Recetas y conjuros para pasar la crisis
*Por Hugo Caligaris. Sábado. ¡Qué desgracia, parece que la crisis llegará justo en un año sin elecciones! No es sólo por votar, que últimamente se volvió un problema, sino por esa sensación de protección que uno tiene a lo largo de toda la campaña.
Uno se siente parte de una armada invencible, tiene fe en el futuro, sabe que no lo traicionará el desodorante. Lo sabe porque se lo dicen: "Usted está bien ahora, es sexy, fuerte, hermoso, con una pinta que raja la tierra, gana muchísimo dinero. El mundo entero está a sus pies: ¿no se da cuenta de cómo lo admiran?"
Estos mensajes tonificantes provocan justo el estado de ánimo que hace falta para enfrentar una crisis tamaño elefante africano como la que está a punto de saltarnos encima. Pero acá llueve pan cuando estamos de dieta. Hasta octubre estaba todo bien. Ahora el porvenir se cubrió de malos presagios y como las elecciones ya pasaron nadie nos mima ni nos levanta el ánimo. Hablo en nombre de un pueblo, perdón por la osadía: me parece que de golpe dejamos de ser interesantes.
¿Cómo lo noto? No sé, por ciertos indicios. Antes nos regalaban la luz y el gas, los aumentos de sueldo no tenían techo, en los bancos había dólares baratos, ofrecían créditos para comprar toda clase de cachivaches. Ahora cortaron los subsidios, parece que Moreno dejará el Indec, con lo que la inflación se irá a las nubes, quieren ponerles límite a las paritarias, ahorran incluso con la fiesta de la reasunción presidencial y como si fuera poco cerraron Tecnópolis. ¿No es deprimente? Posiblemente sí, pero quizá no había más remedio. Chacachán, chacachán: viene la crisis y hay que recortar gastos. Y para colmo las elecciones ya pasaron: qué depresión, qué coincidencia triste y lamentable.
Es obvio que la gente no puede esperar ayuda de afuera para la tormenta que viene. Si al menos Dominique Strauss-Kahn siguiera manejando la economía del mundo habría una esperanza. El quería "una globalización con rostro más humano" y decía que el Consenso de Washington "ya es historia", pero por alguna razón dejaron de creerle y ahora la fórmula de Occidente es la de ajuste más ajuste. Aunque digan que no, acá están importando la receta. El modelo argentino encogió de un día para el otro. Es como la malla del año pasado: para caber en ella hay que meter la panza para adentro y ajustar las presillas. Aumentan los impuestos, aumentan los transportes, el pan dulce se vuelve una utopía... ¡y para llegar a las siguientes elecciones hay que pasar todo 2012, el año en que se acabará el mundo! ¿Llegaremos a ver la aurora de 2013, disfrutaremos otra vez de las tonificantes promesas de campaña? Nadie lo sabe, pero como quiera que sea hay que seguir viviendo.
Magos y quiromantes han comenzado a difundir por Internet recetas para achicar los gastos del hogar sin sufrir demasiado, conseguir empleo y vender más aunque haya menos ventas. Esta es la que nos ha parecido más convincente, y está prescripta "para que salgan de su escondite y se retiren todos los enemigos físicos o mágicos que traban nuestra economía".
Hace falta canela, ruda, vinagre de alcohol, siete crayones de cera de diferentes colores, siete hojas de "papel vegetal" (esto nos ha parecido confuso: en el fondo, ¿no son de origen vegetal todos los papeles?), tres hojitas de muérdago, un cordón negro con siete nudos, una bolsita de tela blanca y una vela, blanca también. Hay que encender la vela un día martes y escribir en cada hoja con un crayón distinto una palabra que encierre un exorcismo (por ejemplo, "vade retro, De Vido", "atrás, Boudou" o "detente, inflación"). Después se meten todos los papeles y la ruda en la bolsita, se la rocía con el vinagre y la canela, se la ata con el cordón de siete nudos y se la tira violentamente a la basura.
Para conseguir trabajo, se recomienda escribir el nombre del candidato y la fecha en que presentará la solicitud y el CV en un papel y sumergirlo en un vaso con agua azucarada. También hay otra forma, tal vez más pegajosa. Consiste en darse un baño de café antes de irse a dormir, durante nueve días consecutivos. De optar por este hechizo, se recomienda "conseguir una sábana vieja, a efectos de no manchar la cama".
Esto es para los comerciantes que vean reducida su clientela por causa de la crisis: cuando abran su negocio, derramen en el umbral de la puerta un cuarto de taza de azúcar. Llamamos la atención del intendente: este método también puede ser útil para alejar a los manteros de la calle Florida, ya que con el verano tórrido que se anticipa el azúcar atraerá moscas y todo tipo de insectos que espantarán a los vendedores ilegales y empujarán a los paseantes al interior de los locales legítimamente establecidos. Una vez adentro, comprarán algo para disimular y saldrán después a la carrera, espantando a su paso a las alimañas.
Posiblemente, los lectores consideren ridículas estas medidas. Si es así, deben pensar dos cosas: primero, que esta columna se llama De no creer . Segundo, que los economistas titulados tampoco tienen la menor idea.