Relato del horror: Matías Bagnato cuenta por primera vez lo que él vivió la noche que masacraron a su familia
El único sobreviviente de la masacre de Flores se anima a contar lo que pasó, cuando toda su familia murió carbonizada.
Por Mariana Montero
Matías Bagnato es mi amigo. Y esta no es una nota, es una charla.
Nos sentamos, cenamos y en un momento él me dijo: "Te quiero contar todo lo que pasó como nunca la conté. Hasta hoy no pude hablar de cómo fue esa noche, lo tenía bloqueado; pero hoy quiero hablar y que vos lo escribas". Así, él empezó a hablar y yo, a escribir.
Matías Bagnato es el único sobreviviente de la llamada Masacre de Flores. El 17 de febrero de 1994 a las 3.30 de la madrugada un "monstruo" roció toda la casa con fósforo líquido y la prendió fuego. En ese infierno, murieron sus padres, sus hermanos, Fernando y Alejandro, y Nicolás Borda, un amigo de Alejandro.
Escuché los gritos de Fernando: "¡Me quemo, me quemo!" y a mi mamá que gritaba: "¡Con los chicos no! ¡Con los chicos no!".
Fernando Bagnato nunca quería dormir solo, tenía 14 años. Estaba aterrado por las incesantes amenazas de Fructuoso Álvarez González, socio y familiar lejano de papá Bagnato. Con una voz tenebrosa, González repetía: "Uhhhh... se murieron todos...están todos muertos... . Uhhh.... se quemaron todos".
- ¿Pero esa noche tu hermano decidió domir solo?
-Sí, Fer era el que más miedo le tenía al monstruo, sobre todo después de que atacó a mi abuela. Dormía conmigo. Eso me ponía loco porque yo quería tener mi privacidad. Pero esa noche, por desgracia, durmió solo. Terminó el partido de San Lorenzo y cada uno se fue a su cuarto: Ale, mi hermano de 9, con su amigo Nico se acostaron; mamá y papá, también. Antes de dormir aproveché para ir al baño a fumar un cigarrillo como hacía siempre. Cuando salí, mi vieja preguntó que era ese olor, me acerque a la puerta de la habitación y le dije que era desodorante de ambientes, que no "rompiera". Estaban los dos acostados, fue la última vez que los vi. Volví a mi dormitorio y, aunque nunca lo hacía, cerré la puerta y me dormí escuchando música.
A Fructuoso Álvarez González, en la casa de los Bagnato le decían "el monstruo" y eso que ni imaginaban lo que iba a ser capaz de hacer. Sí, era un monstruo. Sin dudas.
- ¿Y cómo fue que te despertaste esa noche?
-Estaba durmiendo y ni sabía qué hora era. Empecé a sentir un calor tremendo, estaba empapado y me resultaba imposible respirar, me estaba ahogando y me quemaba toda la piel. Escuché los gritos de Fernando: "¡Me quemo, me quemo!" y a mi mamá que gritaba: "¡Con los chicos no! ¡Con los chicos no!". Casi sin fuerzas abrí la ventana, tomé un poco de aire y levanté la persiana. Tiempo después supe que tener la cama ubicada debajo de la ventana fue lo que me salvó la vida. Ya con la persiana levantada, saqué medio cuerpo afuera y, prácticamente sin conocimiento, pude empezar a respirar; entraba algo de aire en mis pulmones. Pude ver en la calle a un vecino desesperado gritándome que saliera: "¡Matías salí, salí rápido! ¡Se quema todo!". Yo no entendía nada, esto no era verdad, esto no estaba pasando. Miré la ventana de la habitación de Fer, salía una llamarada de color azul que parecía un soplete. De golpe escuché un ruido terrible, como si se derrumbara todo. Me saqué la remera, tomé todo el aire que pude y mire hacia la puerta de mi cuarto, se veía luz por debajo. Le grité al vecino que mis papás estaban despiertos, que había una luz en su cuarto. No entendía que esa luz que yo veía por debajo de la puerta no era luz, era fuego. Yo lo único que quería era estar con mi mamá y mi papá y que me abrazaran. Tenía miedo, terror. Nunca en mi vida tuve una sensación así.
Matías no quería abandonar la casa, sabía que dejaba adentro a toda su familia. El humo negro era cada vez más espeso y el calor aumentaba, pero no le importó, no podía dejarlos ahí y decidió volver a buscarlos.
- Me tapé la boca y fui a buscar a mis viejos, la puerta se abrió con tanta fuerza como si explotara. Una llamarada gigante me prendió fuego el pelo y me tiró al piso. Mientras intentaba apagarme la llama de la cabeza, veía una lengua de fuego que trepaba por el techo de mi habitación, por el placard, por las paredes, por todos lados. Me desesperé. Empecé a gritar, no quería que vinieran a buscarme a mí, que estaba bien, prefería que salvaran a mis hermanos. "¡No vengan a mi cuarto. Yo puedo salir solo. Estoy bien!" . Les grité a todos, los nombré uno por uno, una y otra vez. Casi sin aire y sin voz no paraba de gritarles. ¡¿Me habrán escuchado? ¿Habrá escuchado mi mamá que yo estaba bien?
Yo sentía que me desmayaba, no respiraba bien, me ardía todo, me quería morir. Eso, me quería morir.
- A Fer fue al que mas llamé porque creía que estaba en su habitación que era al lado de la mía. Nunca me respondió, nadie me respondió, nunca jamás. El ruido era ensordecedor, vidrios que explotaban, cosas que se desplomaban. Es inexplicable todo lo que sentí en ese momento. No lo puedo poner en palabras.
-¿Vos todavía estabas en tu habitación, pero era imposible entrar al resto de la casa, tenías que salir sí o sí?
- ¡Claro! Y además no tenía aire. Si hubiese podido respirar, quizá no me tiraba e intentaba volver a buscarlos. Pero me ahogaba y el fuego me iba arrimando a la ventana, como si me expulsara de la casa. Me paré arriba de un cantero pero apenas salí se quemó la correa de la persiana que se derrumbó detrás de mí. Se cerró. Atrás quedó mi casa, el fuego, mi familia, el horror. Miré hacia abajo y la llama que salía de la ventana del comedor empezaba a incendiar las plantas del cantero donde yo estaba parado, me quemaba los pies. El fuego también empezó a salir por la ventana de mi cuarto y me quemaba la espalda. Me estaba quemando todo. Me estaba quemando vivo. Ahí fue cuando decidí saltar.
Matías decidió tirarse, pero un vecino le gritó que no lo hiciera porque Fructuoso había rociado también la vereda de la casa, también había fuego. Si se tiraba, se iba a quemar aún más. Todas las opciones para salvarse se complicaban, todas las puertas se cerraban. El "monstruo" había pensado en todo. Todo para que nadie se salve. Pero claro, subestimó la fortaleza de Matías. Sin recordar muy bien cómo, se colgó de una terraza vecina hasta que llegó un policía y lo ayudó.
- Cuando me pudieron descolgar de la baranda, fuimos al fondo de la terraza desde donde se veía la parte trasera de mi casa. Empezamos a gritarles a mis viejos que yo ya había salido y que estaban en camino los bomberos, que aguantaran. Solo quería que supieran que yo estaba bien y que enseguida nos venían a ayudar, a salvarnos y se terminaba toda esta pesadilla. Quería tranquilizarlos. La escena era indescriptible, las llamas salían por todos lados. Gritamos y gritamos. Nunca respondieron. Yo sentía que me desmayaba, no respiraba bien, me ardía todo, me quería morir. Eso, me quería morir.
- ¿Empezabas a darte cuenta que eras el único sobreviviente?
- No, la verdad es que todavía no lo sabía. No lo podía creer, ¿entendés? Era algo irreal. No podía ser todo tan trágico. El fuego salía por todas las ventanas de mi casa, no puedo describirlo. Ver tu casa con tu familia adentro quemándose y no poder hacer nada. Quería romper todo, pateaba los autos de la desesperación, me tenían que agarrar entre varios porque lo único que quería era volver a entrar y sacar a mi familia de ese infierno.
- ¿Te sentías culpable de haber salido?
- ¡Sí! ¡Claro! No entendía cómo había decidido salir de ahí, cómo los dejé adentro, cómo no hice nada. Eso me duró muchos años, muchísimos. Hoy entiendo que fue una reacción totalmente inconsciente y de supervivencia. No fue algo racional o pensado, fue instinto. Pero me costó mucho entenderlo así.
Hasta el olor del incendio tengo presente mientras te cuento todo esto y ni yo sé cómo soporté y soporto tanto, te juro. Por eso así, con tantos detalles, prefiero no contarlo nunca más .
- ¿Cómo terminó todo?
- Llegaron los bomberos, la policía y varias ambulancias. Me metieron en una y me dieron oxígeno, estaba con principio de asfixia. En un momento vi a un bombero que, desde la ventana del cuarto de mi hermano Fernando, movía la cabeza diciendo "no". Yo lo vi, decía que no, que no estaban vivos. Otro bombero se acercó a mí y me dijo que me calmara que no había nadie en la casa, que seguro se habían ido a comer afuera. Creo que fue en ese momento cuando empecé a entender que me había quedado solo para siempre.
El cuerpo de Alicia apareció en el baño, dentro de la bañera junto con el de Fernando, su hijo de 14 años. Matías cree que su mamá quería mojarlo para apagarle el fuego del cuerpo. Murió por asfixia intentando salvar a su hijo. "Era una leona y era hermosa", me contó Mati. La escena de una madre tratando de salvar a su hijo hasta el último segundo de vida es una de las demostraciones de amor más perfecto que puedo imaginar. Fer murió en la bañera en los brazos de su mamá. José murió agarrado de la reja de la ventana, intentando arrancarla para poder salvar a su familia. Ale y Nico fueron los únicos que murieron carbonizados. Los dos juntos, uno al lado del otro en las camas. Matías se conforma pensando que peor hubiese sido que alguno sobreviviera y sufriera el horror de pasar meses en terapia intensiva con todo el cuerpo quemado. También lo alivia pensar que cuando alguien se asfixia y se desmaya, ya no siente dolor. Solo para creer que no sufrieron tanto como uno puede imaginar.
- ¿Por qué quisiste contarme todo con tanto detalle Mati? Hablamos muchas veces de lo que pasó, pero nunca así. ¿Por qué decidiste recordar todo lo que pasó esa noche?
- ¿Sabes qué pasa? Si bien todo el mundo conoce mi caso, creo que lo que la gente ve o recuerda es mi pedido de justicia, pero muy pocos saben lo que verdaderamente tuve que vivir y lo horrorosa que fue esa noche. Quiero que todo el mundo sepa que este pedido eterno de justicia es por el infierno que vivimos, el infierno real y la muerte terrible e injusta que tuvieron mis viejos y mis hermanitos. Y que cuándo le decimos "el monstruo" no estamos exagerando en nada. La verdad es que recordar con tanto detalle esa noche es algo que me destruye, es inaguantable, pero es algo que venía pensando hace tiempo: algún día lo tenía que contar así. ¡Pero ya está! Es la última vez. Hasta el olor del incendio tengo presente mientras te cuento todo esto y ni yo sé cómo soporté y soporto tanto, te juro. Por eso así, con tantos detalles, prefiero no contarlo nunca más .
- Tenés un teléfono de los llamados "ladrillos", los que se usaban en esa época. ¿Por qué lo guardaste?
- Sí, tengo el viejo Movicom de mi mamá. Nunca se lo mostré a nadie porque es sin dudas lo más terrible que tengo de esa noche. Cuando la encontraron en el baño junto a Fer, mi mama tenía este celular en la mano porque habría intentado pedir ayuda, es lo último que tocó y por eso lo guarde. Me siento más cerca de ella cuando lo agarro. Lo que habrá sufrido en ese momento, me destruye cada vez que pienso en ese momento. Por favor, hasta acá, salgamos del momento del baño, por favor.
Paramos un rato, comimos un postre lleno de dulce de leche, hablamos de otras cosas. Matías fumó bastante. Y un rato más tarde decidimos seguir.
Él no va a parar hasta matar a toda la familia Bagnato.
- ¿Vos sentís que tu destino era no morir ahí, esa noche? No sé si creés en Dios, pero pensás que por algo tenés que estar vivo y fuerte como estas hoy?
-Siento que mi destino fue quedar vivo para hacer justicia, mejor dicho fue lo que junto a mi abu les prometimos a ellos. Aún hoy me da tanta bronca no haberlos podido rescatar con vida de ese infierno y todo lo que me cuesta lograr justicia. ¿Si creo en Dios? Me cuesta mucho, siento que si existiera un Dios no hubiera permitido que tres nenes tan chicos e inocentes tengan esta terrible muerte. No lo entiendo, me cuesta creer por todo lo que me tocó vivir y que tengo que soportar de la justicia de nuestro país. Digo, si hay un Dios ¿no es hora de que me deje vivir en paz? No es suficiente todo lo que tuve que aguantar y sufrir, ¿cuánto más? No, definitivamente no creo que exista un Dios.
- Pero sos fuerte para resistir...
Estoy destruido por dentro, amiga. Simulo ser fuerte y estar bien, es lo que me enseñó mi abu. No puedo fallarle a ella ni a mi familia, pero estoy muy cansado. Hoy, con mi abu tan viejita, no te das una idea los días que me paso llorando y hablándoles a ellos para que me den fuerza para aguantar un poco más. Ella es lo último que me queda en este mundo de mi familia y todos los días veo como se va apagando lentamente y como la justicia la destruye hasta en el final de su vida. Entendés lo que es que te maten a tu hija y a tus nietos y que todo el tiempo nos enteremos de que ese monstruo puede quedar libre. Ella tiene 89 años, ¿hasta cuándo tiene que sufrir así? Y vuelvo a lo que me preguntaste antes: cómo voy a creer que existe Dios
-Imaginemos que el Juez que debe fallar la libertad condicional o la extradición de Fructuoso González lee esta nota. ¿Hay algo que le querés decir?
-Que lea bien esta nota para que entienda, como te dije antes, por qué este monstruo no puede salir de la cárcel. Es capaz de cualquier cosa, ya lo demostró y ni quiero imaginar como saldría de ahí con tanto odio, mucho más del que tenía cuando entró. Destruyó todo, fue un horror todo lo que nos hizo. Y también le pido al juez que recuerde que apenas estuvo libre hace unos años, lo primero que hizo fue buscarme y decirme que me quemaría como al resto de mi familia. Me llamó a las 3.30 de la madrugada: a la misma hora del incendio.¿Entendés lo psicópata que es? Y sobre todo que le ruego y entienda que necesitamo, de una vez por todas, vivir en paz. Quiero que mi abuela termine su vida tranquila y no con el miedo de que nos venga a matar .
- ¿Vos pensas que si Fructuoso sale te va a ir a buscar?
-No tengo ninguna duda, somos su materia pendiente. Él no va a parar hasta matar a toda la familia Bagnato y sobre todo hoy que está completamente solo, sin ningún lazo afectivo fuera de la cárcel. Él ya no tiene nada que perder, su odio es tan grande y, como todo psicópata, no va a parar hasta terminar con lo que tiene en su mente podrida .
Matias Bagnato es mi amigo. Pero también es mi héroe, es la persona más valiente que conozco. Es un ejemplo de fortaleza, de valor, de perseverancia. Y juro que no exagero.
La noche del incendio era una noche de festejo. Mati había conseguido su título de auxiliar de abordo a los 16 años, él estaba feliz y sus padres orgullosos. La noche de festejo se transformó en la noche más trágica de la vida de la familia Bagnato.
Al término de esta nota, me llamó Berta, la señora que trabajaba en la casa de los Bagnato en esa época y hasta hoy cuida a la abuela de Matías. Ella también quiso participar y me mandó una foto del equipo de fútbol de Fernando todo quemado. Un recuerdo que guarda intacto desde esa noche hasta hoy.