Qué cepo ni qué ocho cuartos: ¡volvió Cristina Kirchner!
Dos grandes novedades de la semana. La primera es que la señora está otra vez entre nosotros. La segunda noticia, se confirmó lo que Cristina decía: no hay cepo.
Nota extraída de La Nación
Por Carlos M. Reymundo Roberts
Vibran las gargantas, se agitan las palmas. De pie, señores. Que se detenga el mundo ante las dos grandes novedades de la semana. La primera es que la señora está otra vez entre nosotros. Espléndida detrás de un maquillaje que le llevó dos horas. Enojada, como corresponde. En cadena, porque todavía hay gente que no sabe elegir. Estratégicamente descontracturada y dispersa. Haciéndole pito catalán a la realidad, que es una dama irrespetuosa que le hace pito catalán a la señora.
La segunda noticia es que quedó confirmado lo que Cristina dijo tantas veces. No hay cepo. Nunca lo hubo. Había ciertas restricciones menores, que ayer fueron derogadas a partir del anuncio que con tanto entusiasmo presentaron Capitanich y Kicillof. Es una lástima que hayan salido poco menos que corriendo después de comunicar la novedad: se perdieron el aplauso que les iban a tributar los periodistas, por la dignidad y entereza con que cumplen su parte del relato.
En realidad, lo único importante es que volvió Cristina. Volvieron la alegría, los ataques a los medios, el anuncio de soluciones para problemas de los que nunca nos había hablado. Qué bueno: en esta Argentina primero son las soluciones y después los problemas. Volvieron el combo de tres discursos, los mohínes entre afectados y arrabaleros, las cámaras que la persiguen por los pasillos mientras ella, como Francisco en San Pedro, detiene la procesión para besar chicos, sacarse fotos con desconocidos y sonreírles a esas cámaras militantes.
Volvió a detenerse durante cuatro o cinco horas el Gobierno, porque el Gobierno en pleno fue a darle la bienvenida a la Presidenta, que sabe que de ese modo durante cuatro o cinco horas las cosas funcionarán mejor. Dos o tres actos por semana y el país sería otro. Volvió la risa espontánea y contagiosa de Boudou. En lo personal (permítaseme la digresión), yo lo veo a Amado y pienso: valió la pena. Si el kirchnerismo hubiese irrumpido en la historia sólo para alumbrar a un tipo como él, ya estaría justificado. El mundo de la política, las finanzas, la producción de papel moneda, los inmuebles, el turismo y las motos no son los mismos después de su aparición. Puerto Madero no es el mismo. Nuestro amado vice es una creación necesaria y suficiente; quiero decir, la Argentina necesitaba a alguien como él, y ahora que lo tiene ya no necesita muchas cosas más.
Pero sigamos. Qué noche la del miércoles. A la Casa Rosada volvieron La Cámpora y los cánticos de "los pibes para la liberación", que con ese himno celebran -recién ahora lo entiendo- la liberación de los precios, de los presos que se escapan todos los días de las cárceles, el dólar y las reservas.
Qué noche, Cristina. ¿Recuerda la última vez? Usted, bailando y golpeando una cacerola en la Plaza de Mayo, convertía en fiesta a un país que por esas horas sufría con los saqueos, las revueltas policiales y las decenas de muertos. Lo mismo el miércoles. De día, la mayor devaluación desde 2002, el blue a más de 12 pesos, la sensación de que en la City se cocinaba algo horrible. De noche, batucada en la Casa Rosada, lluvia de subsidios para el millón y medio de chicos que ni trabajan ni estudian (no entiendo cómo tantos chicos dejaron pasar la década ganada) y tres discursos que nos hablaron del país que no sabemos ver.
Me gustó, señora, verla hacer cosas raras, distintas, como cuando se puso en cuclillas detrás de un balcón para mirar a la multitud. Siempre hay que sorprender, demostrar cierta irreverencia. Excentricidad rima con genialidad, Cristina. Está bueno que nos demuestre qué bien está su salud física y espiritual.
También me gustó que equiparara la interpretación que hicieron los medios de su ausencia con la desaparición de personas en la última dictadura. Son situaciones totalmente comparables. Dos gotas de agua. A un discurso suyo y a una buena condena a los medios nunca deben faltarles la década del 70 y la violación de los derechos humanos.
Una frase feliz fue ésta: "Perdón, chicos, me voy a otro patio porque hay otra gente que me quiere ver". Las cosas en su lugar: nada de que usted quiere verlos; hay otros que quieren verla a usted. Me hizo acordar a su ya legendaria "que se corra el de la cámara para que los de atrás me puedan ver", dicha en un acto hace años. Perfecto. Cada tanto hay que recordar quién es quién en el sistema solar.
Por cierto, nos quedamos tranquilos cuando Cristina confirmó el viaje a Cuba para la cumbre de la Celac, que es una especie de OEA, pero más caribeña. La señal a los mercados es conversar con el FMI, pagar en el Ciadi, el acuerdo con Repsol y negociar con el Club de París (ahí les mandamos a Kicillof, que les explicó la plusvalía y los amenazó con volver a hacerlo si insisten en querer cobrar todo lo que les debemos). La señal a la militancia es el viaje a La Habana. La Argentina no tiene problemas serios, y para los pocos que tiene, de allí puede venir la solución.
Ustedes se preguntarán cuánto hay mío en el mensaje del miércoles. Modestia aparte, mucho. Y ya estoy trabajando en la próxima cadena. La señora me lo explicó en la intimidad: "En este país ingobernable de Capitanich no hay cosa que no se pueda arreglar con un buen discurso".