Renovadores de la permanencia
Radicales amagan rebelarse y peronistas se re-significan.
Por Jorge Asís
@JorgeZaínAsís
El bipartidismo fragmentario continúa inalterable. En el poder, el macrismo abduce a los radicales. En la desbandada opositora, el kirchnerismo neutraliza a los peronistas.
Los primeros, los radicales, muestran leves síntomas de rebelión. Se consuelan detrás de las posturas lúcidamente críticas del respetado Juan Manuel Casella, Caudillo de Avellaneda. En 1987, Casella perdió con dignidad con Antonio Cafiero, por la gobernación de Buenos Aires. Y en 1989, con la misma dignidad, cuando fue de candidato a vicepresidente con Eduardo Angeloz, perdió contra Menem-Duhalde.
Los segundos, los peronistas, intentan re-significarse por "definitiva vez". Ahora procuran la renovación a través del Grupo Esmeralda. Inspirados en el triunfo de Antonio Cafiero sobre Casella, le organizaron un homenaje. Casualmente 45 días después de publicar el portal "En el peronismo falta un Cafiero", cliquear.
El Caudillo de Avellaneda"Si al gobierno le va bien, es el triunfo de Macri. Si le va mal, es otro fracaso nuestro". Lo sintetiza la Garganta radical, en letal estado de impotencia partidaria (se enoja cuando desde aquí se habla del Tercer Gobierno Radical).
Desconforme, pero sin interlocución para la queja, la Garganta adhiere a las críticas de Casella. El Caudillo hace punta.
Sin embargo el obstáculo del radicalismo, en el TGR, no es sólo político. Es cultural. Ocurre que los radicales creen mayormente ser de centroizquierda. Progresistas en receso que se aferran a las invocaciones de Raúl Alfonsín, El Providencial. Por lo tanto les cuesta adaptarse al predominio de los "conservadores", que no son "balbinistas". Peor aún, se trata de la derecha no asumida, que se recubre con el gastado rótulo de la "nueva política". Según Casella "el presidente Macri se esfuerza por no aparecer como un neoliberal insensible". Lo logra.
Para colmo, esta derecha no asumida ni siquiera los tiene en cuenta. Le interesa casi un pepino "la doctrina" centenaria. Pero se los distinguió con puestos deseables. Embajadas y ministerios.
Y entonces, ante las "contradicciones y vacilaciones" del gobierno, "que no termina de definir su rumbo", para Casella "el radicalismo consiente".
Otro radical más pragmático y filo-macrista, a propósito de las rebeldías orales, agrega:
"No pueden quejarse, que no j..., si tienen más de lo que electoralmente aportan".
Teorema
Sin contar la cancillería, que es ontológicamente radical, los radicales mojaron cuatro ministerios.
Defensa, a cargo del riojano Julio Martínez, es el que "funciona mejor". Sobre todo "para los militares". Comunicación, a cargo del cordobés Aguad, El Milico, donde se encara la "epopeya de los celulares". Agricultura, lo único que funciona en la Argentina Pastoril, para el formoseño Ricardo Buryale. Y consta por último el Plan Belgrano, con rango ministerial. Se trata del caramelo de madera (ligeramente espolvoreado con azúcar impalpable) que se le entregó a Cano. Es el tucumano que se esmeró con eficacia en brindar la imagen más catastróficamente repulsiva del peronismo del norte.
Ahora Cano soporta que el gobernador Manzur, anteriormente tan denigrado, sea en la actualidad, para Macri, más importante que el propio Cano. Consecuencias involuntarias de la real politik, que espanta también a los radicales de Córdoba. Porque el gobernador Schiaretti es infinitamente más valorado -por Macri- que el conjunto pintoresco de medialuneros oficialistas en búsqueda de representación. Por lo tanto, la siguiente aseveración acongoja: "Los radicales fueron necesarios para que Macri llegara al gobierno. Pero para gobernar los peronistas son indispensables".
Teorema delirante que no trasciende sólo por Manzur o Schiaretti. Prende, además, en la provincia (inviable), Buenos Aires. Donde la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Flores, convoca a otro peronista, el mini-gobernador de San Miguel, Joaquín de la Torre, para aprovechar mejor el único ministerio que le habían dado a los radicales. Producción. Además, claro, de la vice-gobernación, sitio honorario conseguido gracias al apriete moral de Ernesto Sanz, la Eterna Esperanza Blanca.
Nostalgias de Cafiero
Aún sin Jefe, ni Conductor, el peronismo (invertebrado) -cliquear- demuestra que es el la invención ideológica más entretenida del continente. Pese al horror de Mario Vargas Llosa, pensador influenciado por Hugo Gambini y Fernando Iglesias. Contiene el peronismo una capacidad de re-significación estremecedora. De nuevo aspira a renovarse. Desde la permanencia.
De los cuatro o cinco mini-gobernadores del Grupo Esmeralda, Martín Insaurralde, El Jésico, mini-gobernador de Lomas de Zamora, aspira con más pergaminos a la gobernación de la provincia inviable. Su asignatura pendiente.
Insaurralde -virtual discípulo de Rossi- mantiene a su cargo la oficina de la calle Esmeralda. Junto a otros mini-gobernadores, como Katopodis, de San Martín; Zavaleta, de Hurlingham; Menéndez, de Merlo; convocaron a los nuevos gobernadores peronistas, en general de poder delegado, y a la nutrida militancia, al homenaje a Cafiero, en el aniversario de cuando le ganó a Casella. Fue en el hotel NH, que pertenece a un Gallego hegemónico. Muy amigo de Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol. El nostálgico encuentro renovador trascendió, además, porque Scioli, en solidaridad con Fernando Espinoza, Argentino Ledesma, no trepó al escenario donde se agrupaban los renovadores permanentes. Como el perpetuo Gildo Insfrán, o José Luis Gioja, presidente del PJ. Junto a dos sobrevivientes de la mitológica "cafieradora". Felipe Solá, hoy de La Franja de Massa, y Ginés González García, peronista cultural con el pase libre. Eufóricos, todos, junto a los nuevos renovadores. Los Esmeraldos.
La renovación de estos ascendentes muchachos mantiene algún sentido histórico si alcanzan a resolver el enigma insoluble del kirchnerismo, que los cruza de manera transversal. Patología que tiene que ver con la biografía de cada uno de los emotivos que se encantaban en el escenario. Sería un acto de innecesaria crueldad enumerar las posiciones ocupadas, durante la patología kirchnerista, por cada uno de los renovadores permanentes que se re-significaban.
El dilema debe centrarse, mejor, en el "difuso" más adelante. Espejismo estratégicamente diluido.
¿Qué hacer con La Doctora?
Una de dos. Al kirchnerismo se lo repele o se lo asimila. Y tratan de acomodarlo, si pueden, en la cola.
Si es por la agenda dominante del Grupo Clarín, La Doctora tiene que estar presa, según nuestras fuentes, a más tardar, entre octubre y noviembre.
Si es por la agenda de Macri, en cambio, La Doctora debe permanecer libre. Pero acotada entre procesamientos e indagatorias, al menos hasta las elecciones legislativas de 2017.
Trasciende que un poderoso traficante de influencias llegó hasta la máxima altura del poder para ofrecer un testigo fundamental para apresarla.
"No se confunda, no es nuestra enemiga", lo esclarecieron.
Emerge La Doctora como el insustituible factor de división. Para fragmentar aún más a los renovadores permanentes que pueden desembocar, con naturalidad, en la espesa Franja de Massa. La conduce, digamos, Sergio Massa. Es el "ventajero", el adversario que Mauricio se propone literalmente aniquilar. Como si se tratara de otro Francisco (De Narváez).