Por una fiesta sin dramas
Durante 24 días, la Copa América le cambiará la cara al país. Al margen de los resultados deportivos, es una gran oportunidad para vivir una fiesta de confraternidad, sin dramas ni violencia.
Argentina cobija desde hoy la Copa América, competencia futbolística que reúne a 10 países de América del Sur (el nuestro, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela), a los que se suman este año México y Costa Rica, para disputar, durante 24 días, el preciado trofeo.
El país vivirá días distintos, al calor de una fiesta masiva en la que no faltará ocasión para la confraternidad con los pueblos del continente, mientras se palpitan o se sufren los resultados en el campo de juego.
A diferencia de ocasiones anteriores –cuando las competencias internacionales no salían de la ciudad de Buenos Aires, como ocurre con las Eliminatorias para el Mundial–, esta vez podemos hablar con propiedad de país, pues habrá partidos en Córdoba, Jujuy, La Plata, Mendoza, Salta, San Juan y Santa Fe. Sólo el partido final se disputará en Buenos Aires, en el Estadio Monumental de River Plate, escenario reciente de uno de los más bochornosos episodios de violencia. Lo ocasionó un grupo de hinchas del equipo local, que no supo asimilar un resultado que provocó un histórico descenso y reaccionó sembrando el caos y la destrucción en el estadio y en sus alrededores.
Esa conducta es tan inadmisible como poco probable durante la Copa América, por el clima de fiesta popular que suele rodear a estos encuentros ecuménicos, como lo recordarán quienes vivieron el Campeonato del Mundo de 1978 –pese a todas las cortapisas que la dictadura militar impuso a la libertad en ese tiempo– y la Copa América de 1987.
Sin embargo, hay que prevenirse contra los discursos exitistas que pretenden instalar la obligación de nuestro seleccionado nacional de consagrarse campeón, como si en el torneo no hubiera equipos tan poderosos y con idéntica ambición, como Brasil, Uruguay o Paraguay, para nombrar sólo a algunos.
El fútbol es una gran pasión que a veces se vuelve drama, como lo acabamos de ver en estos días, en los que los violentos de siempre aprovecharon la ocasión para hacer de las suyas con impunidad. Esto obliga a quienes tienen responsabilidades de comunicación a extremar recursos para cuidar su lenguaje, para no azuzar pasiones hasta volverlas aún más irracionales.
En ese sentido, Córdoba tiene una oportunidad única de mostrar su singularidad y de disfrutar de la fiesta que propone la Copa América. El estadio de Córdoba, sede mundialista y de grandes acontecimientos del fútbol nacional e internacional, ha sido remodelado, lleva el nombre de uno de los más grandes ídolos deportivos, el belvillense Mario Alberto Kempes, y tiene que ser el escenario de una fiesta sin dramas.
Más allá de lo que ocurra en la cancha, nuestros visitantes tienen que sentir la calidez y cordialidad del pueblo cordobés, que ha hecho de la hospitalidad una de sus máximas virtudes.