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Política y alegría

*Por Jorge Coscia. Coincido con la observación con la que Jorge Fernández Díaz abre su argumentación sobre Amado Boudou en su nota del domingo pasado.

Dice allí el periodista y talentoso novelista: "Pocos fenómenos más interesantes de la política argentina que el virtual vicepresidente de la Nación". Pero a partir de allí comienza mi disidencia, que -entiendo- el autor apreciará en pos de la mutua tolerancia y el reconocimiento del valor enriquecedor de la polémica.

He compartido con Amado muchas experiencias que me permitieron conocer algunas de sus virtudes, que justifican ampliamente el lugar que ocupa y el que podría ocupar a partir del mandato de las urnas. Es, sin duda, un hombre alegre, lleno de optimismo y energía positiva. De ningún modo superficial, puedo asegurarlo.

Amado asumió en julio del 2009. Lo recuerdo muy bien porque fue el mismo día que juré como secretario de Cultura. No era un momento sencillo ni feliz para el gobierno de la Presidenta. Su gestión al frente del Ministerio de Economía fue diametralmente opuesta al concepto del piloto automático. En este sentido, son de público conocimiento su iniciativa de recuperación de los fondos de pensión y su insistencia en la utilización de la reservas para afrontar los vencimientos de la deuda. Ambas fueron decisiones que marcaron un punto de inflexión definitivo en la consolidación de un modelo productivo sustentable e inclusivo.

En todo caso, la novedad "feliz", pero para nada superficial, es la sujeción de la economía al dictado de la política y no a la inversa, como ocurriera en largos períodos de nuestra historia, con presidentes encandilados frente a sus superministros de economía. Lo que Arturo Jauretche llamaba "ir de compras con el manual del almacenero".

Precisamente, el gran polemista viene al caso en dos cuestiones. La primera de ellas refiere a que nadie necesariamente piensa igual toda la vida. Jauretche fue una promesa juvenil del partido conservador bonaerense antes de ser yrigoyenista y luego fundador con Forja de lo que hoy conocemos como ideario nacional y popular. A nadie se le ha ocurrido hasta el momento acusar a don Arturo de incoherente por ese pasado. Los hombres polemizan no solo con otros hombres, sino consigo mismo, como lo han demostrado Alberdi, Lugones, Borges y hasta nuestro admirado Perón.

La segunda referencia jauretchiana hace alusión a su mentada frase: "Nos quieren tristes, porque nos quieren dominados". Es curioso que a un movimiento al que se le ha endilgado injustamente dogmatismo y crispación se le reproche ahora la amplitud del cambio y la alegría de uno de sus integrantes más importantes.

Una de las virtudes de Amado, infrecuente en un ministro de Economía, es su valoración de la cultura y su convicción acerca de su rol transformador. Ha tenido siempre, me consta, un ojo atento a las políticas culturales y no sólo gracias a su talento para tocar la guitarra.

Otra sentencia arbitraria del artículo sostiene: "La suerte de Boudou es tan extraordinaria que ni siquiera le tocará reparar las grietas que comienzan a verse en la economía". Si mal no recuerdo, de esas grietas se viene hablando desde el 2003 y Amado ha ocupado un rol protagónico en sus soluciones. Pero, al margen de la futurología apocalíptica, uno sí puede asegurar que Boudou, voluntad popular mediante, deberá reparar una grieta mucho más lacerante dejada en la vicepresidencia por otro hombre que "cambió" para mal. Esa será, sin duda, una tarea reparadora de la institucionalidad y el valor de la democracia.

Confieso que, a diferencia del autor de la nota, no consulté a ningún embajador extranjero para hacer mi valoración de Amado Boudou. Aunque tampoco me imagino a un periodista del Primer Mundo juzgando a sus ministros por boca del embajador argentino.

Por otra parte, y explicitando mi aprecio y admiración por la inteligencia y gestión de Jorge Capitanich, es digno de destacar cómo se ha vuelto costumbre en algunos analistas poner a competir a oficialistas con oficialistas. ¿Será, tal vez, por la ausencia de opositores que puedan ser puestos en la lid de equivalente comparación?

Me pregunto, además, respetuosamente, por las razones que determinaron aquello del "establishment domado a sus pies". Me parece que la respuesta es que, en estos tiempos, la economía está subordinada a la política. Y es la política la que también invita al debate respecto de la libertad de expresión y la discusión pública y franca con algunas corporaciones mediáticas. Es tan útil la prensa crítica como la crítica misma, no a la prensa en tanto periodismo, sino a los grupos concentrados del poder mediático.

En esa perspectiva, confieso que me permito polemizar con Fernández Díaz como expresión del respeto que me genera como periodista y como autor literario. Me han conmovido algunas de sus novelas y esto, más que inhibirme, me alienta a la discusión como forma enriquecedora de la democracia.

No puedo imaginar a Boudou, sino a través de su alegre vitalidad y juventud espiritual, que metaforizan el nuevo clima de época. Lejos está, por supuesto, de ser una opción "ominosa" o "amenazante", como sugiere el autor. Equívoco injusto, en un país que ha tenido como ministros de economía a Martínez de Hoz, Aleman, Krieger Vasena y Cavallo. Y convengamos en que lo verdaderamente amenazante no es la continuidad de este modelo de inclusión inédito, sino el retorno de aquellos planes de ajuste y desnacionalización.