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Políticas de la pobreza

*Por Andrea Sabattini. Según un estudio del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), en 2010 se gastaron en Córdoba 4.485 millones de pesos en 116 planes de asistencia social. Andrea Sabattini.

Según un estudio del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), en 2010 se gastaron en Córdoba 4.485 millones de pesos en 116 planes de asistencia social. Si se hubiese vertido ese monto en los 230 mil hogares más humildes que según las consultoras privadas existían en ese año, cada uno de ellos hubiera recibido, en promedio, 1.646 pesos por mes, con lo que se hubiese logrado posicionar al grupo de los más vulnerables por encima de la línea de pobreza.

Si bien estos cálculos son teóricos, no dejan de tener consecuencias prácticas: si el mencionado importe se hubiese invertido en fuentes de trabajo para los más pobres, se habría estimulado el consumo y reactivado la productividad y la economía en general, según los preceptos de la teoría keynesiana; además, se habría fortalecido la cultura del trabajo y la autoestima de los más desfavorecidos.

El modelo tiene como fin encubierto reproducir la pobreza, en lugar de eliminarla, y disuadir la lucha contra el sistema extraoficial de intercambio de favores, en el cual los titulares de cargos políticos regulan la concesión de las prestaciones obtenidas a través de su función pública o de contactos relacionados con ella, a cambio de apoyo electoral.

La lógica clientelar del sistema se percibe con claridad cuando se comprende que, del presupuesto asignado para aliviar la pobreza, sólo llega al más pobre una ínfima porción.
La mayor parte queda atascada en costos administrativos, viáticos, y en la red de profesionales, consultorías, asistentes, funcionarios y demás instancias intermedias, desde las que se anteponen los propios intereses corporativos por sobre los de los beneficiarios de los programas.

Una cantidad considerable de programas alcanzan sólo a un porcentaje mínimo del grupo de personas cuyos problemas se supone deben aliviar, lo que nos hace deducir que fueron montados únicamente para servir como paraguas de los reclamos sociales, para poder dejar caer oportunamente la frase "tenemos ya un programa que soluciona ese problema", o para la toma de la consabida foto protocolar.

La gente encontrará una serie de impedimentos para gestionar las subvenciones por cuenta propia y muchos de ellos terminarán siendo agentes activos de un modelo asentado en políticas que insisten en reproducir un sistema social anacrónico y paternalista, que fomenta la pasividad de los "carecientes" y logra muchas veces hacerlos sentir no como sujetos de derechos, sino de favores que deben retribuir con el voto.

Otra característica de la maquinaria del desarrollo social es la dispersión. Existen diversos programas que se enfocan sobre un mismo problema y grupo de beneficiarios.

Por ejemplo, según el estudio del Idesa, en 2010 convivían 18 planes distintos financiados por la Nación, la Provincia y el municipio de Córdoba, y todos buscaban paliar el problema nutricional del mismo segmento social.

La dispersión inherente al negociado del desarrollo social se sustenta en la lógica de los organismos internacionales y, lejos de ser casual, apunta a invisibilizar la falta de una política concreta para solucionar la pobreza de raíz, como así también la incoherente red de planes y programas superpuestos y repetidos que apuntalan las prácticas vigentes.

El engranaje que impera en la lucha contra la pobreza se reproduce al amparo de una infinidad de intereses creados y refleja las aspiraciones de los funcionarios, políticos, punteros y clientes electorales.

No parece interesar a ninguna fuerza político-electoral enfrentar un sistema que se retroalimenta por voluntad de quienes ostentan el poder de los programas de la caridad.

Como dijera Friedrich Nietzsche, la irracionalidad de una cosa no es un argumento en contra de su existencia, sino más bien una condición de ella; así, observamos que la invisibilidad de las lógicas que sustentan los presupuestos sociales es una condición para su perpetuación.