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Recluída y desesperada

La actriz no sale del departamento de su padre, ubicado en el límite de Palermo y Colegiales. La misma amiga que estuvo con ella antes del escandaloso encuentro con Martín Loustau, le hace lo mandados. El contacto personal con su familia es mínimo.

Después del cimbronazo que causó en su familia la publicación de sus encuentros clandestinos con Martín Lousteau, Juanita Viale (29) optó por instalarse en un departamento ubicado en el límite de Palermo y Colegiales, donde pasa sus días recluida y evitando la exposición mediática que tantos dolores de cabeza le ha traído. Si bien las fotos que la retrataron besándose con el ex ministro de Economía desnudaron en su modo de proceder cierta ingenuidad, ya que ambos estaban prácticamente a la vista de todo el mundo y cualquiera que pasara por allí los podía reconocer, la actriz no es ninguna improvisada cuando se lo propone.

Lo demuestran los movimientos, medidos y cronometrados, que se observan en el edificio que habita. Los que la conocen saben que, si fuera por su voluntad, no abandonaría la propiedad ni aunque se estuviese prendiendo fuego. "Está avergonzada, dolida, no quiere tener contacto con nadie", afirman. Un hecho que lo corrobora es la presencia, casi permanente, de una amiga que se dedica a realizarle las compras y a concretar todas las diligencias que a Juanita la obligarían a salir a la calle con frecuencia, algo que no desea y que, por ahora, ni evalúa. De todos modos, la necesidad de mantener fresco el lazo con su madre la invita a darse una vuelta, de tanto en tanto, por la casa de Marcela Tinayre, en Barrio Parque. Acostumbra hacerlo en horarios puntuales, cuando las posibilidades de pasar desapercibida son mayores y le permiten desplazarse sin preocuparse tanto.

El departamento que hoy alberga a Juanita pertenece a su padre, Ignacio Viale del Carril, quien es uno de los que concurren con más asiduidad. Otro que también aparece por allí es Gonzalo Valenzuela. Sí, aunque en principio el horizonte aparentaba nublarse sin retorno para la pareja, de a poco las charlas se van volviendo más periódicas, y al menos ambos mantienen un diálogo que hasta hace unos días era considerado prácticamente una utopía. El propio actor chileno se encarga, en sintonía con la política que instrumentó su mujer desde que se desató el escándalo, de ingresar al edificio calladito y disimulando. Si viene en moto, no se saca el casco hasta el momento de entrar, y si lo hace caminando trata de no llamar para nada la atención. Prácticas que, en definitiva, sirven sólo a medias ante Paparazzi...