Primarias que meten miedo: serán la verdadera encuesta
* Por Ignacio Zuleta. Hasta anoche la fórmula de cristina tenía 35 mil avales, sólo 6.600 más de los necesarios. Más difícil para la oposición.
La fórmula presidencial que encabeza Cristina de Kirchner necesita, para anotarse en las primarias del 14 de agosto, 28.400 avales de afiliados. Hasta anoche, el Frente para la Victoria había superado ese número: tenía 35 mil. Los apoderados del ticket oficialista creen que ese número puede aumentar antes del sábado a medianoche, que es cuando vence el plazo para inscribirlo ante la Junta Electoral que funciona en la sede del PJ nacional de la calle Matheu de la Capital. En esa oficina manda Rafael González, un exdiputado por el Chaco que es hoy director del Banco Nación y presidente de la empresa Nación Seguros. Su desvelo es que esos avales que han llegado a su oficina sean legítimos; por eso, dedica estas horas a cruzar los listados de nombres con el número de DNI y la afiliación partidaria para evitar que la Cámara Nacional Electoral, que recibirá las actas de presentación a las primarias de todos los partidos a medianoche del lunes, dé de baja a algunos de ellos por problemas de papeles.
Si los avales no le sobran a la candidatura de Cristina de Kirchner -6.600 hasta anoche por sobre el piso necesario, que es del 1% del padrón de afiliados-, cuyo Gobierno exhibe encuestas de adhesión que le prometen un triunfo en primera vuelta, es imaginable el infierno que debe ser, para los otros partidos, lograr algo semejante para anotar candidaturas dentro de 72 horas. Es presumible que habrá algunos de los que prometen competir, si se compara su situación con la del oficialismo que trabaja con poco margen sobre ese piso, que no alcancen el número de avales. La ley electoral exige que para anotar una fórmula presidencial esos avales deben ser o del 1% de los afiliados, o del 1 por mil del padrón nacional en por lo menos cinco distritos, a elegir entre el número más bajo. El Frente para la Victoria, que contiene al PJ, ha elegido trabajar sobre los afiliados; después de todo, ha alardeado siempre de ser uno de los partidos con más afiliados del mundo. Tiene una oportunidad ahora de demostrarlo.
Consecuencia
La dificultad de los partidos para lograr los avales es un reflejo más de la anquilosis de la vida partidaria, una de las consecuencias de la crisis que padece el sistema político argentino desde hace más de una década. El retrato más fiel de esa situación es que ninguno de los candidatos presidenciales tendrá competencia en la primaria del 14 de agosto. Este festival de la lista única despertó la idea de que podrían suspenderse por falta de objetivo. Lo sugirió ayer Aníbal Fernández cuando dijo que «aunque no haya necesidad de hacerla, tiene que expresarse la sociedad». Olvidó que estas primarias no sólo le hicieron creer al público que habría algún debate en esa elección; son, en realidad, una estatización de las internas partidarias cuyo fruto es la validación de los candidatos que tienen que sacar, para ir a la general del 23 de octubre, el 1,5% de los votos válidos emitidos.
No hay votos suficientes para suspender las primarias como ya lo hizo el Congreso en 2002 y un amparo no bastaría para anularlas. La Corte ya dijo, en el fallo que volteó un amparo contra la aplicación de la ley de medios que había dictado la Justicia de Mendoza, que una cautelar no puede frenar la aplicación de una ley, y que quien quiera hacerlo debe pedírselo al Congreso.
Con esto, las primarias se convierten en el primer escollo para todos los partidos, aún el del oficialismo, que confió que la norma enloquecería a todos los que discuten internas, menos al peronismo, que nunca lo hace. Al final, todos van con lista única a una jornada electoral que despierta dudas, algunas aterradoras. Ese día, cada partido debe hacer una movilización de sus militantes como si se tratase de una elección nacional. El despliegue territorial será el mismo, habrá que mover bolsones de votos en colectivos, micros, taxis y remises, convencer a fiscales, pagar las vituallas de los vigilantes en cada mesa de todo el país. Para ese gasto, ya se sabe, no bastan los recursos que le tiene que dar el Estado a los partidos -que encima están demorados porque el Congreso no aprueba el presupuesto electoral para este año-; las formaciones deben que acudir a recursos propios, de amigos, auspiciantes y benefactores. Todo para que sus candidatos sean validados para correr en otra elección general -la del 23 de octubre- en donde deberán desplegarse con la misma energía y eficacia.
Dificultades
Esta es la razón por la cual los partidos han comenzado a ver la primaria del 14 de agosto como la única encuesta preelectoral seria e indicativa de cuál pueda ser la intención de voto de una sociedad que no ha participado de ningún debate sobre precandidatos y que, con candidez helvética, mira cómo los mandatarios se anotan para reelecciones y al resto de los funcionarios apostando, cuanto más, a un enroque de posiciones dentro de un sistema de poder al que ya pertenecen. Si a eso se agrega que hay sectores de opinión de grandes distritos, en donde pesa el voto opositor moderado que no tiene representantes en esta elección por la defección de los Reutemann, los Macri y los Solanas, las dificultades de la corporación política para alcanzar algún acuerdo de supervivencia con el público en este turno electoral son serias.
La encuesta que resultará de las primarias de agosto va a mostrar, antes que nada, si los sondeos que se han conocido hasta ahora son indicativos de lo que resultará en las urnas. ¿Logrará Cristina de Kirchner en la primaria los más de 40 puntos que le muestran los encuestadores? Si sacase, por decir 35% en esa primaria -un excelente resultado-, tendrá que pasarse toda la campaña remontando esa diferencia ante la opinión. Lo mismo que si Daniel Scioli no muestra en esa interna los 20 puntos de diferencia que tiene en sondeos frente a Francisco de Narváez.
Y eso que el oficialismo, partido de Gobierno en Nación y Buenos Aires, es el que está en las mejores condiciones de movilizar gente el 14 de agosto. Hay que imaginar la angustia que gana a cuarteles de la oposición, algunos de los cuales sostienen candidaturas ligadas a presencias mediáticas que no se traducen necesariamente en votos. El mapa que surja de las primarias de agosto puede resultar muy distinto del que hoy se percibe; hay candidatos que no alcanzarán el 1,5% de los votos válidos y se irán a la casa por no dar en el pesaje. Algunos, que creen tener poco, pueden sorprenderse con más; otros que se beben ya los vientos de la victoria, puede terminar con menos.
En las intenciones de Néstor Kirchner, al lanzar este sistema de primarias, estaba seguramente que funcionasen como una encuesta para detectar fuerzas y debilidades en cada distrito. Con el resultado, Kirchner trabajaría sobre punteros provinciales que hubieran sido remisos en apoyar a la fórmula oficial y premiaría a los más leales. Le preguntaron cierta vez si él creía que esta ley de primarias era la clave del triunfo. «No sé», respondió.