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Que la política no manche al fútbol

Lo que está sucediendo entre la sociedad conformada por la Asociación del Fútbol Argentino y el Gobierno nacional demuestra que priman los intereses políticos por sobre los puramente deportivos. En ese marco, el fútbol argentino sigue en una pendiente descendente.

En las dos últimas décadas, el fútbol argentino ha atravesado una etapa de evidente declinación. Hubo marchas y contramarchas, designaciones improvisadas en la conducción técnica de la Selección y hasta se destruyeron proyectos importantes como el de José Pekerman al frente de los juveniles; todo se manejó de acuerdo con el criterio personal de Julio Grondona, que condiciona voluntades aprovechándose de las necesidades económicas de los clubes (cualquier semejanza con el accionar político-económico del Gobierno nacional de los últimos años no es pura casualidad).

Hay clubes pobres y dirigentes ricos; los barrabravas siguen vigentes a pesar de las muertes o de la violencia en las canchas y viajaron a Sudáfrica con un guiño oficial, mientras el fútbol pasó a ser una actividad en la que el negocio se prioriza por sobre los intereses deportivos, a punto tal que ya desde las inferiores los jugadores están en manos de grupos empresarios, entre otros tantos desmanes.

Pero lo que está sucediendo con la sociedad conformada en los últimos años entre el Gobierno y el fútbol colma los límites de la sorpresa. Comenzó con el impulso del programa "Fútbol para todos", que le cuesta los argentinos bastante más de 600 millones de pesos anuales y que le sirve al Gobierno para multiplicar su propaganda política, a punto tal que el último torneo llevó el nombre del ex presidente Néstor Kirchner.

Para completar los desaguisados y luego de un nuevo fracaso deportivo en la Copa América, la AFA anuncia ahora la realización de un torneo "federal" que fusionará los campeonatos de la A y de la B, con 38 equipos, que  implicará un nuevo contrato para la televisación, llevando el "costo" a 1.200 millones de pesos y en el que también tendrá participación un canal de televisión de la propia AFA.

Con tal dislate, se pretende arrojar una tabla de salvación –asegurándoles la promoción– a clubes grandes en problemas (esos que cuentan con "muchos votos" entre sus hinchadas).
La iniciativa tiene tanta sinrazón que sólo dos ligas en el mundo, la del Congo y la de Madagascar, tienen torneos de más de 34 equipos, mientras las serias, como pueden serlo Inglaterra, España, Italia o Francia, tienen torneos con 20 equipos; la de Portugal, 18; la de Brasil, 20, y la de Rusia, apenas 16 equipos.

Por otra parte, se intenta calificar al nuevo torneo como "federal", pero los hechos determinan que ese concepto está muy lejos de alcanzarse. Porque de las 23 provincias argentinas, once seguirán sin tener un equipo en la máxima categoría y sólo se incorporarán cinco provincias que actualmente no están en el torneo mayor.

En todos estos tejes y manejes es presumible, a todas luces, una fuerte influencia política del Gobierno nacional, pero, en esta ocasión, la reacción negativa e inmediata de la gente llevó a que el titular de la AFA improvisara una aclaración, intentando despegar a la Casa Rosada, logrando únicamente aumentar las sospechas. Habrá que esperar hasta octubre para saber si ese torneo, fuera de toda lógica, tiene visos de concreción. Esa, al menos, fue la fecha que se fijó oficialmente desde la AFA, mientras los trascendidos indican que la decisión surgirá después de las elecciones del 23 de ese mes.

Sabiamente, la reglamentación de la FIFA determina que las decisiones deportivas no pueden ser cuestionadas por ninguna autoridad externa, evitando así, entre otras cosas, intromisiones políticas en los eventos futbolísticos. Esa prohibición debería tener real vigencia en nuestro país para que los vicios de la política nacional no manchen al fútbol.