de la pobreza. La segunda estaría destinada a trabajadores de bajos ingresos, para que alcancen un nivel suficiente de bienestar.

En España las consecuencias pueden ser muy distintas a lo esperado en Finlandia, reconoce Fernando Losada desde las proximidades del Círculo Polar Ártico. La iniciativa ha sido ideada por el think tank Demos Helsinki para la Oficina del Primer Ministro. La política finlandesa busca ser experimental, subraya el instituto cuando explica por qué Finlandia sí está preparada para probar la renta básica. Productiva y experimental: ¿es todo lo que nos diferencia ?

RENTA BÁSICA EN ESPAÑA: ¿JUSTA Y VIABLE?

Los minuciosos cálculos del economista Daniel Raventós, promotor de la Red Renta Básica, le han llevado a liderar un lobby que defiende la medida como justa y, sobre todo, técnicamente viable. A su juicio, es solo un tema de redistribución de la riqueza, por lo que con una reformulación del Impuesto Sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) bastaría para que toda la población disfrutara de este complemento monetario incondicional.

Los economistas Daniel Raventós, Jordi Arcarons y Lluís Torrens han echado números y creen que España está en disposición de establecer una renta básica para mayores de 18 años de 7.471 euros anuales (622,5 euros al mes). Para los menores de edad, la paga asumible por el Estado sería un 20% inferior, hasta los 124,5 euros mensuales.

Esos 622,5 euros mensuales era el umbral de riesgo de pobreza en España para el año 2010, sin tener en cuenta Navarra y País Vasco. Los ricos ceden renta a los pobres y se consigue, según Raventós y compañía, una drástica reducción de la desigualdad de renta. "El índice de Gini disminuye más de 11 puntos, situándose en un nivel muy similar al de los países escandinavos", explica el economista catalán.

Esta redistribución de la renta ¿es excesiva y confiscatoria? Entre pobres y ricos se movería un 3,4% del PIB, "una cifra absolutamente razonable, muy por debajo de los siete u ocho puntos de menor presión fiscal de España frente a la media de la Unión Europea", explica Raventós, quien además pretende que su modelo extraiga la cantidad a repartir de las capas más ricas de la sociedad.

¡QUE TRABAJEN LOS ROBOTS!

Carl Frey y Michael Osborne, autores del premonitorio El futuro del empleo (Oxford, 2013), calculan que un 47% del empleo actual en Estados Unidos será desempeñado por máquinas en una o dos décadas. El 53% que seguirá en manos de los humanos serán tareas para las que se requiere inteligencia creativa y social. Dominar esas capacidades hará que los trabajadores ganen la carrera a las máquinas. ¿Pero y si la inteligencia artificial logra ocupar también ese espacio?

Cuestionada y reclamada a partes iguales, la renta básica incondicional goza de mayor aceptación a medida que los pronósticos sobre la destrucción de puestos de trabajo en una economía automatizada son más concretos. La Universidad de Oxford calcula que el 57% de la fuerza de trabajo humana en los países de la OCDE está en riesgo de desaparecer por los avances tecnológicos.

Moshe Vardi, profesor de Ciencias de la Computación de la Rice University, asegura que en los próximos 30 años las máquinas eliminarán el 50% de puestos de trabajo, una especulación recurrente en tiempos de crisis y sobre la que se proyectan las imágenes más agoreras en una suerte de ejercicio de ciencia ficción. Un mundo en que la máquina ocupa más y más espacio y, llegado el día, los robots hacen todo el trabajo hasta la completa automatización del planeta Tierra.

HOMBRES LIBRES O VAGOS

Dice, no obstante, Raventós que no eres libre si dependes de otro para vivir, "un pobre no puede ser libre", y sería útil para la emancipación material de las mujeres y recupera del exministro griego de Economía Yanis Varoufakis cuando asegura que la renta básica aumentaría mucho el poder de negociación de los trabajadores.

Los detractores de la renta básica incondicional la consideran el abono de sociedades vagas. El economista Juan Ramón Rallo ha dedicado todo un libro a deshacer el concepto: Contra la renta básica (Deusto, 2015). "No es el fin el que justifica los medios, sino que son los medios los que permiten justificar los fines: también en el caso de la redistribución estatal de la renta", dice quien quizá es uno de los más defensores más vehementes del liberalismo económico. "La solidaridad es un fin muy loable, pero no puede ser impuesta por la fuerza", zanja Rallo.

Desde Helsinki, Fernando Losada compara sus entornos en uno y otro país. "Es cierto que en España mucha gente a mi alrededor está desempleada", arranca. "Sé que en Finlandia también hay quien no tiene trabajo, pero no los conozco", enfrenta. "Lo habitual aquí es cambiar de empleo varias veces en un año si uno no está conforme o quiere mejorar", cuenta.

Coincidente con Juan Ramón Rallo, Oriol Amat, de Junts pel Sí, tampoco ve esta renta asumible en términos presupuestarios. La revista británica The Economist también se ha posicionado en contra, por el enorme salto en el gasto público que supondría el establecimiento de una renta básica universal, "incluso aunque se hiciera de forma muy eficiente", provocaría "efectos impredecibles sobre el crecimiento económico y la creación de riqueza", se lee en su número de junio pasado. "El derecho a una renta llevaría a los países ricos a cerrar las puertas a los inmigrantes o a establecer ciudadanos de segunda categoría sin acceso a la ayuda estatal", sostiene la publicación, opinión con la que concuerda José Carlos Díez, a cargo del programa económico del PSOE: "Si pones una renta básica ni el muro de Trump, tendrás que poner francotiradores".

Las máquinas cargarían con el trabajo duro y los humanos no estaríamos abanicándonos al sol pero sí disfrutaríamos de más ocio. El pronóstico lo hizo en 1930, otro tiempo de post convulsión similar al nuestro. Si entonces fueron los años siguientes a la Gran Depresión, estos son los años tras la Gran Recesión.

"La tecnología incrementa la productividad, pero el tema es cómo se distribuyen esas ganancias, lo que ya es un asunto institucional, de economía política", explica José Moisés Martín Carretero, economista y autor de España 2030: gobernar el futuro (Planeta, 2016). "Veremos nuevas fórmulas y concepciones de lo que significa tener un trabajo", señala, "y lo que parece evidente es que sin una fuerte red de protección social esta transformación puede llevar a una mayor fragmentación".

La suya es también la tesis del periodista económico Paul Manson, entre otros para los que la solución es empezar a desvincular el trabajo de los salarios. A su juicio y para liberarnos gracias a esta cuarta revolución industrial, se necesitará "una sabia combinación de renta básica pagada por los impuestos y una agresiva reducción de la jornada de trabajo, como predijo Keynes".

El norte de Europa va por delante de la curva: Suecia ha reducido la jornada laboral a seis horas. Pero en el resto del gráfico europeo, incluida España, el fin del trabajo sigue siendo solo un concepto futurista no exento de peligros, como los descritos por Aldous Huxley en su novela Un mundo feliz.