¿Por qué subsiste la fobia a la globalización?
* Por Jorge Vasconcelos. Después de la crisis del 30, la Argentina ingresó en un largo período de marginación respecto de la economía mundial.
Esa opción podría haber sido distinta, como mostraron Australia y Canadá, que sufrieron inicialmente el mismo impacto pero se las ingeniaron después para crecer conectados a la economía mundial. Pero también es cierto que aquellos que abogaron en la Argentina por la vía aislacionista tuvieron sus argumentos: en los años 30 los términos del intercambio cayeron casi un 35 %.
La actual crisis internacional es bien diferente en ese aspecto, ya que los términos de intercambio que enfrenta hoy nuestro país son 22 % superiores a los vigentes antes del estallido de 2008. Pese a esto, la Argentina aparece actualmente liderando los rankings de restricciones al comercio internacional, habiendo adoptado medidas que sucesivamente motivaron represalias de socios tan relevantes como China y Brasil. ¿Por qué seguimos teniendo fobia a la globalización?
Quizás la respuesta más genérica a ese interrogante tiene que ver con el hecho que la Argentina, como país, no tiene una agenda de competitividad consensuada entre los distintos actores, lo que le impide ver con nitidez las oportunidades que brinda hoy el mundo. Y de las amenazas se ocupan muy bien -buscando que el gobierno actúe en consecuencia- ¡todos los sectores involucrados!
El punto es que si esas oportunidades no son aprovechadas, se corre el riesgo de la profecía autocumplida: si no se avanza en explotar nuestras ventajas, al final del recorrido tendrán razón aquellos que sólo veían problemas en la globalización.
Hay, en ese sentido, datos preocupantes. Si se toma como base el primer cuatrimestre de 2008 para comparar la evolución de las exportaciones de los países de la región a lo largo de la última crisis internacional, se tiene que la performance de la Argentina es una de las peores.
Brasil y Uruguay, que tienen una canasta exportadora semejante a la de nuestro país en cuanto a la ponderación de productos agropecuarios (beneficiados por los precios internacionales), registran en el presente un monto de ventas al exterior de entre 35 y 40 % por encima de principios de 2008. En cambio, las exportaciones argentinas han subido sólo 10 % en dólares entre el primer cuatrimestre de 2008 e igual período de 2011.
La evolución de las ventas al exterior de nuestro país es incluso superada por México (13 % de variación), pese a que en el país azteca los bienes originados en recursos naturales ponderan mucho menos y que, además, la suerte de su comercio exterior está atada a la débil recuperación de la economía estadounidense.
En el primer cuatrimestre de 2008, las exportaciones de Brasil habían promediado los 13,2 mil millones de dólares/mes, subiendo a 17,8 mil millones en lo que va de 2011; mientras Uruguay pasó de 448 a 626 millones de dólares/mes. En Argentina, el promedio mensual del primer cuatrimestre de 2008 había sido de 5,5 mil millones, para ubicarse en 6 mil millones de dólares/mes entre enero y abril de 2011. México, a su vez, pasó de 24,3 a 27,4 mil millones de dólares/mes entre los períodos considerados.
Las cifras muestran que, en materia de exportaciones, la Argentina está aprovechando menos que países comparables como Brasil y Uruguay la recuperación pos-crisis. La performance ubica a nuestro país a la par de México, como si estuviera perjudicado por la reconfiguración de la economía mundial, con países desarrollados que languidecen y emergentes como China e India que, si bien no crecen como lo hacían antes de 2008, lo hacen de modo sustentable y a un ritmo razonable.
En este sentido, puede conjeturarse que la floja trayectoria de las exportaciones argentinas desde 2008 a 2011 puede estar reflejando dos fenómenos concurrentes:
a) que los desincentivos sobre la inversión y producción de determinados bienes transables por las medidas destinadas a desvincular mercado interno vs externo están pasando factura a nuestra potencialidad de ventas al exterior (caso de carnes y petróleo, entre otros);
b) que las múltiples restricciones a importar están afectando la competitividad por el lado de insumos críticos y, por ende la oferta exportadora, al tiempo que frente a las represalias de nuestros socios nos cuesta más desplazar bienes a otros mercados y/o tenemos que resignar precios para hacerlo. El factor cambiario, que podría ser también un vector explicativo, en realidad también ha afectado en forma significativa a Brasil y Uruguay.
En caso que estas hipótesis tengan asidero, no puede pensarse en medidas aisladas para hacer frente al fenómeno. Se requiere un conjunto de decisiones, consistentes entre si. Por empezar, la Argentina debería hacer subir varios escalones en la agenda pública aquellos temas vinculados con la inserción en el mundo para aprovechar oportunidades y neutralizar amenazas (en sus causas, más que en sus consecuencias). Para avanzar en el plano institucional, sería recomendable crear una Agencia de Competitividad con un directorio público-privado.
En la Argentina hay esfuerzos por el lado de mejorar las condiciones de la oferta de bienes y servicios (INTA e INTI, por ejemplo) y también por el lado de la demanda (Fundación Exportar, por caso). Sin embargo, estas instituciones podrían potenciarse coordinando entre sí las actividades de apoyo al sector privado y siguiendo lineamientos estratégicos como los que podrían definirse en una Agencia como la propuesta. Si la inserción en el mundo sube escalones en la agenda, entonces las decisiones internas pasarán a referenciarse en las mejores prácticas de nuestros potenciales competidores.
Necesitamos esto para participar de un modo más inteligente en el comercio internacional, así como para generar condiciones que permitan a la producción local apoyarse cada vez más en los carriles de la innovación y la productividad.
La actual crisis internacional es bien diferente en ese aspecto, ya que los términos de intercambio que enfrenta hoy nuestro país son 22 % superiores a los vigentes antes del estallido de 2008. Pese a esto, la Argentina aparece actualmente liderando los rankings de restricciones al comercio internacional, habiendo adoptado medidas que sucesivamente motivaron represalias de socios tan relevantes como China y Brasil. ¿Por qué seguimos teniendo fobia a la globalización?
Quizás la respuesta más genérica a ese interrogante tiene que ver con el hecho que la Argentina, como país, no tiene una agenda de competitividad consensuada entre los distintos actores, lo que le impide ver con nitidez las oportunidades que brinda hoy el mundo. Y de las amenazas se ocupan muy bien -buscando que el gobierno actúe en consecuencia- ¡todos los sectores involucrados!
El punto es que si esas oportunidades no son aprovechadas, se corre el riesgo de la profecía autocumplida: si no se avanza en explotar nuestras ventajas, al final del recorrido tendrán razón aquellos que sólo veían problemas en la globalización.
Hay, en ese sentido, datos preocupantes. Si se toma como base el primer cuatrimestre de 2008 para comparar la evolución de las exportaciones de los países de la región a lo largo de la última crisis internacional, se tiene que la performance de la Argentina es una de las peores.
Brasil y Uruguay, que tienen una canasta exportadora semejante a la de nuestro país en cuanto a la ponderación de productos agropecuarios (beneficiados por los precios internacionales), registran en el presente un monto de ventas al exterior de entre 35 y 40 % por encima de principios de 2008. En cambio, las exportaciones argentinas han subido sólo 10 % en dólares entre el primer cuatrimestre de 2008 e igual período de 2011.
La evolución de las ventas al exterior de nuestro país es incluso superada por México (13 % de variación), pese a que en el país azteca los bienes originados en recursos naturales ponderan mucho menos y que, además, la suerte de su comercio exterior está atada a la débil recuperación de la economía estadounidense.
En el primer cuatrimestre de 2008, las exportaciones de Brasil habían promediado los 13,2 mil millones de dólares/mes, subiendo a 17,8 mil millones en lo que va de 2011; mientras Uruguay pasó de 448 a 626 millones de dólares/mes. En Argentina, el promedio mensual del primer cuatrimestre de 2008 había sido de 5,5 mil millones, para ubicarse en 6 mil millones de dólares/mes entre enero y abril de 2011. México, a su vez, pasó de 24,3 a 27,4 mil millones de dólares/mes entre los períodos considerados.
Las cifras muestran que, en materia de exportaciones, la Argentina está aprovechando menos que países comparables como Brasil y Uruguay la recuperación pos-crisis. La performance ubica a nuestro país a la par de México, como si estuviera perjudicado por la reconfiguración de la economía mundial, con países desarrollados que languidecen y emergentes como China e India que, si bien no crecen como lo hacían antes de 2008, lo hacen de modo sustentable y a un ritmo razonable.
En este sentido, puede conjeturarse que la floja trayectoria de las exportaciones argentinas desde 2008 a 2011 puede estar reflejando dos fenómenos concurrentes:
a) que los desincentivos sobre la inversión y producción de determinados bienes transables por las medidas destinadas a desvincular mercado interno vs externo están pasando factura a nuestra potencialidad de ventas al exterior (caso de carnes y petróleo, entre otros);
b) que las múltiples restricciones a importar están afectando la competitividad por el lado de insumos críticos y, por ende la oferta exportadora, al tiempo que frente a las represalias de nuestros socios nos cuesta más desplazar bienes a otros mercados y/o tenemos que resignar precios para hacerlo. El factor cambiario, que podría ser también un vector explicativo, en realidad también ha afectado en forma significativa a Brasil y Uruguay.
En caso que estas hipótesis tengan asidero, no puede pensarse en medidas aisladas para hacer frente al fenómeno. Se requiere un conjunto de decisiones, consistentes entre si. Por empezar, la Argentina debería hacer subir varios escalones en la agenda pública aquellos temas vinculados con la inserción en el mundo para aprovechar oportunidades y neutralizar amenazas (en sus causas, más que en sus consecuencias). Para avanzar en el plano institucional, sería recomendable crear una Agencia de Competitividad con un directorio público-privado.
En la Argentina hay esfuerzos por el lado de mejorar las condiciones de la oferta de bienes y servicios (INTA e INTI, por ejemplo) y también por el lado de la demanda (Fundación Exportar, por caso). Sin embargo, estas instituciones podrían potenciarse coordinando entre sí las actividades de apoyo al sector privado y siguiendo lineamientos estratégicos como los que podrían definirse en una Agencia como la propuesta. Si la inserción en el mundo sube escalones en la agenda, entonces las decisiones internas pasarán a referenciarse en las mejores prácticas de nuestros potenciales competidores.
Necesitamos esto para participar de un modo más inteligente en el comercio internacional, así como para generar condiciones que permitan a la producción local apoyarse cada vez más en los carriles de la innovación y la productividad.