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¿Quién le teme al parlamentarismo?

*Por Mario Fiore. Carrió dijo que el kirchnerismo quiere habilitar un tercer mandato para Cristina Fernández de Kirchner. Pero el sistema parlamentario no permite la eternización y el peronismo tiene genética híper-presidencialista.

Como el resultado está casi cantado, la campaña por las elecciones presidenciales del próximo 23 transcurren en una abulia inusitada. La oposición, sabiendo que será imposible propiciar un escenario de doble vuelta, discute sólo entre sí por salir lo mejor parada posible y conservar bancas en el Congreso.

En este contexto, y con la astucia que suele animar algunas de sus acciones, Elisa Carrió salió a darle contenido a aquello que primero los radicales y luego el resto salieron a decir luego del 50% de los votos que tuvo Cristina Fernández de Kirchner en las primarias de agosto: que hay riesgo institucional porque la Presidenta tendrá hegemonía en las dos Cámaras.

Carrió puso nombre al fantasma (el "riesgo institucional") que advierte toda la oposición en su conjunto: dijo que el Congreso que viene cambiará la Constitución, para propiciar la reelección indefinida de Cristina Fernández y que para ello propondrá saltar del régimen de gobierno presidencialista a un sistema parlamentario. Luego de decir esto, hizo una de sus grandes premoniciones: el Frente Amplio de Hermes Binner dará los votos al kirchnerismo y se reeditará el Pacto de Olivos.

Aunque todo el Gobierno niega la posibilidad de que se esté analizando saltar al sistema parlamentario (si esto estuviera realmente en la mente de la Presidenta, no tienen por qué admitirlo en plena campaña) Carrió y algunos opositores creen que esto es así porque el juez de la Corte Suprema de Justicia más cercano al kirchnerismo, Eugenio Zaffaroni, es el principal impulsor del parlamentarismo y tiene copiosos documentos escritos sobre el asunto.

Sin embargo, el sistema parlamentario tal como se lo conoce en todo el mundo, no pareciera coincidir con el ADN del peronismo-kirchnerismo ni con la nueva profecía de Carrió. En ambos casos, porque el sistema parlamentario si hay algo que no garantiza es la eternización en el poder ya que el primer ministro sólo permanece en funciones hasta que el Congreso lo diga (es el delegado del Parlamento para llevar adelante la administración de la cosa pública).

El abogado y periodista Aleardo F. Laría (autor del ensayo "Calidad institucional y presidencialismo. Los dos problemas no resueltos de Argentina") lo explica con claridad: "El sistema parlamentario no ofrece ninguna posibilidad de eternidad.

El presidente o jefe del Estado es designado por un período acotado y el primer ministro o jefe del Gobierno puede ser removido en cualquier momento en que se produzca una nueva mayoría en la Cámara de Diputados, ya sea por el resultado de una nueva elección o por un cambio en la composición de la coalición que lo ha designado".

Para ser más gráficos: Cristina Fernández hubiera visto interrumpido su mandato -si en lugar de Presidenta fuera primer ministro- cuando el oficialismo perdió las elecciones de 2009 y la Cámara de Diputados pasó a ser dominada por la oposición y el Senado, aunque por un tiempo provisorio, quedó dividido en partes iguales y manejado por un vicepresidente opositor. Hoy, si esto hubiera sucedido, tendríamos otro presidente/primer ministro.

De manera que el sistema parlamentario no puede per se eternizar a nadie en el poder, como profetiza Carrió para conseguir que la ciudadanía vote a los legisladores de su partido. Esto sólo podría darse -en el presidencialismo actual o en el sistema parlamentario- si un partido se vuelve dominante por la sencilla razón de tener la mitad más uno de los votos durante un largo tiempo.

El peronismo y su actual versión, el kirchnerismo, ha demostrado tener voluntad de gobierno inquebrantable. ¿Por qué correría el riesgo de instalar un sistema parlamentario que lo podría sacar del poder instantáneamente tras una mala elección? El presidencialismo es el modelo de gobierno que más comulga con los partidos movimientistas como el justicialismo, que necesitan de una organización verticalista.

De hecho, fue el peronismo, durante el menemismo y ahora con el kirchnerismo, quien hizo de los remedios que la Constitución del '94 colocó para atenuar el presidencialismo meras formalidades, y mediante argucias como los superpoderes y los DNU en cadena, aumentó las facultades del presidente hasta el paroxismo.

Quedará entonces, para el kirchnerismo, resolver la incógnita de si es conveniente reformar la Constitución para sencillamente habilitar un nuevo período para la Presidenta o dejar todo como está y buscar dentro de las filas oficialistas un sucesor para 2015.

En Brasil, Lula Da Silva optó por no ceder a la tentación re-reeleccionista y dejó el poder en manos de su ex ministra y actual presidenta Dilma Rousseff. Algunas fuentes del Gobierno insisten en que Cristina Fernández está impresionada de la madurez brasileña. Pero el kirchnerismo suele no ocultar la admiración por un líder fuerte que se animó a cambiar la Constitución de su país cuantas veces fueron necesarias para eternizarse en el poder: Hugo Chávez.

De hecho, Néstor Kirchner cambió la Carta Magna de Santa Cruz para ser reelecto indefinidamente y esta provincia junto a San Luis, Catamarca y Formosa, son las únicas que no ponen límites temporales al ejercicio del poder de una misma persona. En el otro extremo están Mendoza y Santa Fe, que no permiten la reelección.

De todas maneras, valga recordar que los intentos de cambiar la Constitución para habilitar un tercer mandato no son nuevos. Carlos Menem se topó, en 1998, con los obstáculos de su propio partido y el duhaldismo se negó a habilitar tal posibilidad en el Congreso.

Cuando Cristina transite su segundo mandato deberá primero sondear el ánimo dentro de su propio partido, donde ya hay varios anotados en la carrera por 2015. Será decisión del justicialismo y no solamente de la Presidenta aventurarse en una reforma de la Constitución ya que ésta sólo puede ser cambiada con dos tercios de ambas Cámaras.

Con el Parlamento que podría surgir de las elecciones del domingo 23, el kirchnerismo y sus aliados estarán aún lejos de los 171 diputados necesarios y de los 48 senadores. Necesitará sí o sí todo el peronismo abroquelado y cooperación de dos fuerzas no tan minoritarias.

El denunciado Frente Amplio de Binner (por Carrió) sólo podría darle 3 senadores, ya que el grueso de los representantes de las provincias que no formarán parte de la bancada K los tendrá el radicalismo y el peronismo disidente. Aventurar, entonces, este escenario, a pocos días de los comicios generales, explica el aburrimiento de una campaña por la falta de competitividad electoral del conjunto opositor.