¿Qué piden los políticos hoy?
* Por Pedro Torres. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político.
En la llamada que nos ha hecho el Episcopado Nacional el 27 de abril último a comprometernos en una seria reflexión y responsabilidad ante la importancia de la reforma del Código Civil, cita el encuentro del papa Benedicto XVI con el Parlamento de Alemania el año pasado.
En ese encuentro, hay mucho que puede iluminar nuestro presente. Decía el pontífice: "En el primer Libro de los Reyes, se dice que Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este momento tan importante? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? No pide nada de todo eso. En cambio, suplica: ‘Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal’.
"Con este relato –agregó el Papa–, la Biblia quiere indicarnos lo que en definitiva debe ser importante para un político. Su criterio último y la motivación para su trabajo como político no deben ser el éxito y, mucho menos, el beneficio material.
"La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente, un político buscará el éxito, sin el cual nunca tendría la posibilidad de una acción política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho.
"El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a desvirtuar el derecho, a la destrucción de la justicia. ‘Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue al Estado de una gran banda de bandidos?’, dijo en cierta ocasión San Agustín. Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera.
"Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó contra él; cómo se pisoteó el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho, se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y llevarlo hasta el borde del abismo.
"Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político. En un momento histórico, en el cual el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo particularmente urgente.
"El hombre tiene la capacidad de destruir el mundo. Se puede manipular a sí mismo. Puede hacer seres humanos y privar de su humanidad a otros seres humanos. ¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente? La petición salomónica sigue siendo la cuestión decisiva ante la que se encuentra también hoy el político y la política misma.
"Para gran parte de la materia que se ha de regular jurídicamente, el criterio de la mayoría puede ser un criterio suficiente.
"Pero es evidente que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta: en el proceso de formación del derecho, una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación."
Al joven rey Salomón se le concedió lo que pedía. ¿Qué sucedería si a los legisladores de hoy se les concediese formular una petición? ¿Qué pedirían? ¿Y nosotros? Tampoco hoy podríamos desear otra cosa que un corazón dócil: la capacidad de distinguir el bien del mal, y así servir a la justicia y la paz.
En ese encuentro, hay mucho que puede iluminar nuestro presente. Decía el pontífice: "En el primer Libro de los Reyes, se dice que Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este momento tan importante? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? No pide nada de todo eso. En cambio, suplica: ‘Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal’.
"Con este relato –agregó el Papa–, la Biblia quiere indicarnos lo que en definitiva debe ser importante para un político. Su criterio último y la motivación para su trabajo como político no deben ser el éxito y, mucho menos, el beneficio material.
"La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente, un político buscará el éxito, sin el cual nunca tendría la posibilidad de una acción política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho.
"El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a desvirtuar el derecho, a la destrucción de la justicia. ‘Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue al Estado de una gran banda de bandidos?’, dijo en cierta ocasión San Agustín. Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera.
"Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó contra él; cómo se pisoteó el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho, se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y llevarlo hasta el borde del abismo.
"Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político. En un momento histórico, en el cual el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo particularmente urgente.
"El hombre tiene la capacidad de destruir el mundo. Se puede manipular a sí mismo. Puede hacer seres humanos y privar de su humanidad a otros seres humanos. ¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente? La petición salomónica sigue siendo la cuestión decisiva ante la que se encuentra también hoy el político y la política misma.
"Para gran parte de la materia que se ha de regular jurídicamente, el criterio de la mayoría puede ser un criterio suficiente.
"Pero es evidente que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta: en el proceso de formación del derecho, una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación."
Al joven rey Salomón se le concedió lo que pedía. ¿Qué sucedería si a los legisladores de hoy se les concediese formular una petición? ¿Qué pedirían? ¿Y nosotros? Tampoco hoy podríamos desear otra cosa que un corazón dócil: la capacidad de distinguir el bien del mal, y así servir a la justicia y la paz.