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Rebeldías cuando empieza la carrera

*Por Eduardo Van Der Kooy. Con la elección de hoy en Capital arranca un tramo político muy importante. Podría empezar a perfilarse el escenario final para las presidenciales. La campaña porteña se nacionalizó. Pero la Presidenta no intervino. En el peronismo siguen los coletazos por el armado que hizo Cristina.

Hay suaves remolinos en el peronismo que hace pocas semanas no existían. Hay señales de disgusto en el amplio territorio oficialista, incluso en kirchneristas, que ya no se ocultan como antes. Esas novedades no parecen llegar en un momento oportuno para Cristina Fernández.

¿Por qué razón los respingos? Por el modo en que la Presidenta resolvió el armado electoral para octubre. Por el modo personalista, aunque también por el fondo: hubo un relegamiento peronista y una entronización de La Cámpora. En silencio, Cristina urdió una trama política novedosa para apuntalar su proyecto de reelección.

No queda claro aún, en cambio, si previó algunas consecuencias.

La revulsión sucede cuando empieza a desarrollarse un tramo clave del proceso electoral en la Argentina. La votación de hoy en Capital para elegir jefe porteño, con un anunciado balotaje –según las encuestas– el último domingo de este mes. En el medio asoma la elección a gobernador en Santa Fe, donde el socialismo de Hermes Binner hace punta. Luego llegará el turno de Córdoba, sin candidato kirchnerista y las internas abiertas, simultáneas y obligatorias del 14 de agosto. Puede que se trate de un recorrido poco halagador para Cristina y su Gobierno.

Ese capítulo de un mes y medio podría permitir verificar, entre tantas, tres cosas. El verdadero humor social de los argentinos, ajeno aún al desafío electoral. Se advirtió en la híbrida campaña en Capital. También, el real potencial de la Presidenta que las encuestas ubican en niveles elevados. Por último, conocer si la sobreoferta de la oposición tenderá a acotarse en un par de preferidos, o si ese voto seguirá diseminado para allanarle a Cristina el camino de la reelección.

Las quejas, los reclamos y hasta algunos portazos cobraron intensidad. No es moneda corriente en el peronismo resignar candidaturas. Lo hizo Carlos Verna, en La Pampa, como postulante a la gobernación. No aceptó imposiciones de Cristina. Lo propio ocurrió con el sindicalista Juan Carlos Schmidt, hombre cercano a Hugo Moyano, en Santa Fe. El detonante fue en esos casos la intromisión de La Cámpora. Antes se había producido la ruptura en Córdoba, por motivos similares, con José Manuel de la Sota. Nadie podrá negarle al peronista cordobés su elasticidad para cualquier negociación. Pero las exigencias de los K colmaron su paciencia.

El último desencuentro ocurrió con el mandatario de Salta, Juan Manuel Urtubey. Pero en ese desencuentro confluyeron múltiples factores que no tuvieron relación, solamente, con la construcción electoral. Afloraron viejos problemas irresueltos del Gobierno que se vienen repitiendo –y agravando– desde el 2005. Esos problemas tienen que ver con las deficiencias en la política energética que se descubren cada vez que una ola de frío atraviesa el país.

Salta produce el 18% del total del gas que consume la Argentina. Absorbe para la demanda doméstica una parte ínfima. La semana anterior Enargas dispuso de modo unilateral una fuerte baja de presión en un caño troncal que no sólo afectó a las industrias de la provincia: dejó sin suministro a miles de domicilios. Urtubey recurrió a la Justicia y generó una fricción política con el gobierno de Cristina.

El gobernador tuvo que capear el enojo de los salteños y, desde hace rato, trata de moderar a los propios productores de gas. ¿Por qué motivo? El Gobierno les abona a ellos cuatro veces menos el metro cúbico del fluido respecto del que importa de Bolivia. La extracción ocurre en la misma zona geográfica.

Las industrias de Salta, como las del resto del país, padecen los cortes de gas cuando arrecia el frío. O son pasibles de severas multas no bien consumen por encima de las pautas dictadas por Enargas. Desde hace varios años, de esas multas se hace cargo el gobierno salteño. Una compensación que suele desagradar a Julio De Vido.

La política, por supuesto, siempre mete la cola. Urtubey tuvo una ventaja sobre algunos de sus pares. Su reelección como gobernador sucedió en marzo, cuando Cristina – más allá de lo que dijo– no tenía definida su candidatura ni el diseño electoral. Así y todo compitió contra una lista K, que contó con el auspicio de Moyano y De Vido.

De todos modos, no logró evitar las presiones de la Casa Rosada para la integración de las listas nacionales. Aunque logró sortearlas con mayor decoro. En los cuatro primeros lugares colocó a políticos de su confianza y a un ultra K. El integrante de La Cámpora quedó como primer suplente.

Ese joven, como en otras provincias, tiene sus antecedentes políticos en la extinta UCeDé.

Quizás el pecado mayor de Urtubey no haya sido nada de todo aquello. Su osadía fue proclamar, hace meses, la ambición presidencial para el 2015 . Un límite en el tránsito que imaginan Cristina y el kirchnerismo, si al final vencen en octubre. El plan de ellos es la continuidad, a través de la posibilidad de una reforma constitucional o del hechizo político que sea.

El primer ladrillo de la hipotética construcción ya fue puesto. La nominación de Gabriel Mariotto como candidato a vicegobernador de Buenos Aires encierra una amenaza inconfundible para las aspiraciones de Daniel Scioli. El actual mandatario esperó que Cristina abdicara para convertirse en heredero. Fracasó. Soñó con macerar ese proyecto en el segundo turno en Buenos Aires. Pero el acompañamiento de Mariotto lo empujaría a otra frustración.

Scioli tuvo la semana pasada un anticipo de lo que vendría, si gana, después de diciembre. Hizo un plenario con Mariotto y con los jóvenes de La Cámpora.

La primera objeción que escuchó refirió a la Policía bonaerense y a la política de seguridad . La ofensiva que lanzó hace tiempo contra él Nilda Garré volverá sin remedio. El cerco contra Scioli podría ser un beneficio, tal vez, para los planes de Urtubey. Pero en el recorrido del gobernador de Salta también lloverán piedras. Su futuro es incierto, como el de todos en el peronismo.

Garré fue la ministra nacional que más dio la cara en la complicada campaña de Daniel Filmus para intentar arrebatarle a Mauricio Macri el gobierno de la Ciudad. El auxilio por la inseguridad llegó tarde y con un penetrable tufillo electoral. Resulta extravagante andar por los barrios del sur porteño y observar cómo los gendarmes y los prefectos se cruzan con la Federal y la Metropolitana. No existe plan ni colaboración de las partes –que Macri reclamó– para un conflicto estratégico, donde el valor en juego es la vida o la muerte.

Sólo hay improvisación y mezquindad.

El jefe porteño debería estar agradecido, en algún punto, al gobierno de Cristina.

Desde el poder K crearon las condiciones adversas que debió soportar Filmus . El caso de Sergio Schoklender y las Madres de Hebe de Bonafini. El escándalo en el INADI. La represión a los docentes de Santa Cruz en las puertas del Ministerio de Trabajo. El compañero de fórmula del senador es Carlos Tomada.

En ninguno de esos descalabros podría cargarse culpas al candidato K. Pero, quizá, las cosas sucedieron así porque él mismo aceptó sin chistar reglas estrictas de juego que estableció la Presidenta. Desde aquella unción como candidato, propia de una monarca, hasta el sesgo de la campaña. En toda esa campaña Cristina brilló por su ausencia.

Filmus habría sido víctima de su propia debilidad.

Macri casi no tuvo que rendir cuentas por los errores e incumplimientos de estos cuatro años. Tampoco pagó un precio excesivo, al parecer, por su serpenteo político. Lanzó sin demasiada convicción su proyecto presidencial que declinó apenas advirtió que, para esa lucha, las encuestas no le sonreían. Todos los trabajos de opinión pública, aunque con distintas diferencias, le conceden para la elección de hoy en Capital una clara ventaja sobre el segundo.

Ese segundo es Filmus, aunque la discusión no está cerrada.

Pino Solanas aparece distanciado, pero ningún pronóstico definitivo puede darse hasta que no se abran las urnas. El cambio de la competencia presidencial por la jefatura porteña no le habría dado al diputado de Proyecto Sur la inyección esperada. Los restantes postulantes cabalgarían más lejos.

La discusión que resta ahora se vincula con el casi seguro balotaje. La incógnita radica en saber qué diferencia obtendría Macri sobre el segundo. Los especialistas señalan que una distancia de 10 puntos o más sería ilevantable para Filmus. Otro cantar podría ocurrir si en el segundo escalón irrumpiera Solanas.

"Habría que barajar y dar de nuevo" , explicaba un veterano y confiable encuestador. Nada es imposible, sin embargo, cuando la ciudadanía se expresa con libertad. La gobernadora reelecta de Tierra del Fuego, Fabiana Ríos, lo sabe: remontó una desventaja de casi 10 puntos en la segunda vuelta contra la ultra K Rosana Bertone.

Los porteños se vieron privados otra vez, como sucede desde años, de poder discutir sus problemas, de trazar algún horizonte para la Ciudad. La campaña volvió a nacionalizarse por imperio de Cristina y, sobre el final, también por conveniencia de Macri. El kirchnerismo desplegó toda la arbitrariedad contra sus adversarios. O sus enemigos, como más le gusta calificarlos. Una marca de su tiempo en el poder que ha hecho de la política una geografía pobre e inhóspita.