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¿Qué pasa con la universidad?

Los rankings internacionales no bastan para evaluar en profundidad la calidad de nuestros centros de educación superior.

De acuerdo con un reciente ranking establecido entre 200 universidades latinoamericanas, elaborado por el QS World University Ranking, la UBA, nuestra principal casa de estudios superiores, ocupa el 8º lugar en la escala, detrás de las universidades de San Pablo, Pontificia de Chile, Estadual de Campinas, de Chile, Nacional Autónoma de México, de los Andes de Colombia y Tecnológica de Monterrey (México). Las otras universidades argentinas que siguen en los 30 primeros puestos son la Austral (13º), la Nacional de Córdoba (18º) y la Torcuato Di Tella (26º). La misma organización QS, al considerar las universidades del mundo, ubicó a la UBA en el puesto 270º.

La metodología seguida para formular estas estimaciones de la calidad de los centros de educación superior se apoyó en encuestas dirigidas a académicos, estudiantes y empleadores que respondieron a una serie de preguntas. Se los interrogó, por ejemplo, sobre la relación numérica entre profesores y alumnos, la cantidad de inscriptos en los doctorados, la relación que se entabla con la comunidad científica internacional, y la calidad de los profesionales.

En otro ranking, llevado a cabo por el grupo Scimago, integrado por investigadores de distintos países, se presentó un informe de carácter mundial, datado en el año en curso y en el cual gravitaron especialmente la cantidad y valor de las publicaciones científicas de cada institución universitaria, así como su impacto dentro de la comunidad internacional. En ese cuadro, las conclusiones resultan más satisfactorias para las casas de estudio de nuestro país. En efecto, la Argentina se ubica en el 4º lugar dentro de los países latinoamericanos por la cantidad de instituciones públicas y privadas de educación superior. En relación con la calidad de sus investigaciones se le adjudicó liderazgo en la región.

A partir del "ranking" se adquiere una visión del nivel de nuestras universidades, que puede ser cambiante según los indicadores que se consideren. También esa visión puede alcanzarse sin recurrir a comparaciones, a partir de un análisis cualitativo del estado de las casas de estudios superiores. Desde ese punto de vista se han venido formulando valiosos aportes desde hace años.

Así, el ingreso irrestricto y uno de sus efectos: el elevado número de inscriptos, que no guarda relación con el de los que se gradúan en el tiempo previsto (menos del 10 por ciento). Otro rasgo poco saludable es la relación entre el número de profesores y el número de alumnos. Al ser excesiva, conspira contra la calidad de la enseñanza. Por otra parte, la matrícula de las carreras humanísticas es diez veces mayor que la correspondiente a las ciencias llamadas "duras". No se aprovecha la transición entre el secundario y el terciario para establecer una articulación eficaz que resuelva tempranamente carencias de información, preparación y orientación de los estudiantes. Hay una megauniversidad (la UBA), con 320.000 alumnos, lo que implica serios problemas de financiamiento, aunque luego se produzca una desalentadora cuota de deserción (60%).

Entre las cargas que gravitan están las ideológicas del sector estudiantil y las burocrático-sindicales, constituidas como grupos de presión que bloquean cualquier innovación o reordenamiento. Hace pocas semanas, el historiador Tulio Halperín Donghi, a quien se debe un libro clásico sobre historia de la UBA, expuso en este diario un análisis muy exhaustivo de los problemas que presenta esa universidad. Halperín recordó los vicios que proliferaron durante el largo rectorado de Oscar Shuberoff, electo una y otra vez, e hizo notar la creciente pérdida de liderazgo del rectorado respecto de facultades y colegios que terminan ajenos a toda orientación general. Halperín lamentó el escasísimo peso de la principal casa de estudios de la Argentina en los debates que involucran y que deberían involucrar al país, y sintetizó su diagnóstico diciendo que, detrás de una retórica revolucionaria, en la UBA se esconde un gran anquilosamiento. Después se preguntó si esa paradoja no reproduce en esa institución una característica central del país bajo el liderazgo de los Kirchner.

La revisión del sistema de ingreso debería estar, por supuesto, en el centro de cualquier estrategia de modernización de la UBA. Debe encontrarse un método que ponga a la enseñanza y la investigación en relación con las necesidades del país. La regeneración de la calidad universitaria es una exigencia urgente del país. El progreso de las sociedades está cada vez más ligado al avance del conocimiento. Las experiencias de organización económica más exitosas siempre están ligadas al diálogo entre el aula y los institutos de investigación y las empresas.

Nuestra capacitación superior, que posee tantos antecedentes de calidad en la docencia y en la investigación, requiere depurarse de cargas y errores, insistir en una pedagogía del esfuerzo y reorganizarse administrativamente. Las mejores ubicaciones en los "rankings" vendrán después, por añadidura.