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Qué quiere Cristina

La crítica porteña, como los políticos con asentamiento en la Capital Federal, se esfuerzan por denostarla. Deberíamos separar, cuando los leemos o los escuchamos, la crítica real del odio cerval al peronismo.

Es mujer, quiere todo. Que le reconozcan el sacrificio que hace (siendo mujer, siempre sostuve, chicas, que las cosas cuestan el doble) y que la igualdad de sexo funcione para que la respeten sin indulgencias, intelectualmente. "La" contradicción es intrínsecamente femenina.

Si lo intelectual se mide por la tarea creativa CFK no es una intelectual. No lo será.

La señora Cristina Elizabet Fernández de Kirchner fue, en los tempestuosos años 70, una jovencita que miraba desde las gradas a los oradores militantes en las asambleas y desde la mitad de la marcha a los portaestandartes en las manifestaciones.

No fue protagonista. Fue una estudiante más de su carrera: Derecho.

Fue madre, amante esposa y acompañó a su marido al sur, para hacer fortuna. La hizo.

El respeto político crece en la tarea. Ella es política. Merece respeto. Todo.

Es peronista. Tiene algunas vergüenzas por cosas del peronismo. Lorenzo Miguel, Isabelita, Perón viejo y chocho no son mencionados. Los varones del conurbano y hasta el mismísimo Moyano integran los asquetes. Es peronista y los peronistas deben tragarse un sapo cada día.

Las luchas y las fobias de su marido son bienes gananciales, es difícil suponer que no fueron compartidas. Es fácil advertir que el modo (que hace al fondo) los diferencia. NK usaba un traje cruzado y mocasines, la señora necesita una hora diaria para emperifollarse. Hacen diferencia en el comportamiento.

La crítica porteña, como los políticos con asentamiento en la Capital Federal, se esfuerzan por denostarla. Deberíamos separar, cuando los leemos o los escuchamos, la crítica real del odio cerval al peronismo. Buenos Aires es muy egoísta.

"El peronismo es incorregible". Argentina se ha vuelto peronista. Se ha tornado incorregible. La frase, atribuida a Borges (my dear Georgie) definía una relación con el país que estaba yéndose, de los muchachos del fair play y la rubia Albión, para caer en el aluvión zoológico. CFK fue una cervatilla de ese aluvión. Pero es aluvión. Hasta su biografía es aluvional. Podría recitar, con autoridad, algunas líneas de Celedonio Flores, autor del poema "Por qué canto así". Advierto, sería muy erróneo comprarla por cervatilla.

Cristina quiere los votos porque, supone la señora, los votos consagran mandato, derechos, nunca deberes. Imposible sacarla de ese concepto. Es definitivo.

Cristina no quiere gordos, feos, sucios y malos en su cercanía. Paremos un poco, es peronista: en la medida de lo posible, claro está. Un repaso por sus nombramientos (incluido el inefable Lousteau, el de la 125, devenido un verdadero narrador, ciertamente) los pone a todos en universitarios de pantalón gris, camisa celeste, saco azul, bastante lampiños y, en lo posible, acorbatados. Discurso corto y sumisión larga. Gente que pregunte antes, repita después, diga lo que conviene y no se salga del libreto.

No quiere una tropa, quiere un aula.

De las provincias pide buenas noticias y viajes planificados cuando ella aparezca. Sin sorpresas. Es mujer, no puede estar todo el día atenta y vigilante a los muchachos peronistas, sus cánticos y metidas de pata. La gimnasia, el agua purificada (sin gas) manicuría, pedicuría, extensiones, teñidos, controlar el peso por culpa de esas caprichosas caderas, que insisten en extenderse, lleva su tiempo. No es una presidente de trajecito sastre y cara lavada. No. Es una peronista paqueta. Como Evita.

Deberíamos recordar nuestra infancia. "Mamá, perdoname, sabés lo que pasó..." Ay, ay, nene, te dije que no salieras, que desastre hiciste hoy..." Todas las madres saben que cuando los hijos vienen a contar cosas son cosas desastrosas. Cristina es madre. No quiere que le cuenten desastres. Tiene razón. Problema: todos los días hay un desastre en Argentina. Uno que no le contaron ayer, otro que obviaron hoy, uno que omitirán mañana y aparecen dos países. Uno en ese malvado Clarín, otro en los partes de guerra de las agencias oficiales.

Convengamos. Clarín exagera los desastres y las agencias oficiales los esconden en demasía. Resultado. El país es menos trágico que la tapa de Clarín y más amargo que la miel de las agencias oficiales. Segundo resultado: el país es otra cosa.

Si el país (Cristina) fuese a un diván, en algún momento el divanero le preguntaría la razón de ubicar a una empresa periodística como el eje del mal. Cualquiera, fuera de nuestra burbuja nacional, diría que un diario es un diario y un país es un país. Omitir lo obvio trae consecuencias. Siquiatría elemental.

La mirada sobre las provincias, desde un recitado federal, pero con ejecuciones centrales, unitarias, conformó la base del peronismo. Un solo sindicato por rubro laboral, una Confederación General de Trabajadores, un gobierno nacional, un líder, un movimiento, verticalísimo. Un discurso. El resto son "malditos vendepatrias en sus oscuras madrigueras"... ( guardo en mis oídos la soliviantada voz de Evita diciéndolo)

El eternauta, dibujo de Solano, el escudo partidario, el crespón negro, la divisa punzó. Lavoissier puro. Nada se perdió, todo se transformó. El culto a la personalidad continúa.

Qué quiere Cristina. Todos lo sabemos, simplemente que es más sencillo disimular que reconocer el defecto (a todos nos falta un diván).

Su requerimiento es histórico. Miremos la historia y aceptémoslo.

"En marzo de 1835, luego de un período en el que se suceden como gobernadores de Buenos Aires Juan Ramón Balcarce, Juan José Viamonte y Manuel Vicente Maza, tras negarse en varias oportunidades, Rosas acepta el nombramiento como gobernador de Buenos Aires otorgado por la legislatura, con la suma del poder público. Inicia así su segundo mandato, que se prolongará durante 17 años.

La suma del poder público implicaba conferirle al gobernador los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). Significaba entonces que quedaba suprimida la división de poderes republicana, el gobierno adquiría las modalidades del absolutismo político. Así a Rosas le otorgaron los siguientes poderes.

"Art. 1º. Queda nombrado gobernador y capitán general de la provincia por el término de cinco años, el brigadier general Don Juan Manuel de Rosas.

Art. 2. Se deposita toda la suma del poder público de la provincia en la persona del brigadier general Don Juan Manuel de Rosas sin más restricciones que las siguientes:

Que deberá conservar, defender y proteger la religión católica apostólica romana.

Que deberá sostener y defender la causa nacional de la Federación que han proclamado todos los pueblos de la República.

El ejercicio de este poder extraordinario durará todo el tiempo que a juicio del gobierno electo fuese necesario."

Dos acotaciones. Una. La protección del catolicismo puede discutirse. Dos. En el 1853, con la Constitución consagrada en la ciudad de Santa Fe, aparentemente, las cosas cambiaron. Aparentemente. En el 1860 y después, con Bartolomé Mitre, la provincia de Buenos Aires retomó el mando. Aún se mantiene. Es Rosas, es Mitre, es Perón, es la eternidad. Eso desea. Eso conseguirá.