DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Razones para merecerlo

*Por Héctor Ciapuscio. Hace dos semanas se realizó en la Academia de Letras el acto de oficialización de una iniciativa pública, suscripta por personalidades de nuestro país y del exterior, para que el comité noruego específico considere la candidatura de Daniel Barenboim para el Nobel de la Paz 2011.

Este premio, invalorable como es, es considerado (como el de Literatura) uno de los pasibles a intereses subjetivos o políticos en su atribución. Para dar ejemplos: se le concedió el de 1906 a Theodore Roosevelt, un imperialista que como secretario de Marina norteamericano motorizó la tramposa declaración de guerra por Cuba a España en 1898. A Gandhi, propuesto cinco veces, no se le dio nunca. Últimamente lo obtuvieron, con críticas, Al Gore por mérito de ambientalista y luego Barack Obama por sus discursos pacifistas. Quiero significar con estos antecedentes lo difícil que será el éxito de la presente propiciación del premio para nuestro compatriota.

Datos básicos. Barenboim nació en Buenos Aires en 1942 y fue llevado por su familia a Israel a los 10 años. Se lo consideró ya aquí un prodigio infantil como pianista. A partir de sus estudios en varios países, principalmente en Francia y Alemania, se consagró como ejecutante y director en Europa y América. Su fulgurante carrera en ambos papeles le deparó honores a lo largo de la vida en los escenarios mayores de la cultura internacional. Hoy aspiran a su presencia en la dirección de orquestas estelares los escenarios más exigentes. Y, en otra de sus capacidades, la de pensador y humanista, una militante filosofía acorde con el texto de Friedrich Schiller en la Novena Sinfonía de Beethoven ("Alles Menschen werden Bruder" –todos los hombres serán hermanos–) lo ha proyectado a presencia política internacional.

Su instrumento, inteligente y vivo, se llama "West-Eastern Divan" (Diván occidental-oriental), la orquesta que integró –según idea compartida con el gran pensador palestino Edward Said– con músicos juveniles de diversas nacionalidades, árabes y judíos la mayor parte. La idea de ambos amigos, que comenzaron la empresa en 1999 y la afincaron en Sevilla, fue que los destinos de sus dos pueblos, el judío y el palestino, están inextricablemente unidos y el bienestar de las gentes de uno debe ser común con el del otro. Conscientes de que las actividades del "Diván" no serán lo que traiga la paz entre ambas comunidades, sostuvieron siempre que sin embargo puede arrimarle a cada una la necesaria comprensión, el deseo de escuchar la narrativa del otro y aceptar más pronto su legitimidad.

Los jóvenes músicos de la orquesta emocionaron aquí cuando, agosto del 2005, ofrecieron en el Colón un festival centrado en obras de Mozart, Mahler y Wagner. Y, más cercana todavía, su generosa presencia en la noche de Año Nuevo 2007 frente al Obelisco ofreciendo el concierto titulado "Tango sinfónico" conmovió a porteños y provincianos con nostalgias de "El día que me quieras" y "Adiós Nonino".

La orquesta integradora "Diván occidental-oriental" ha corporizado con seres humanos la sustancia de ideas que trascienden lo artístico y muestran la estructura ética del pensamiento de Barenboim. Y, quizá lo más singular de su personalidad: la firmeza de carácter, algo que ya había mostrado en circunstancias anteriores, como cuando en el 2001 y en Jerusalén defendió la música de Wagner –favorita del nazismo y de Hitler– en un escenario poblado de indignados antinazis y antiwagnerianos. Éste es un ejemplo, pero hay otro más reciente que se refiere a un tema que está entre los desafíos políticos de este tiempo: su cruzada por el acercamiento entre el pueblo israelí y el palestino.

Una manera de mostrarla es comentar el ciclo de conferencias Reith proyectadas a través de la BBC de Londres en el 2006 y en cinco lugares distintos (Londres, Chicago, Berlín, Ramallah y Jerusalén). Veamos, por razones de espacio, sólo un asunto que estuvo en la última exposición del ciclo, el de la integración cultural de israelíes y palestinos. La cuarta conferencia, que debía realizarse en Ramallah, debió darse en Jerusalén (pero fuera de la Ciudad Vieja, en sitio poblado por palestinos) por motivos de tensiones en el West Bank. La presentadora explicó que la figura de Barenboim era controversial en esa parte del mundo pero que, judío cuya familia hizo hogar en Israel cuando tenía diez años, él creía firmemente que la música tiene el poder de unir a los pueblos y por eso en ella podía darse un campo para la comprensión entre los dos países. La charla se titulaba "El poder de la música" y él estaba allí para explicarlo. Así lo hizo en la primera parte, pero en la segunda se explayó en ideas que, como un mínimo ejemplo de su franqueza y tono y obviando el serio debate a que dieron lugar, se reseñan aquí.
Hablando sobre el Estado israelí, Barenboim expresó que el sionismo, que fue en su origen una idea judía europea, no debe ser algo fijo, no puede ir contra la naturaleza de la vida, porque la vida significa cambios. Algo que en el caso quiere decir el desarrollo de la idea de que, en su contexto geográfico y cultural, Israel no se mantenga en la región como un país extranjero, inspirado por Europa, sino que se convierta en parte solidaria del Oriente Medio. Siendo así estimaba esencial, por ejemplo, integrar la cultura musical árabe en la rica pero menguante vida musical occidentalizada de Israel. Por esas razones, explicó, iba a donar la suma total del premio otorgado por el Centro de la Comunidad Judía de Frankfurt y la destinaría al estudio y la investigación de la música clásica árabe en Jerusalén, precisamente.

Insistió en que se debe reflexionar acerca del hecho de que si bien la idea sionista fue judío-europea, el Estado de Israel no está en Europa, está en el Oriente Medio y, por consiguiente, si Israel quiere tener su hogar permanente en él debe convertirse en parte de ese Oriente Medio. Y debe ser consciente de la cultura que existió aquí y no pretender, como lo ha hecho desde hace largo tiempo, que este lugar era un desierto y algo culturalmente incultivado. Para el futuro de Israel es necesario, dijo, que los israelíes abran sus oídos a la cultura árabe. No se trata de negar las raíces europeas sino de enriquecer y aumentar la herencia europea colocándola codo a codo con la herencia medio-oriental. De no ser así, el Estado de Israel será por siempre un cuerpo extraño y, como tal, su futuro en la región será inestable, porque un cuerpo extraño puede existir en una sociedad, o en la música, o en un ser humano, pero sólo por una limitada cantidad de tiempo.

Quizá podemos convenir en que la visión que expuso y defendió en esta conferencia en pro de una armonía en las relaciones entre israelíes y palestinos –que expresa también la creatividad del "Diván occidental-oriental"– hay razones de mérito para la candidatura de Daniel Barenboim al Nobel de la Paz.