Pregunta
*Por Hugo Caligaris. "Es imposible excluir la bancarrota griega en caso de triunfo del no, pero eso dependerá de la forma en que sea formulada la pregunta del referéndum". (Del presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, antes de que Grecia desistiera de la consulta.)
¡Qué lío se armó cuando el primer ministro Papandreu tuvo la idea de preguntarles a los griegos si querían ser salvados! A los demás socios del Eurogrupo les parecía obvio que no querían, que preferían caer al hondo abismo antes que aceptar la ayuda. En consecuencia, hicieron lo posible para impedir que los griegos abrieran la boca.
Por más inventores de la democracia que sean no es bueno que se la tomen en serio, dijeron. Tendremos que salvarlos a la fuerza, sin preguntarles nada y distrayéndolos con alguna consigna del tipo "Ahora, Olimpíadas para todos", con mucha maratón, salto en alto y lanzamiento del disco, para que se den cuenta de la magnitud del esfuerzo.
Para Juncker, la consulta nunca fue en sí el problema, puesto que en su pequeño país, Luxemburgo, él puede efectuarla personalmente o por teléfono. La dificultad, dijo, estaba en qué se les iba a preguntar a los condenados. Hay que tener cuidado con estos griegos caprichosos. Hace siglos, debieron subordinarse al imperio romano, pero aún no aprendieron a dirigirse debidamente al César. "Los que van a morir te saludan", decían los gladiadores antes de ser lanzados a los leones. Otra que referéndum.
En realidad, los griegos vienen siendo salvados desde hace casi dos años, cuando recibieron de sus socios 110.000 millones de euros. Desde entonces, decenas de miles quedaron sin trabajo, los sueldos cayeron a la mitad y la economía rodó por el suelo. Es obvio que si la pregunta del plebiscito hubiera sido: "¿Aceptáis a cambio de 108.000 millones adicionales, ganar un 40 por ciento menos que ahora y sacrificar todavía otros 200.000 puestos?", el resultado hubiera sido muy malo para la estabilidad financiera del continente. Por eso, dijo Juncker, había que planificar con gran cuidado el texto.
Hubiera sido preciso encontrar una pregunta que garantizara un sí por respuesta. Alguna cosa que les diera esperanzas. "¿Les gustaría repartir los 108.000 millones de euros de la Unión entre los 10.760.136 griegos?", por ejemplo.