Plebiscito no vinculante pero casi casi
* Por Carlos La Rosa. La de ayer fue una elección favorable en todo sentido para el peronismo gobernante y desastrosa en todos los sentidos para las oposiciones, excepto para Altamira, el único que logró su milagro.
De diez fórmulas presidenciales, tres quedaron afuera y siete obtuvieron su pase para las elecciones de octubre. Ése es el único resultado vinculante a nivel nacional de las primarias de ayer. Sin embargo, hay otro resultado no vinculante pero que es el dato más importante de todos: de las siete fórmulas presidenciales, la que se impuso en primer lugar -la de Cristina Fernández de Kirchner y Amado Boudou- obtuvo más votos que las otras seis sumadas y se ubicó a casi cuarenta puntos por encima de la que salió segunda.
Es un resultado apabullante, contundente, sólo modificable si en setenta días la opinión pública gira ciento ochenta grados, algo casi inimaginable.
Cristina sólo perdió en San Luis -como era de prever- y en los únicos tres distritos donde no llegó a los 40 puntos fue donde ocurrieron las últimas elecciones locales: Capital Federal, Santa Fe y Córdoba. No obstante, en esos tres lugares sobrepasó los 30 puntos y se impuso como la primera fórmula. En los mismos sitios donde sus candidatos provinciales perdieron mal o ni siquiera se presentaron, ella obtuvo un resultado no espectacular como en el resto del país, pero a todas luces favorable. Claro que con matices, porque en Capital Federal su fórmula sacó menos votos que Daniel Filmus en la segunda vuelta, aunque salió primera por la dispersión opositora.
Mientras, en Santa Fe casi duplicó en votos a su candidato a gobernador, Agustín Rossi, con lo cual el socialismo allí gobernante que ayer hizo una elección presidencial discreta a nivel nacional con Hermes Binner, sale segundo en su propia tierra. Eso muestra que muchos de los que prefieren al socialismo o al Midachi para gobernar de Santa Fe, también prefieren que
Cristina siga siendo presidenta.
En fin, frente a unos datos electorales tan significativos y a una participación popular tan notable, todos los rótulos con que se puede caracterizar, para mal, a esta primaria abstracta donde ningún partido presentó más de un candidato, caen por su propio peso. Por decisión popular, esta elección fue mucho más que una mera encuesta o una prueba de ensayo o un partido amistoso donde los resultados apenas cuentan.
En realidad, esta elección puede equipararse a un plebiscito no vinculante pero en el que las preferencias de la ciudadanía son tan claras que todo indicaría que una amplísima mayoría social ha elegido ser presidida cuatro años más por la presidenta en ejercicio. Podrán discutirse las razones, que posiblemente sean de una diversidad infinita, pero nadie podrá poner en tela la juicio la voluntad popular ante su más que manifiesta claridad.
Durante la presidencia de Cristina Fernández, los distintos partidos opositores vivieron, en apenas el lapso de un par de años, la elección más exitosa para ellos de toda la era K en las legislativas de 2009 y también la elección más desastrosa para todos ellos de la era K, con las primarias realizadas ayer. Un viraje tan brusco en tan poco tiempo de la opinión pública, deberá obligarlos a mirarse dentro de sí mismos, porque todo indica que ellos tienen más responsabilidad en sus propias derrotas que el oficialismo triunfante, ya que a uno podría gustarle más o menos el kirchnerismo, pero la propuesta electoral, tanto en contenido como en estilo, que presentó en 2009 y la que presentó ayer, es, en términos generales, la misma.
Por lo tanto, quien más cambió fue la oposición o, si no cambió, la percepción que la inmensa mayoría de la sociedad (por no decir casi toda) fue construyendo de la misma a partir de su triunfo de 2009. Es que en aquel entonces, ante el peor momento político del kirchnerismo, la oposición supo construir dos alternativas frentistas: una de centro derecha y otra de centro izquierda, que sonaban bastante razonables. Tenía, además, cada una de esas dos grandes coaliciones, una cantidad importante de potenciales candidatos a presidente, contando todos con un valioso favor popular.
Y para aún mayor suerte de la oposición, ante la derrota, el kirchnerismo no se impuso autocrítica alguna sino que profundizó la misma línea política que lo condujo a ella. Ocasión, en los papeles, doblemente propicia para una oposición triunfante frente a un gobierno negacionista de la realidad.
Sin embargo, las cosas ocurrieron exactamente al revés: en menos que canta un gallo las dos coaliciones opositoras volaron por los aires ya que cada uno de los potenciales presidenciales que abundaban en el seno de una y otra se creyeron autosuficientes, se olvidaron de que el kirchnerismo todavía era gobierno y se empezaron a hacer zancadillas entre ellos, hasta que terminaron por tropezar todos. El gobierno, pese a su negacionismo de la realidad, volvió al primer plano, entre otras cosas, por la férrea voluntad que demostró para afrontar el peor momento de su existencia.
Atontada por las mismas trompadas que se propinó a sí misma, la oposición intentó reconstruir algo de esas coaliciones para las presidenciales de este año, aunque ya nada sería igual, entre otras cosas porque ningún candidato estaba dispuesto a bajar demasiado las ambiciones que ya ni siquiera tenían basamento real alguno pero, sobre todo, porque la sociedad ya no estaba dispuesta a creerles, como se demostró inapelablemente ayer.
Los prestigios opositores de 2009 algunos los perdieron y otros los usaron para salvarse en sus aldeas, pero ninguno quedó vivo a nivel nacional.
Así, de todos los escenarios posibles, las oposiciones ayer obtuvieron el peor, no sólo por la nimiedad de los votos obtenidos por cada una de ellas sino porque, además, las tres más votadas lograron porcentajes tan similares entre sí que ni siquiera es posible imaginar que una sola pueda salirse del pelotón para más o menos unificar, o algo parecido, a la oposición.
En estas elecciones ni siquiera apareció, como en 2007, una Lilita Carrió que -aún muy lejos del primer puesto- se mostrara como una alternativa. Ayer la oposición no mostró alternativa alguna por lo que deberá remar mucho -y vaya a saber si sabe para qué lado- si desea que las elecciones de octubre no sean una confirmación del plebiscito de ayer, donde el "sí" se concentre frontalmente en Cristina y el "no" se divida entre una serie de moléculas inofensivas sólo votadas por aquellos que no quieren votar al oficialismo de ninguna manera, pero sin que nadie, ni siquiera esos votantes, les reconozcan algún mérito propio.
Así las cosas, con los resultados de ayer, el país de los próximos años se seguirá debiendo una oposición. El radicalismo se va transformando, de a poco, en un enorme partido municipal mientras que la esperanza socialista ni siquiera pudo hacer que su candidato presidencial ganara en Santa Fe. Fuera de la oposición no peronista, queda el peronismo acotado regionalmente de los Rodríguez Saá y el peronismo residual de Duhalde. Ninguno de ellos parece tener gran incidencia en los tiempos por venir. Con lo cual, lo más probable es que el único oficialismo y la única oposición será el peronismo triunfante en la Nación y en casi todas las provincias. Al resto sólo le cabe comprarse un LCD.