Preocupan a la Presidenta las internas en el gabinete
*Por Mariano Obarrio - Enviado especial: La discusión de sus ministros por la inflación y el escándalo en Diputados alteraron su viaje a Corea
SEUL.? La pelea interna en el gabinete nacional y los escándalos en el Congreso causaron un cimbronazo en la comitiva que se encontraba aquí. El sacudón se sintió antes de que Cristina Kirchner participara ayer de la cumbre del G-20 para disertar sobre la economía global.
El problema que desató la interna fue el impacto social de la inflación doméstica, que enfrentó al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y al ministro de Economía, Amado Boudou. "Ya está, hablamos del G-20. Ya está, no hablo más", dijo Boudou a La Nacion, incómodo cuando este enviado le pidió su opinión sobre las declaraciones de Fernández, que anteayer había dicho que discrepaba con él sobre los efectos de la inflación en la gente.
El malestar se ahondó con otros conflictos abiertos: las denuncias de compras de votos en el debate del presupuesto y los bloqueos de Hugo Moyano en la empresa Sodimac, justo cuando la Presidenta exploraba un acuerdo de paz entre la CGT y las centrales empresariales.
Pero el cortocircuito por la inflación encendió la alarma más sonora. Boudou había dicho que la suba de precios "afecta sólo a la clase media y alta". Fernández lo desautorizó: "Yo no coincido con eso, normalmente es al revés", sentenció.
"Esas declaraciones cayeron muy mal. No se explica por qué las hizo. No fue por orden de ella", comentó ante la prensa un miembro de la comitiva.
La Presidenta citó de urgencia en su suite del piso 22 del hotel Park Hyatt a Boudou y al vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro. Se analizaron los motivos del jefe de Gabinete para romper lanzas con Boudou. Nadie quiere cerca de la Presidenta que haya despidos en el elenco ministerial, indicaron las fuentes consultadas. Pero no se descarta que si el conflicto escala deba haberlos.
Cristina Kirchner se llevó a Buenos Aires -dejó Seúl a las 8.25 de ayer en la Argentina y llega hoy, pasado el mediodía- como tarea pendiente una profunda charla con Aníbal Fernández.
En rigor, todos los ministros discrepaban con Boudou, pero la regla de oro, hasta hoy, era no ventilar diferencias.
Se rompió ese código. Ahora no está el garante de ese manual de convivencia: Néstor Kirchner, el disciplinador.
No es la primera pelea interna en el gabinete. Tampoco fue la única mala noticia para la Presidenta en Seúl. Su rostro ayer reflejaba un estado de dolor y abatimiento en las reuniones con los 20 jefes de Estado del G-20.
Ella dio su discurso (en el que mantuvo la línea argumental de las cumbres anteriores) y ordenó que le armaran una agenda austera. Apenas tuvo una reunión bilateral con el líder de Canadá.
El clima en la comitiva era denso. La Presidenta no tuvo contacto con los periodistas enviados a Seúl en todo el viaje. Su orden fue no responderle a Aníbal Fernández. Pero hubo caras largas cuando se lo mencionaba.
Otro golpe fue la irrupción del presidente de Uruguay, José Mujica, que hizo duras críticas a la política de la Presidenta. El canciller Héctor Timerman, que se explayó sobre el G-20, se resistió a hablar de Mujica: "Vos podés preguntar, pero no voy a contestar". Y salió directo hacia su habitación.
Como si fuera poco disgusto, la oposición frenó el presupuesto 2011 en el Congreso. La Presidenta ordenó a sus diputados avanzar de todos modos. Y a Boudou le pidió denunciar dilaciones y un complot para no dejarla gobernar. Pero las denuncias sobre intentos de presiones y sobornos para que se aprobara el presupuesto en Diputados desbordaron a la Presidenta. Ella había estado en línea desde aquí con los conductores de la estrategia oficial en el debate, el propio Aníbal Fernández y el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido.
La diputada Elisa Carrió habló de la "Banelco". "Es un show sobre una cuestión seria", dijo Boudou, y huyó en un ascensor a su habitación del hotel.
El vocero Scoccimarro apuraba el paso de Boudou y Timerman, que habían hablado con la prensa sobre el G-20. La orden era el silencio sobre los temas conflictivos que estallaron en la Argentina.
El otro factor preocupante: el jefe de la CGT, Hugo Moyano. Sus bloqueos a Sodimac con el gremio de camioneros fueron interpretados como una forma de testear al Gobierno, justo cuando la justicia federal le pisa los talones en la causa por medicamentos adulterados.
Todos contra todos
La gran pregunta en el Gobierno es si las peleas internas no se desmadrarán.
El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, tiene varios adversarios. Uno es Julián Domínguez. El ministro de Agricultura negocia ganar mercados en China para carne, soja, vino y leche. Pero no se sabe qué opinará Moreno en el nuevo escenario sin Kirchner.
De Vido tiene una vieja pelea con Aníbal Fernández. Con Boudou ya limó viejas asperezas para dividirse los temas de la economía. Fernández no se lleva bien con el ministro de Interior, Florencio Randazzo.
La Presidenta no está de ánimo para lidiar con veleidades. Y se le nota. Sacó fuerzas de donde no tenía para sus discursos en el G-20: de a ratos su mirada cae en el vacío, no sonríe cuando saluda a sus pares y su expresión mezcla el dolor con la reflexión sobre el futuro.