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Radicación industrial sin planificación

Una reciente investigación permitió establecer que muy pocas industrias en la provincia están funcionando en lugares adecuados para hacerlo. Desde el Gobierno se admite que se conoce la situación y que se han establecido las pautas para llevar una solución al problema.

Durante mucho tiempo Mendoza tuvo una muy escasa actividad industrial. La poca que se desarrollaba se realizó sin ningún tipo de planificación. Era el propio inversor el que decidía dónde emplazar su empresa y sólo necesitaba para ello la autorización -que siempre recibía- de parte de las autoridades municipales.

Esa escasa planificación tuvo, con el correr de los años, las lógicas consecuencias porque aquellas industrias que, en sus inicios, se encontraban alejadas suficientemente de los centros poblados, fueron siendo alcanzadas y rodeadas por complejos habitacionales, los que reclamaron luego el levantamiento de las mismas aduciendo causales de contaminación ambiental.
 
No hubo entonces planificación inicial, para permitir la instalación de las fábricas, ni posterior, cuando se autorizó el crecimiento urbanístico. Como resultado de esa sucesión de errores, muchas empresas debieron cerrar sus puertas o trasladarse a otras zonas -inclusive algunas a otras provincias- con los consiguientes problemas de desocupación.

A esos aspectos señalados debe sumarse lo sucedido durante la década del 90, con el proceso de desindustrialización producido a raíz de que convenía mucho más importar insumos antes que producirlos en el país. Hubo fábricas cerradas, muchas de ellas dedicadas al procesamiento y envasado de frutas y hortalizas que aún no han sido recuperadas, que también afectaron a la provincia y cuyas consecuencias se advierten casi anualmente cuando se alcanza aunque sea una pequeña superproducción en algún producto.

Paralelamente, debe considerarse el hecho de que la Argentina es un país macrocefálico que creció con la mira puesta en el puerto de Buenos Aires y en el gran mercado interno consumidor. Así entonces, fue en Buenos Aires donde se instalaron las fábricas, incluyendo la elaboración de los productos primarios, como sucedió durante décadas con el vino.

Afortunadamente en los últimos tiempos se produjo un cambio favorable que comenzó, entre otros aspectos, con la ley de envasado de vinos en origen y que continuó después con el cambio favorable que vivió la vitivinicultura. Ese cambio determinó la incorporación de tecnología en bodegas, la que en un principio se produjo a través de la importación pero que luego, con la ruptura del uno a uno entre dólar y peso, generó la instalación en Mendoza de las fábricas que producen insumos para la industria.

Al decir de los funcionarios, es factible que ese crecimiento "industrial" que ofrece la actividad vitivinícola se traslade a otros productos. De alcanzarse ese objetivo, también deberán considerarse otros aspectos, como el de la necesaria infraestructura para favorecer la instalación de empresas. Una reciente nota publicada por Los Andes señala que sólo el 21 por ciento de las industrias que operan en Mendoza lo hacen dentro de espacios con buenos servicios.
 
Pero también se señala, desde el Gobierno, que se está trabajando activamente en la planificación y en la creación de un distrito industrial en Luján, en la repavimentación del parque industrial provincial y en emprendimientos similares en San Rafael y Santa Rosa. Todo lleva a indicar que hay conciencia del problema y que se buscan soluciones. Es de esperar que esas buenas intenciones se concreten en los hechos.