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Poniendo a prueba un milagro

Para los creyentes, los milagros son producidos por un ser sobrenatural. Para los no creyentes son simplemente hechos extraordinarios o tal vez fraudes. ¿Hay alguna manera de sacar alguna conclusión?

El diccionario de la Real Academia Española define al milagro dando estas dos acepciones principales:

1. Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino.

2. Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa.

Muchas veces, los noticieros y los medios gráficos utilizan la segunda acepción, y se le llama simplemente "milagro" a algo que, si bien no ocurre todos los días, resulta muy significativo para una o varias personas. Así, el hecho de que un niño operado de una grave enfermedad o transplantado y salga exitosamente de estas circunstancias frecuentemente es catalogado como algo "milagroso". Pero el milagro, es esencialmente un hecho atribuido a un ser sobrenatural.

Así, de cuando en cuando aparecen personas "estigmatizadas", con ojos o muñecas que sangran, presentando las heridas que supuestamente padeció Cristo. Ahora que se dispone de pruebas de ADN, podría saberse con facilidad si esa sustancia es verdaderamente sangre humana, y aparte si es la sangre de la persona en cuestión. Pero es sugerente y despierta sospecha, que ninguno de estos estigmatizados quiera ponerse a prueba.

El investigador italiano Massimo Polidoro (foto), cabeza del CICAP (Comité Italiano para la Investigación de las Afirmaciones sobre lo Paranormal), junto con su colega Luigi Garlaschelli, han estudiado el caso de una mujer, relatándolo en la revista The Skeptical Inquirer, con el título "Cómo poner a prueba un milagro" (The Skeptical Inquirer, Vol. 34, Nro 3, Mayo/Junio de 2010).


En esta investigación, dice Polidoro que le preguntaron, a él y a su colega, si estaban interesados en poner a prueba a una mujer mística de 22 años que hablaba con la Virgen María y podía provocar fenómenos sobrenaturales. Se trataba de Debora Moscogiuri (ver foto abajo), vidente mística nacida en 1973 que vivía en Manduria, Taranto, al sur de Italia. Polidoro afirma: "Durante períodos de éxtasis, supuestamente ella podía ver y recibir mensajes de la Virgen, los cuales podía transmitir a sus adoradores. Se decía que tenían lugar otros fenómenos en su casa y alrededores, incluyendo iconos religiosos (pinturas y estatuas) que aparentemente sangraban". El artículo sobre el que hablamos continúa diciendo que, como es usual en estos casos, ninguno de esos fenómenos habían sido investigados o documentados cuidadosamente ni tampoco se habían efectuado análisis de ningún tipo.


Según Polidoro y Garlaschelli, una de las estatuas de la Virgen, que pertenecía a Moscogiuri en algún momento comenzó a gotear aceite de oliva. Algunos recipientes tapados y sellados, como pequeñas botellas o jarros de aceite que se dejaban junto a la estatua aparecían luego parcialmente llenos de aceite. Los recipientes habían sido atados con cintas, tapados, sellados con cera y colocados dentro de bolsas de plástico. A pedido de la mujer, se metieron dentro de las botellas -antes de cerrarlas- algunas hojas de oliva. Este fenómeno fue reproducido cuando el Dr. Giorgio Gagliardi, físico de Milán, preparó dos recipientes sellados con cera: uno quedó en su oficina y el otro, idéntico, fue enviado a Manduria y vuelto a traer algunas semanas después con un poco de aceite adentro, estando todavía cerrado. Polidoro dice: "Dentro del jarro que había quedado en Milán no había sucedido nada. Sabiendo que la cera y las cintas son inadecuadas para impedir una falsificación, Gagliardi nos pidió recipientes seguros, que permitieran advertir la falsificación".


Evidencias de la falsificación

Polidoro advierte que cuando uno pone a prueba a una persona que alega tener "poderes", a veces es necesario permitir que el sujeto se lleve algún material del laboratorio para tratar de producir un efecto paranormal en su casa. Hasta hace poco tiempo, continúa explicando, no se reconocía la importancia de usar recipientes infalibles al fraude cuando se llevaba a cabo un experimento de este tipo particular.

Insiste Polidoro haciendo hincapié en la ingenuidad con que algunos investigadores en parapsicología investigaron los supuestos poderes psicoquinéticos de niños y adolescentes en el pasado. Ya que se consideraba improbable que los éstos hicieran trampa, se los dejaba solos con cucharas y pedazos de metal que debía doblar. Luego, cuando se encontraba que el material había sido doblado, los investigadores asumían inmediatamente que había en juego una "fuerza" psicoquinética. Pero las investigaciones realizadas posteriormente revelaron que estas suposiciones eran incorrectas y ahora se toman controles más rigurosos cuando se va a poner a prueba a alguien que dice tener poderes parapsicológicos.

Debemos reconocer, que como explica Polidoro, "siempre ha sido un desafío preparar recipientes que resistan la falsificación (...) de manera que no permitan que un sujeto acceda a su contenido". Sin embargo, evitar el acceso -colocando por ejemplo el recipiente dentro de una caja de acero) no es tan importante como asegurarse de que el recipiente o contenedor tenga alguna característica que permita saber si ha sido violado, es decir, que esté preparado de manera que cualquier intento indebido para abrirlo pueda ser detectado fácilmente. Para estos fines ahora se usan dispositivos de seguridad especiales. El antiguo sellado con cera ha sido reemplazado por etiquetas autoadhesivas que muestran signos de que han sido forzadas físicamente al intentar despegarlas o mediante la aplicación de solventes o calor. Estas cintas llevan números exclusivos de identificación, usados para determinar cuándo alguien ha reemplazado una cinta con un duplicado luego de abrir el recipiente.

Continúa la investigación: se sellan los tubos

"Volviendo a nuestra investigación sobre Debora Moscogiuri, Luigi y yo confirmamos con Gagliardi que el tipo de sellos que él había usado se podían abrir fácilmente y luego reemplazarlos", dice Polidoro, y continúa: "Además, preparamos un conjunto de tubos de ensayo sellados de la siguiente manera: a) se puso una hoja de oliva en cada tubo de ensayo de vidrio; b) los tubos eran sellados a fuego con un mechero Bunsen, teniendo cuidado de no chamuscar la hoja que estaba adentro; c) cada tubo fue numerado en varias posiciones usando un instrumento para grabar vidrio; d) se chequeó si los tubos tenían agujeros invisibles sumergiéndolos en agua (en esas condiciones saldrían burbujas de los que estuvieran mal sellados); e) se pesó a los tubos en una balanza de precisión de laboratorio (ajustadas a cero antes de la operación), grabando todos los dígitos con una precisión de un miligramo; f) se fotografiaron los tubos con lentes de aumento para registrar el número grabado y la forma de la punta sellada, donde el vidrio se había derretido".

Bien, cuando a estos tubos se los calentaba ligeramente, la hoja que estaba adentro despedía pequeñas gotitas de agua. El aspecto general era muy distinto al del aceite, y por supuesto, el peso total no cambió. Las gotitas eran reabsorbidas luego de unos pocos días. Así, Polidoro y su colega decidieron no preocuparse por este detalle. Cada tubo podía ser identificado por su peso y fotografía, y se podía saber si se había intentado abrirlos ya que no hay forma de derretir el vidrio y volver a sellarlo exactamente como estaba.

A Debora Moscogiuri, por intermedio de Gagliardi y del padre Civerra, un cura católico que seguía a la vidente, se le dieron ocho de estos frascos, numerados 1, 2, 3, 4, 6, 7, 8 y 10. Los investigadores no sabían el paradero de los tubos sellados ni lo que les estaba ocurriendo en la otra punta de Italia. Estaban dispuestos a esperar. Y hubo, a continuación, dos eventos notables. Polidoro recibió noticias de Civerra, que informaban que la mujer había tenido una visión mística de la Virgen Bentida: "había visto una larga lengua de fuego (del Espíritu Santo) aproximándose a los tubos y tomando uno de ellos, dejando solo siete (el número de los Dolores de la Virgen). Mas tarde se especuló que algunos de nuestros tubos contenían aceite", dice Polidoro. Y continúa: "A través de la mediación de Gagliardi y Civerra, nos las arreglamos para recuperar los tubos. Los examinamos durante una reunión que se filmó en video en la que se encontraban Gagliardi y Civerra. Después, todos los participantes firmaron una declaración de los resultados. Civerra había puesto los tubos que habíamos preparado en un jarro y luego en una bolsa de plástico; cada uno de estos recipientes habían sido sellados con cera. Por los motivos expuestos más arriba, nosotros ignoramos estas medidas de seguridad y pedimos que solamente se tomaran nuestros tubos y se los chequeara. Debe mencionarse que cuando se lo pedimos, Civerra admitió que no tenía forma de verificar si sus sellos de cera habían sido forzados y reemplazados".

Resultó que: a) uno de los ocho tubos, el número 3, se había perdido; b) los tubos 1, 2 y 7 estaban intactos y no contenían líquido alguno; c) el tubo 4 tenía un extremo roto, con un pequeño agujero, pero no contenía líquido, y d) los tubos 6 y 8 contenían un líquido viscoso amarillo. Una comparación con las fotos reveló que las puntas habían sido derretidas y reselladas. Las formas de las puntas eran totalmente diferentes. Uno de los tubos había sido forzado en un costado y el vidrio estaba deformado, mostrando una gran burbuja. También una punta estaba rajada. Tres ampollas contenían trazos de una sustancia negra, y las hojas estaba parcial o totalmente carbonizadas.

El fraude queda expuesto

Dice Polidoro que "era bastante obvio que había ocurrido un forzamiento grosero, lo cual no indicaba un milagro sino, por el contrario, algún tipo de fraude llevado a cabo por alguien del grupo de Moscogiuri". Así y todo, Civerra no aceptó la sugerencia de los investigadores acerca del fraude, alegando que confiaba más en sus sellos de cera externos y que cualquier deformación en los tubos se debía a la "llama del Espíritu Santo" de la visión de Moscogiuri. A pesar de este alegato, Polidoro y Garlaschelli concluyeron que los tubos de vidrio sellados con el mechero -preparados con unos simples procedimientos de contros descritos arriba- podían ser realmente una herramienta útil en manos de los investigadores que ponen a prueba las capacidades psicoquinéticas o sobrenaturales. Conclusión: la mujer había cometido fraude y no hubo allí milagro alguno ni nada sobrenatural.

En cuanto a Debora Moscogiuri, parece que todavía afirma tener visiones y que periódicamente recibe mensajes de la Virgen María, aunque extrañamente las materializaciones de aceite dentro de los recipientes no ocurrieron nunca más.