Que no nos deje

Y luego siento que se fue, justamente ahora. No bajo el peso de la edad sino del dolor y del cansancio. El cansancio de esperar por su país, el cansancio de verlo repetirse en el extravío, en la incertidumbre.

Me hubiera gustado pedirle que nos acompañara en el esfuerzo un poco más. A ella que dio tanto, que lo dio todo, que cantó para nosotros cuando éramos niños y para nuestros niños cuando ya somos grandes.

Qué orfandad.

Tal vez quienes vivieron en este suelo la muerte de Gardel hayan sentido el mismo abandono, la misma certeza de que algo grande al irse nos ha llevado también a nosotros con él, con ella.

No somos los que la sobrevivimos. Somos, en buena medida, lo que ella construyó, lo que ella supo hacer de nosotros. Y acaso parte de esa obra consista en no renunciar a despedirla, prometiéndole que seguiremos de la mano con la poesía, de la mano con la esperanza, buscando el país con el que soñó.