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¿Quién pagará la fiesta?

* Por Miguel Ángel Roucol. La expansión de la cantidad de dinero en el mercado está alimentando el proceso inflacionario hasta límites extremos, teniendo en cuenta el respaldo de la moneda local.

Con una clara caída del ingreso de divisas, producto de la baja en los términos de intercambio, y en medio de un agudo proceso de fuga de capitales –unos 1.800 millones de dólares mensuales–, el respaldo del peso es muy endeble.

Al mismo tiempo, el dudoso papel que desempeña el Banco Central en el resguardo del valor de la moneda está poniendo al peso en una posición muy débil y fomentando aun más la dolarización de la economía.

El comportamiento de la política monetaria es cuanto menos cuestionable. El BCRA prefiere mantener la ilusión del consumo a proteger el valor de la moneda, seriamente amenazada por la inflación.

El objetivo claro es llegar a octubre sin sobresaltos y con la ilusión consumista en alza. Para ello, evita ajustar las tasas de interés y de esa manera los arbitrajes sobre el tipo de cambio.

En este esquema, permite que los bancos capten dinero barato –alrededor del 9%– y luego lo coloquen al BCRA a tasas superiores –13% en Lebac y Nobac–, con un escasísimo riesgo y alta rentabilidad.

Paralelamente, los dólares que son captados por la mayoría del sistema son enviados al exterior a mejor resguardo, ante el esquema de tasas negativas.

Pero todo este mecanismo le está provocando una asfixia al BCRA y está llevando a la entidad a una peligrosa situación de inestabilidad patrimonial.

A esta altura, el BCRA no puede seguir absorbiendo la alta demanda de dinero que le pide el Estado para financiar el monumental gasto público y para renovar los vencimientos de su deuda con el sistema financiero.

El resultado no es otro que un crecimiento constante de los agregados monetarios que se trasladan inexorablemente al sistema de precios, alimentando la inflación y echando por tierra los postulados sostenidos por el modelo regente.

No se trata de postulados de la escuela de Chicago o la escuela austríaca, cuestionados por los exégetas del modelo K, sino que nos podríamos remontar más en el tiempo y ahondar en otras teorías aun anteriores al supuesto keynesianismo sostenido por la actual administración.

Por caso, en la escuela sueca se encuentran varios escritos en los que se sostiene que la suba de los agregados monetarios es generadora de inflación.

El economista Johan Gustaf Knut Wicksell, quien vivió a caballo de los siglos XIX y XX e hizo importantes contribuciones al estudio de la distribución del ingreso, trató de establecer las causas de la suba de precios.

Para Wicksell, toda alteración de precios proviene de un desequilibrio entre oferta y demanda y llegó a la conclusión de que los altos precios suelen coincidir con bajos tipos de interés bancarios. Es aquí donde realizó la importante distinción entre tipo de "interés natural" y tipo de "interés efectivo" (o bancario). Mientras el primero constituye la retribución esperada de un determinado capital, el segundo es el que deben pagar los prestatarios a los bancos.

Según Wicksell, la intervención de la banca en el mercado de capitales, mediante alteraciones en la oferta de crédito, desembocaría en tasas de interés de mercado diferentes de la tasa natural.

Los dos tipos de intereses señalados pueden diferir entre sí, debido a la oferta crediticia de los bancos. Lo relevante es que si el tipo de interés efectivo es menor que el tipo de interés natural, se produce un proceso acumulativo en el que los inversores, deseosos de maximizar sus beneficios, demandarán más créditos, provocando un alza en los precios.

La diferencia de los dos tipos de intereses es una de las principales causas del ciclo económico. Y, en este punto, Wicksell es uno de los primeros en darse cuenta de que el ciclo en la economía es algo normal. La causa de este ciclo está siempre en la economía monetaria y no en la real.

Según Wicksell, el único modo de frenar el proceso acumulativo y, por lo tanto, aligerar los ciclos económicos es a través del "Patrón oro", donde la moneda dependiera exclusivamente de la cantidad de oro existente en la economía y no de la decisión de la autoridad de turno.

Si cambiáramos el patrón oro de Wicksell por el respaldo en divisas extranjeras, cualquier parecido con la economía argentina sería apenas una casualidad. Pero estos episodios, en la economía, no existen.

Por otra parte, el gobierno y la población parecen no entender la magnitud de la crisis financiera internacional y continúan gastando a niveles exponenciales, bajo el argumento falaz que el consumo es el único motor del crecimiento.

La apuesta es cuanto menos suicida, en un país con escasísima propensión marginal al ahorro y la inversión y con una inflación indómita.

Mientras la Argentina parece bailar en la "cubierta del Titanic", la economía mundial se estremece frente a una crisis que amenaza con más dificultades.

La economía estadounidense apenas creció en el primer semestre del año y los últimos índices del sector manufacturero muestran síntomas de desaceleración.

La situación en la Eurozona y en el sudeste asiático, si bien no es similar, también arrojó menor ritmo de expansión. Desde Alemania al Mediterráneo y desde China hasta Vietnam, el cimbronazo se hace sentir.

El rol que desempeñaron China e India en la crisis del 2008 difícilmente pueda repetirse y tanto la actividad manufacturera como las exportaciones reflejan una desaceleración.

Una muestra de ello es la abundante oferta de buques con bodegas disponibles que existe en el mundo, algo que hace dos o tres años era impensable.

La abrupta caída en los mercados de acciones y en commodities ponen en evidencia que la posibilidad de un nuevo ciclo recesivo es altamente probable.

El temor se expresa en la alta volatilidad de precios y la burbuja parece desinflarse nuevamente. Dicen que los mercados se anticipan a los hechos. Algunos expertos temen que esto sea sólo el comienzo de una etapa de mayor ahorro mundial, con tasas en alza. El fin del dinero barato.

Mientras tanto, la administración Kirchner continúa de fiesta...

(*) Analista económico DyN
MIGUEL ÁNGEL ROUCO (*)