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Razones del cristinismo agresivo

* Por Rodolfo Gil, ex embajador argentino ante la OEA. La estrategia presidencial de "mucho palo y poca zanahoria" busca rediseñar el mapa de relaciones de fuerza dentro del oficialismo para lograr un cambio de envergadura en él. Lo menos que se le puede achacar a esta visión es su falta.

http://www.horaciocardo.com

 Hasta hace muy pocos días la política del kirchnerismo nos enfrentaba a un hecho paradojal . Por una parte, las encuestas preelectorales marcaban una posición predominante de CFK con vista a las elecciones de octubre. Por la otra, y desafiando toda lógica, la Presidenta y sus seguidores, en lugar de administrar una suerte de pax justicialista entre los diversos sectores internos que le asegurara una navegación tranquila hasta octubre, se embarcaban en una suerte de gesta refundacionista.

Hasta ese momento el sustento politico-social del gobierno de CFK residía en tres pilares.

Los movimientos sociales, el sector mayoritario del movimiento obrero organizado y las jefaturas territoriales . La pregunta entonces es ¿por qué, si esos eran los pilares de la fortaleza política del Gobierno, es que se los agredió justo en un momento electoral que es cuando habría que agregar? Salvo el caso de la mayoría de los movimientos sociales, que son masa de maniobra política por su dependencia del Estado, en los otros dos supuestos, sindicatos y territorios, con márgenes de autonomía, el cristinismo desarrolló políticas de distinto nivel de agresividad .

El objetivo último de ello sería el rediseño del mapa de relaciones de fuerza al interior del oficialismo para producir un cambio de envergadura en la naturaleza de ese conglomerado. A esta visión, lo menos que se le podría achacar es su falta de timing.

Esta estrategia de mucho palo y poca zanahoria hacia el peronismo conlleva la idea de congraciarse con sectores no esquivos a la coalición de gobierno -pero muy reactivos a la estética peronista- para asegurarse el ganar en la primera vuelta. Pero no se agota allí. Muy por el contrario, apunta a la refundación del sistema político argentino a partir de la construcción de una nueva fuerza política (llamémosle provisoriamente "cristinismo") conducida por un sector autodenominado "progresista" y donde el peronismo dejaría de ser la fuerza dominante, a pesar de su importancia cuantitativa. Algo así como "nosotros ponemos las ideas y los rostros, ustedes pongan los votos, pero eso sí ... déjense ver poco".

Esta concepción tiene su argumento fuerte en lo que sería el carácter desequilibrante del liderazgo de CFK, con capacidad, por sí solo, de asegurar una suerte de victoria electoral permanente . De allí al alineamiento automático del PJ y su sometimiento a nuevas concepciones y liderazgos, donde se diluya la presencia política peronista en el escenario nacional, hay sólo un paso. Un perfecto contrato de adhesión. Eso no es una novedad en la historia del kirchnerismo.

La empatía de Néstor y de Cristina, sin dejar de anotar sus diferencias particulares, con el peronismo de verdad ha sido, y es, escasa .

Los Kirchner han basculado, según cotizaran sus acciones, entre el intento de redefinir su naturaleza y sus alianzas políticas y sociales -y por ende del mapa global de la política argentina- en los tiempos de auge al refugio en la estructura "pejotista" como última línea de defensa, en los de baja. Como ejemplo valgan los intentos de Néstor de transversalizar la política argentina, diluyendo el rol del peronismo, desde los albores de su ascenso a la primera magistratura hasta la derrota del 2009, donde decidió reasumir la presidencia del PJ a la cual había renunciado.

La impronta CFK es más ideológica y cultural en este sentido, por lo tanto más dura en su conceptualización y en su implementación ; por ende más resistente a las rectificaciones. Néstor, que no se guiaba tanto por premisas ideológicas, sino por una férrea voluntad de construcción de poder, tenía una aproximación diferente al problema. Pero en la conducta política de ambos podemos encontrar un hilo conductor: a mayor fortaleza de su liderazgo, mayor distancia de las estructuras clásicas del peronismo.

Las recientes derrotas electorales del cristinismo sugerirían la necesidad de que realizase una introspección profunda y de búsquedas de respuesta para los tiempos que vienen, que no se encontrarán en Laclau y Mouffe.

Pero no seamos demasiado optimistas. Más allá de que CFK triunfe o no en octubre, el Gobierno no parece contar ni con las herramientas ni con el personal idóneos para abordar los serios desafíos domésticos que están y los que se vienen . Mucho menos para interactuar en una escena global compleja y transicional, donde las certezas se han esfumado. Los humores sociales, también, están mutando y no precisamente en la dirección de la "profundización del modelo".

Los jefes del peronismo, como de costumbre, ya lo han percibido y empiezan a actuar en consecuencia, más allá de que los tiempos de la construcción de una nueva mayoría partidaria coincidan o no con los electorales.