Reforma constitucional: ¿a quién creerle?
*Por Edgardo Alfano. La política argentina no deja de sorprender, a propios y extraños. A 8 años de haber llegado al poder, el oficialismo está a punto de lograr la reelección de Cristina Kirchner con un porcentaje que ni los más optimistas hubieran imaginado meses atrás.
Por méritos propios y por una mano que le está dando la oposición, quebrada, dividida y con candidatos presidenciales que no lograron cautivar al electorado como alternativa de gobierno.
Ni Alfonsín, ni Duhalde, ni Binner, parecen estar en condiciones (según todas las encuestas) de arrimar votos para forzar una segunda vuelta. Es más, los números los dejan muy lejos de la Presidenta. Pero no es lo único que carga en su pesada mochila la oposición. Le han dado una mano más al gobierno kirchnerista. Lograron instalar, con mucha anticipación y sin el menor esfuerzo del oficialismo, un debate sobre la eventual reforma constitucional para lograr la reelección indefinida de Cristina Kirchner.
Todo comenzó con la denuncia de Elisa Carrió sobre una supuesta estrategia del socialismo y sus aliados del Frente Amplio Progresista, con Hermes Binner a la cabeza, para facilitar la reforma constitucional aunque el costo sea habilitar la reelección indefinida.
Binner terminó admitiendo el espíritu reformista de los socialistas y su intención de ir hacia un sistema parlamentario en la Argentina. Aunque también aclaró que se opone a la reelección indefinida.
Lo cierto es que Elisa Carrió mostró viejas y nuevas heridas que tiene con los socialistas y en especial con Binner, producto de una compleja relación que la Coalición Cívica tiene con esa fuerza en Santa Fe. Todavía está fresco el enfrentamiento a la hora de discutir un frente opositor de centro izquierda para las elecciones presidenciales.
También la espalda que muchas veces el socialismo le dio a proyectos de la Coalición Cívica en el Congreso.
Y en el último período las idas y vueltas que tuvo cuando Carrió impulsó la convocatoria a Sergio Schoklender para que informe, en un plenario de comisiones de Diputados, sobre el escándalo en la Fundación Madres de Plaza de Mayo con la construcción de viviendas.
Pero la oposición tiene otras fuerzas con representación parlamentaria, pese a que las presidenciales pueden provocar una sangría.
Hay radicales y peronistas disidentes que han tenido y tienen actitud reformista y ven con buenos ojos al sistema parlamentarista. Aunque piensan que no es momento para plantear este debate. Y creen que si el kirchnerismo llega a lograr que el Congreso habilite el debate por la reforma, nada le impediría colocar la cláusula de la reelección indefinida, más allá de lo que pueda argumentar Binner.
Si bien el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, salió a negar el tema, en el oficialismo las fuerzas están divididas, aunque saben que la decisión final pasará exclusivamente por la propia Presidenta.
Algunos consideran que hay que dejar las cosas cómo están y centrar las energías en lograr que CFK llegue al 2015 y al cierre de su carrera política con una buena gestión de gobierno.
Hay otros, los más ortodoxos del kirchnerismo, que creen que su proyecto debe tener una continuidad más allá del 2015 y que sólo CFK la puede garantizar.
De todas formas, ambos sectores consideran que mantener siempre latente la posibilidad de lograr una reforma de la Constitución, pondrá límites a los peronistas que puedan soñar con ser los herederos de Cristina.
En especial un puñado de gobernadores que consideran que tienen un futuro político abierto, fuera de las fronteras de sus territorios, para aspirar a la presidencia.
Jorge Capitanich de Chaco, Juan Manuel Urtubey de Salta o Daniel Scioli de Buenos Aires.
Aunque entre ellos también se quiere mezclar el ministro de Economía Amado Boudou, quien no terminará nunca de agradecer al destino el lugar que parece haberle reservado para después de las elecciones, tomando su origen ucedeísta y, sobre todo, teniendo en cuenta la opinión que Néstor Kirchner tenía de él.
Pero volviendo a la figura de Scioli, el gobernador cree que en algún momento le llegará el turno de quebrar el maleficio que indica que ningún gobernador de Buenos Aires puede saltar directamente a la presidencia.
Por lo pronto, Scioli tiene otros temas para preocuparse, como, por ejemplo, evitar que el cristinismo lime su poder para condicionar su casi seguro segundo gobierno provincial.
Quiere evitar que la Casa Rosada coloque sus delegados en puestos claves de la Legislatura bonaerense y, sobre todo, que su compañero de fórmula, Gabriel Mariotto, se convierta en una especie de interventor de Cristina Kirchner en la provincia.
Hay varios temas que ya provocaron cortocircuito entre Scioli y Mariotto, a quien la Presidenta terminó imponiéndolo en la fórmula a pesar de la oposición del gobernador.
Mariotto, que algunos en la provincia lo califican como un "gurka" del cristinismo, ya intentó (por ahora sin éxito) minar el proyecto de Regionalización de Scioli en la provincia, que plantea la creación de regiones autónomas para mejorar la administración pública y que tiene como cerebro al ex recaudador Santiago Montoya.
De todas formas el enfrentamiento con Mariotto no se limita a la Legislatura o a la gestión de gobierno. Y parece no tener fronteras, como lo demuestra el choque en terreno futbolístico. Mariotto viene fracasando, por ahora, en su plan por quedarse con la conducción del club Banfield, a través de Eduardo Spinosa. Las elecciones, que ahora están bajo la lupa de la Justicia, habían dado lugar a un nuevo período del actual presidente de Banfield, Carlos Portell, que tiene la bendición de Eduardo Duhalde y el guiño de Scioli.
En definitiva, peleas por espacios de poder en la política, sea provincial o nacional.
Disputas por un poder que Cristina Kirchner considera que tiene un solo dueño.