Quitapenas
* Por Arnaldo Paganetti. Leopoldo Marechal lo escribió para los que navegan en el amor. Pero también puede aplicarse a los que discurren en la política argentina.
Sobran los ejemplos: con el número dos nace la pena. Con el resultado cantado –y con "errores" a corregir "sin magnificarlos", según la apreciación del titular de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti– los principales candidatos a la presidencia marchan hacia el 23 de octubre con desiguales estados de ánimo y expectativas.
Por un lado, con ventaja sideral, tratará de atrapar la liebre que le posibilitaría la reelección Cristina Fernández de Kirchner, secundada para tales menesteres por el actual ministro de Economía, Amado Boudou.
En el pelotón que corre lejos y apiñado, muy atrás, sobresalen cuádruples esfuerzos por convertirse en la principal fuerza de la oposición con jerarquía para ser factor de equilibrio en el Congreso que renovará, dentro de menos de dos meses, la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de la de Senadores.
Con la pobre cosecha de las primarias del 14 de agosto, el radical Ricardo Alfonsín es uno de los que lucen más afectados en su cometido de aferrarse al segundo lugar. Tanto que, para despotricar especialmente contra su alejado "primo hermano", el socialista Hermes Binner, y el "muy pinchado" peronista disidente Eduardo Duhalde, atacó a "algunos analistas para los que es más importante salir cuarto o quinto que segundo".
Algunos de sus contrincantes no le van en zaga. Todavía afectado por la paliza sufrida hace dos semanas y haciendo hincapié en las irregularidades del escrutinio provisorio, Duhalde llamó a "no entregarse", en una asamblea anti-K donde se denunció que las PASO fueron las elecciones "más fraudulentas y escandalosas" desde el retorno democrático, en 1983. Pero no se quedó ahí: sin que lo convalidara ninguna autoridad judicial, se atribuyó el deslucido segundo puesto, para no ser menos sufrido que el disconforme Alfonsín.
Desentendido de las penurias de Alfonsín (quien lo acusa de ser "funcional" a los intereses del gobierno) y ubicado en las antípodas ideológicas de Duhalde, Binner es otro de los que van detrás de ese lugar privilegiado en el podio que lo habilitaría a explorar una opción socialdemócrata en el 2015. ¿Cuál es el objetivo? Alcanzar los tres millones de votos y relegar al olvido a sus ocasionales adversarios. A diferencia de ellos, se lo ve entusiasta y con empuje. Capaz, incluso, de atraer voluntades que le fueron esquivas hasta aquí. Se agrandó en algunos distritos, aunque para ser justos esgrimiendo principios. En Mendoza hubo algunas aproximaciones con los radicales que levantan la postulación a gobernador del "Mula" Roberto Iglesias, pero fueron tantas las exigencias socialistas que se licuó un arreglo que hubiese sido muy mal visto por el alfonsinismo.
De todas formas, convencido de que le puede ganar al FpV en octubre, Iglesias provincializará la campaña, esto es, mantendrá la fórmula Alfonsín-Javier González Fraga, pero al mismo tiempo obrará con manos libres y abiertas en su intento por recuperar el Ejecutivo. Desde el Comité Nacional no le pondrán piedras en el camino, le aseguró su comprovinciano Ernesto Sanz, cabeza de ese organismo.
En Entre Ríos y La Pampa, como existen instancias jurídicas preexistentes a la constitución del Frente Amplio Progresista (FAP), igual que en Santa Fe, los radicales Atilio Benedetti y Juan Carlos Marino podrían beneficiarse con llevar arriba las dos boletas, la de Alfonsín y la de Binner.
En la reunión del Comité Federal de la UCR del jueves último, el senador Eugenio Artaza, que en su momento se encolumnó detrás del etéreo vicepresidente Julio Cobos (otro dos que pasó de la gloria al olvido como cabeza de fósforo), tuvo reproches para los dirigentes mendocinos que amagaron con ir a una interna fructífera y luego abandonaron la lucha arrastrando a Alfonsín a la alianza en la provincia de Buenos Aires con el empresario justicialista Francisco de Narváez. Un dardo, por lo menos, fue para Sanz, quien en enero de este año declaró textualmente al diario "La Nación": "Voy a ser candidato y voy a competir en la interna, cualquiera que sea el modo y el momento en que se celebre".
"Hoy hay que confiar en que Alfonsín y González Fraga revertirán la situación", amonestó "Nito" Artaza y todo el radicalismo se encolumnó formalmente detrás del tándem. De ahora en más se hará foco en temas concretos –corrupción, inflación, narcotráfico, falta de transparencia, hegemonía K que podría derivar en el autoritarismo– y la voz cantante la tendrán figuras como Manuel Garrido y Graciela Ocaña, quienes aspiran a diputaciones nacionales por capital federal y la provincia de Buenos Aires.
¿De Narváez queda en el camino? Habrá puntos de contacto, a sabiendas de que en algunas localidades bonaerenses (Azul, una de ellas) se abrieron heridas profundas. El diputado peronista embestirá contra la administración de Daniel Scioli, en un postrero esfuerzo por polarizar y aglutinar de donde sea posible. "En esta hora debemos mostrarnos unidos y mirar para el costado", recitó un pope radical encargado de mejorar la comunicación y mantener en pie el partido, del que parece afuera la UCR de Río Negro por persistir el mandatario Miguel Saiz en su alineamiento con Cristina.
Otro que no se conforma con ser quinto es el gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá. Con simpatía y sin resentimiento, tacha a Alfonsín y Duhalde y se iguala (con afán de superar) a Binner, al que "correrá por izquierda", según anticipó a "Río Negro".
Ninguna regla para alcanzar el poder vale igual para todos. Por lo visto, Mauricio Macri, replegado con más del 60% de aprobación para regir los destinos de la ciudad de Buenos Aires, abrió vías de negociación y convivencia con Cristina Kirchner. Y, precavido como si hubiese leído el poema de Marechal, esquivó la lucha por el número dos.
arnaldo paganetti