Rayuela, de Cortázar: a 50 años del primer juego literario
Revolucionó la literatura latinoamericana, y medio siglo después, sigue presente en nuevos y viejos lectores. Hoy, en DiarioVeloz, un homenaje.
@carugrisel
"La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores", enseña el capítulo 36 de la novela de Julio Cortázar, que ayer cumplió 50 años de su primera publicación.
Sigue: "En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo". Comienza el juego.
El 28 de junio de 1963 la editorial Sudamericana publicó la primera edición de Rayuela. Quien no la conoció debe saber que puede leerse en orden tradicional o siguiendo el tablero de juego que propone el autor. Si puede leerse de varias maneras es porque la misma vida misma tiene distintas maneras:
"(...) Les señala que quizás había otros caminos y que el que tomaron no era el único y no era el mejor, o que quizá había otros caminos y que el que tomaron era el mejor, pero que quizá había otros caminos dulces de caminar y que no los tomaron, o los tomaron a medias, y que un hombre es siempre más que un hombre y siempre menos que un hombre, más que un hombres porque encierra eso que el jazz alude y soslaya y hasta anticipa, y menos que un hombre porque de esa libertad ha hecho un juego estético o moral, un tablero de ajedrez donde se reserva ser el alfil o el caballo, una definición de libertad que se enseña en las escuelas, precisamente en las escuelas donde jamás se ha enseñado y jamás se enseñará a los niños el primer compás de un ragtime y la primera frase de un blues, etcétera, etcétera". (Capítulo 17).
Del lado de acá y del lado de allá, la "contranovela" -tal como la definió el propio autor- marcó un antes y un después en la literatura latinoamericana. Y también se lo marca a cada lector que se sumerge en el universo del juego literario por primera vez: el renacer.
Encuentros que son desencuentros y viceversa, música, pintura, amor, muerte, filosofía y política dentro de la literatura, que se habla a sí misma. Porque digo y repito que Rayuela es un mundo en sí mismo, en el que se yuxtaponen todas las artes, y en el que vislumbra la creatividad tanto del autor como del lector. Un juego que te enseña a conocer.
Hoy, medio siglo después, la novela sigue sorprendiendo a lectores de distintas generaciones, que se sienten parte de la historia de La Maga, Oliveira, Rocamadour, Ettiene, Ronald, Babs, Talita, Traveler & cía, en París y en Buenos Aires. Lectores que recorren activamente aquellos mundos, dejando el típico lugar de quien lee una obra de manera convencional.Rayuela es, sin dudas, mucho más que lo que yo pude resaltar. Como invita Cortázar al final del juego, que cada lector agarre su piedrita y juegue "Rayuela" como quiera.
Relectura...
"Los dos lo sintieron en el mismo instante, y resbalaron el uno hacia el otro como para caer en ellos mismos, en la tierra común donde las palabras y las caricias y las bocas los envolvían como la circunferencia al círculo, esas metáforas tranquilizadoras, esa vieja tristeza satisfecha de volver a ser el de siempre, de continuar, de mantenerse a flote contra viento y marea, contra el llamado y la caída". Extracto del capítulo 55.
"¿Pero no hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente? No, no hemos vivido así, ella hubiera querido pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con la punta de pie. Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impuso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga". Extracto del capítulo 21.
"- A mí me pareció que yo podía protegerte. No digas nada. En seguida me di cuenta de que no me necesitabas. Hacíamos el amor como dos músicos que se juntan para tocar sonatas.
- Precioso, lo que decís.
- Era así, el piano iba por su lado y el violín por el suyo y de eso salía la sonata, pero ya ves, en el fondo no nos encontrábamos. Me di cuenta en seguida, Horacio, pero las sonatas eran tan hermosas" (...). Extracto del capítulo 20.
"Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto". Extracto del capítulo 93.