Por fin, todo el mundo despertó políticamente
*Por Zbigniew Brzezinski. Un desafío común a todos nosotros está implícito en la transformación actual de la política mundial. Permítaseme comenzar con tres afirmaciones amplias.
La primera es que la paz mundial está amenazada no por un fanatismo utópico, como ocurría en el siglo XX, sino por la turbulenta complejidad propia del volátil fenómeno del despertar político global . Segunda, el progreso social amplio y perdurable es más fácil de lograr a través de la participación democrática que de la movilización autoritaria. Tercera, en nuestra época, la estabilidad mundial sólo puede fomentarse por medio de la cooperación en gran escala y no de la dominación imperial.
El siglo XX estuvo dominado por esfuerzos ideológicos fanáticos para recrear sociedades por medio de métodos totalitarios brutales sobre la base de proyectos utópicos. La Europa del siglo XX es la que mejor conoce el costo humano de ese fanatismo simplista y arrogante . Hoy, afortunadamente, con excepción de algunos casos aislados como Corea del Norte, es improbable que pueda surgir un nuevo intento de ingeniería social utópica en gran escala. Esto es así porque en el siglo XXI, por primera vez en la historia de la humanidad, todo el mundo ha despertado políticamente . Los pueblos del mundo son activos, están interconectados, se sienten agraviados por sus relativas privaciones sociales y rechazan cada vez más la movilización política autoritaria. De ello se deduce que la participación democrática a la larga es la mejor garantía tanto del progreso social como de la estabilidad política.
Sin embargo, en el ámbito global, la combinación de las crecientes aspiraciones populistas con las dificultades propias de elaborar respuestas globales comunes a las crisis políticas y económicas plantea el peligro de un desorden internacional al que ni Alemania ni Rusia ni Turquía ni China ni Estados Unidos por sí solos pueden dar una respuesta eficaz. En realidad, las posibles turbulencias globales sólo pueden ser abordadas de manera eficaz dentro de un marco más amplio de cooperación basado en valores democráticos compartidos de un modo más general.
El hecho es que la interdependencia no es un eslogan sino la descripción de una realidad cada vez más perentoria .
Estados Unidos se da cuenta de que necesita a Europa como aliada mundial, que su cooperación con Rusia es para beneficio mutuo, que su interdependencia económica y financiera con una China en rápido ascenso tiene una especial sensibilidad política, que sus lazos con Japón son importantes no sólo para ambos países sino para el bienestar de la región del Pacífico. Alemania está comprometida con que haya una Europa más unida dentro de la UE y con estrechar los lazos a través del Atlántico con los Estados Unidos y, en ese contexto, puede fomentar sin riesgos una cooperación económica y política mutuamente beneficiosa con Rusia.
Por lo tanto, ha llegado el momento de traducir los valores e intereses que nos unen en vínculos más abarcadores.
Para ello, hay que promover deliberadamente una auténtica reconciliación entre pueblos que históricamente han estado en conflicto.