¿Quién recuerda a los número dos?
Si bien en el campo de la numerología el dos es el número de la empatía, son muy pocos los que reparan en los sub, los vices y los bis. ¿Acaso alguien recuerda a todos los vicepresidentes argentinos y subcampeones de los mundiales de fútbol? Lo mismo le pasa a un grupo de edificios y monumentos que quedaron en el escalón de abajo del podio de la fama.
Carlos Salvador Bilardo no se equivocó cuando dijo: “ser primero no es lo importante, es lo único. Nadie se acuerda del segundo ¿Vos sabes quién pisó América después de Colón? Yo no".
El doctor del fútbol tenía la posta. Y si no, leé esta nota y vas a ver que hay edificios famosos con primos lejanos desconocidos.
Torre Monumental II
La otra Torre Monumental que conocemos fue donada por el Reino de Gran Bretaña por los cien años de la declaración de la independencia argentina.
Tiene una altura de 60 metros y ocho pisos. A los 45 metros se encuentra un reloj puesto en funcionamiento en 1910 y cuenta con un mirador desde el que se observa el barrio de Retiro.
Ahora bien, existe otra torre muy parecida en Vicente López y que no muchos conocen: La Torre Ader (Torre de la Independencia), ícono del partido.
El nombre se debe a Bernardo Ader, un inmigrante vasco francés, que la construyó entre 1915 y 1917 (cuando la zona era de chacras y quintas) en agradecimiento al país que lo había adoptado.
Allí funciona el Instituto de Investigaciones Históricas de Vicente López y una biblioteca y la única hemeroteca pública del partido especializada en diarios y revistas zonales.
Tiene 42,30 m de altura y 217 escalones de mármol de carrara. En su interior, posee dos letras labradas en sobrerrelieve entrelazadas, «A» y «B», iniciales del nombre y el apellido de Bernardo Ader, lo que se repite.
Atenti que también se puede subir y ver desde las alturas todo Vicente López y gran parte de la zona norte del GBA.Días y horarios: Martes a viernes de 10 a 16 / Sábados de 13 a 18. La dirección es Triunvirato 3400, Villa Adelina.
La segunda casa mínima
En Pasaje San Lorenzo 380, San Telmo, está emplazada la archiconocida Casa Mínima con sus escasos 2,10 metros de frente. Lo primero que hay que dejar en claro -aunque le arruine la anécdota a los guías de turismo- es que se descarta que haya sido la casa de un esclavo liberto.
Ningún amo donó el terreno a un sirviente para que edifique su hogar. Es falsa la extendida leyenda que cuenta que era la casa de una familia de blancos que le daban ese mínimo espacio a los esclavos. Sí es cierto que en algún momento sirvió de refugio para descendientes africanos.
¿Y por qué es tan angosta?
Ahí vamos. La Casa Mínima no es otra cosa que el producto de un espacio residual que quedó luego de las sucesivas reformas de edificación que sufrió la manzana.
Era común que a fines del siglo XIX los propietarios subdividieran sus grandes casonas en piezas de alquiler para obtener una buena renta ya que una habitación en esa época llegaba a costar hasta 8 veces más que una similar en París o Londres.
¿Vos creías que el conflicto entre propietarios e inquilinos era un fenómeno nuevo agudizado por la Ley de Alquileres? No, no. Pero eso lo dejamos par otro análisis.
Volvamos a la casa Mínima. El mito le dio tanta prensa que hasta el mísmísimo Jorge Luis Borges se hizo una “selfie” en la puerta.
¿Pero es la única? No, la Casa Mínima tiene una prima hermana en la calle Perú 352 entre Belgrano y Moreno donde funciona el Espacio Cultural San Andrés.
El otro chalecito de la 9 de Julio
El famoso chalecito está en muchas postales o “postcards” que compran los turistas como souvenir cuando vienen a Buenos Aires.
Cuenta la leyenda de Rafael Díaz, el inmigrante español que en 1927 con el esfuerzo de su trabajo se hizo una casa de estilo normando en la terraza de su negocio.
Pero resulta que no es el único. Hay otro sobre el edificio de Santa Fe 980 casi esquina Pellegrini que también se ve cuando uno circula por la Av. 9 de Julio pero pocos han siquiera detenido la marcha para sacarle una foto. ¿Lo conocías? No te preocupes, es el drama de los número dos.
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