Reclamos de soberanía argentina
En medio de "una retórica que cada día se está volviendo más agresiva entre Buenos Aires y Londres", es de imaginarse que el agua no llegará al río y se bajarán los tonos.
Recientemente hemos asistido a contemplar la habilidad Argentina en el Mercosur y la inteligente respuesta de sus partes y Chile por el tema de las banderas; la torpeza de los isleños al navegar con banderas propias cuando las Naciones Unidas no le han reconocido a los mismos como Estado ni lo ha hecho ningún país en el mundo. En esta coyuntura se les dio vuelta la tortilla. Por un lado, reavivó viejas asperezas de un conflicto que se dirimirá en otro tiempo y con otra estrategia de alto vuelo, porque ahora sólo le sirve al Primer Ministro de Gran Bretaña, David Cameron, al estilo de una desteñida Margaret Thatcher, para levantar un pecho que no es de panza caída. Sin embargo, tiene la trascendencia del más relevante signo político del Mercosur y Chile, en la integración que no sólo se profesa en la concepción, sino que se manifiesta en la unidad de acción.
En el entendimiento de que esta realidad sirve estratégicamente al Mercosur, las altas cumbres que ya no dividen aguas entre las partes, deben avocarse indefectiblemente a planificar en unión otra realidad latente llamada Antártida, donde sólo Argentina y Chile tienen títulos de soberanía sobre ella. Por ahora, el Tratado Antártico está congelado y no se puede retomar soberanía. Sin embargo, todo parece indicar que esta resolución de la pertenencia le cabrá decidirla al siglo XXI. Los recursos naturales de la Antártida no se podían explotar rentablemente, por eso esta postergación. Pero hoy, con el avance de la tecnología cada día será más rentable la extracción del petróleo y la explotación de sus riquezas minerales que son muchas y variadas. Alguna voz se alzó para decir que cuando esto ocurra -y no pasará mucho tiempo-, las grandes potencias se "ocuparán de lotearla''. Es de reconocimiento público internacional que Argentina tiene un reclamo sobre la Antártida aunque hoy sólo sea reconocido por Argentina y Chile y nadie más. El tema es que Inglaterra tiene la misma pretensión que nosotros. Cuando llegue ese tiempo deberemos estar enlazados en el Mercosur y mejor posicionados en el mundo, porque lo que hoy se ve como un problema será aumentado a la enésima potencia con Inglaterra. Necesitamos fortalecer el frente con el Mercosur más Chile y dar coherencia a la reciprocidad del apoyo común en el reclamo por el Atlántico Sur y en la Antártida, para tener situación en el negocio con la "desmejorada" Inglaterra (no es 1833), y la Unión Europea, por una porción en la Antártida y alguna de las islas o todas por el momento.
Este paso en un camino para legitimar todo es fundamental, porque el Atlántico Sur, con sus recursos naturales desde la pesca y otros, deberán servir a nuestro sur americano de manera equitativa. Brasil cargará, seguramente, con toda su fuerza en la pretensión de ser potencia entre los cuatro o cinco países más importantes del mundo, pero un requisito insoslayable es que "para ser una potencia mundial es necesario dominar el mar que tiene enfrente. Argentina y Chile son enlaces para que todos los países integrados en esta alianza del Sur gocen del justo beneficio porque ellos carecen de títulos. Brasil, que hace punta, tiene fuerza y riqueza. Uruguay da muestras de tener claro su devenir. Más allá de su importancia, hoy el tema de las Malvinas Argentinas discurre simbólicamente con fuerza y energía, con muestras de patriotismo y banderas de no renunciamiento, pero la oportunidad del reclamo se deberá acrecentar contundentemente en el momento oportuno sobre la mesa de negociaciones, que definirá su curso, y debe construirse porque ese momento llegará ineludiblemente, y ya no estamos aislados.
En el entendimiento de que esta realidad sirve estratégicamente al Mercosur, las altas cumbres que ya no dividen aguas entre las partes, deben avocarse indefectiblemente a planificar en unión otra realidad latente llamada Antártida, donde sólo Argentina y Chile tienen títulos de soberanía sobre ella. Por ahora, el Tratado Antártico está congelado y no se puede retomar soberanía. Sin embargo, todo parece indicar que esta resolución de la pertenencia le cabrá decidirla al siglo XXI. Los recursos naturales de la Antártida no se podían explotar rentablemente, por eso esta postergación. Pero hoy, con el avance de la tecnología cada día será más rentable la extracción del petróleo y la explotación de sus riquezas minerales que son muchas y variadas. Alguna voz se alzó para decir que cuando esto ocurra -y no pasará mucho tiempo-, las grandes potencias se "ocuparán de lotearla''. Es de reconocimiento público internacional que Argentina tiene un reclamo sobre la Antártida aunque hoy sólo sea reconocido por Argentina y Chile y nadie más. El tema es que Inglaterra tiene la misma pretensión que nosotros. Cuando llegue ese tiempo deberemos estar enlazados en el Mercosur y mejor posicionados en el mundo, porque lo que hoy se ve como un problema será aumentado a la enésima potencia con Inglaterra. Necesitamos fortalecer el frente con el Mercosur más Chile y dar coherencia a la reciprocidad del apoyo común en el reclamo por el Atlántico Sur y en la Antártida, para tener situación en el negocio con la "desmejorada" Inglaterra (no es 1833), y la Unión Europea, por una porción en la Antártida y alguna de las islas o todas por el momento.
Este paso en un camino para legitimar todo es fundamental, porque el Atlántico Sur, con sus recursos naturales desde la pesca y otros, deberán servir a nuestro sur americano de manera equitativa. Brasil cargará, seguramente, con toda su fuerza en la pretensión de ser potencia entre los cuatro o cinco países más importantes del mundo, pero un requisito insoslayable es que "para ser una potencia mundial es necesario dominar el mar que tiene enfrente. Argentina y Chile son enlaces para que todos los países integrados en esta alianza del Sur gocen del justo beneficio porque ellos carecen de títulos. Brasil, que hace punta, tiene fuerza y riqueza. Uruguay da muestras de tener claro su devenir. Más allá de su importancia, hoy el tema de las Malvinas Argentinas discurre simbólicamente con fuerza y energía, con muestras de patriotismo y banderas de no renunciamiento, pero la oportunidad del reclamo se deberá acrecentar contundentemente en el momento oportuno sobre la mesa de negociaciones, que definirá su curso, y debe construirse porque ese momento llegará ineludiblemente, y ya no estamos aislados.