Planes para unir opositores
Por Joaquín Morales Solá ¿Conviene a la oposición que Sergio Massa renuncie a su candidatura presidencial?
Nota extraída del diario La Nación
Por Joaquín Morales Solá
¿Conviene a la oposición que Sergio Massa renuncie a su candidatura presidencial? ¿Hay alguna posibilidad técnica de unir en una misma propuesta electoral a las boletas de Mauricio Macri y de Sergio Massa? ¿Por dónde debería empezar la oposición a mostrar gestos de acuerdos electorales? Macristas, massistas y delasotistas han hablado en los últimos días sobre eso y no tienen aún ninguna respuesta.
Macri propuso, al final, esperar las encuestas de dentro de 20 o 30 días para establecer los movimientos del electorado. ¿Y si entonces hubieran crecido las perspectivas de Daniel Scioli para un triunfo en primera vuelta? "Entonces todo será posible en la oposición", dice Macri. ¿Incluido un amplio acuerdo de los candidatos opositores? "Todo", insiste.
La primera comprobación, tras esos diálogos cruzados y recurrentes, es que los opositores dejan el discurso triunfalista sólo para la tribuna y los micrófonos. Puertas adentro, reconocen que Scioli está en mejores condiciones que cualquiera de ellos para un triunfo en la primera ronda. Lo reconocen a pesar de que el gobernador bonaerense tuvo un buen domingo y una pésima semana. Las inundaciones en la provincia de Buenos Aires exhibieron la incompetencia de la administración bonaerense para prever los nuevos caprichos del clima. El cambio climático existe, pero es la novedad menos novedosa del mundo.
La segunda constatación es que la oposición se mueve todavía en un espacio impreciso e imprevisible. Las elecciones del próximo 25 de octubre serán otras elecciones, pero ¿cómo serán? Las primeras mediciones indican que Scioli subió dos puntos en la intención de votos, tanto como Macri. Siguen condenados a la segunda vuelta. Massa bajó un poco (o UNA, más precisamente), pero no tanto para resignarlo a una derrota definitiva. El escenario no es muy distinto del que dejaron las elecciones de hace una semana. La única novedad, tal vez, es la caída de la popularidad de Scioli y de Cristina Kirchner como consecuencia de las inundaciones. El caso de Scioli es contradictorio: subió un poco su intención de votos mientras cayó su popularidad. La paradoja podría deberse a que los argentinos ya no sólo están pensando en votar a quien quisieran como próximo presidente, sino también en contra de quien no quieren que sea el nuevo presidente. De todos modos, Scioli no pudo aprovechar el envión que tiene todo candidato ganador. Ni en intención de votos ni en popularidad.
Esas encuestas explican también la furia contenida de Cristina Kirchner. Nunca se explicó por qué Scioli decidió viajar a Italia cuando ya existía la inundación y hasta los pronósticos de una inminente sudestada. El cansancio es fácilmente comprensible en todos los candidatos, pero sus agendas ya no dependen de su voluntad, sino de las cambiantes circunstancias. La política es así, aun para los que no vienen de la política, como Scioli y Macri. Cristina consultó a todos sus interlocutores sobre el espíritu viajero de Scioli, mientras movía la cabeza de un lado a otro en un gesto claramente crítico. Sin embargo, por primera vez calló. Ella también se escondió de la devastación.
Ese viaje resultó extraño en Scioli, que demostró hasta aquí una especial sensibilidad para conocer el humor social y estar cerca de él. Podrá discutirse si resuelve los problemas, pero debe aceptarse que siempre estuvo al lado de los afectados por los problemas. Ése fue su modo eterno de atravesar el fuego de los conflictos. Su ausencia dejó a Macri, para desesperación de Scioli, en el mejor de los mundos: debatiendo con Aníbal Fernández, que tampoco hizo mucho por defender a Scioli, pero sí por enredarse en discusiones con Macri.
Es probable que Aníbal Fernández haya sido el vocero implícito de Cristina cuando lanzó su famosa diatriba indirecta contra Scioli: "Yo no sé por qué se fue". Scioli le suplicó a Aníbal, horas después de las elecciones, que se escondiera de los lugares públicos. Aníbal es un político experto y conoce las obvias razones de ese pedido. Su problema es que también es vocero de la Presidente. Está de acuerdo con mantenerse en silencio detrás de la campaña de Scioli, pero no puede desobedecer a Cristina cuando ésta le ordena que hable ante los periodistas. Y se lo pide casi todos los días.
Los opositores conocen sus debilidades tanto como las de Scioli. ¿Influirá en las encuestas la permanente presencia de Aníbal Fernández en el debate público? ¿Cómo afectarán las inundaciones a los votos de Scioli? Aníbal es una carga electoral que Scioli no podrá evitar; aquél ganó las elecciones como candidato a gobernador. Una primera inferencia sobre el efecto catastrófico de las aguas puede indicar que faltan aún 70 días para las elecciones de octubre y que en plazos menores la sociedad se olvidó de conflictos peores. Sin embargo, los que conocen de inundaciones aseguran que las consecuencias sociales más graves suceden 60 días después, cuando la gente común constata que perdió para siempre sus heladeras, sus cocinas o parte de su casa (o toda). La mayoría de los inundados de La Plata, hace dos años, no recibió nunca nada.
Un protagonista central en esas negociaciones entre opositores es José Manuel de la Sota. Él ya perdió la posibilidad de ser candidato a presidente, pero se quedó con casi un siete por ciento del electorado, que podría ser decisivo en octubre. De la Sota promueve un primer gesto público: un acuerdo republicano y de una eventual cogobierno, según lo llama él, que agrupe a todos los que quieren terminar con el kirchnerismo. Para que nadie dude de sus intenciones anticristinistas, el jueves presentó un duro documento ante la Corte Suprema de Justicia por los reclamos de Córdoba a la Nación. Fue un gesto político, más que jurídico. De la Sota asumirá el martes la conducción política de UNA y tendrá un margen mayor para sus diálogos con los otros opositores.
Cuando se habla de negociaciones entre Macri y Massa, en el fondo se habla siempre de la posibilidad de que Massa renuncie a su candidatura. Nadie lo dice en voz alta, pero es así. Ahora bien, ¿conviene esa renuncia? Massa es peronista y sus votantes son mayoritariamente peronistas. Si sólo se fueran a Scioli cinco puntos de Massa, el gobernador bonaerense habría ganado en primera vuelta, sin que importara la diferencia con Macri. Otra cosa es De la Sota: sus votantes cordobeses, la mayoría de los que tuvo en el país, son profundamente antikirchneristas. Ésos son votos de Macri.
Massa piensa, por ahora, más en la posibilidad de cambiar su fórmula presidencial aprovechando un vacío legal. La ley de primarias es muy cerrada y no permite cambios de fórmulas después de las primarias, pero no dice nada sobre qué debería hacerse en caso de la renuncia de un candidato a vicepresidente. ¿Y si renunciara su candidato y pudiera poner en su lugar a De la Sota? Otra alternativa que se evalúa es el anuncio por parte de Macri de un gabinete de coalición nacional, que incluyera a figuras del massismo y del delasotismo. El principal operador de Macri, Emilio Monzó, se reunió con el operador de De la Sota, Carlos Caserio, pero De la Sota quedó desconforme. ¿No es hora ya de que Macri hable con él en lugar de mandarle operadores? Macri aceptó el reclamo. Lo llamará, si es que ya no lo llamó. Esta idea choca con la oposición de varios massistas: Felipe Solá (que ve peligrar su candidatura a gobernador), Roberto Lavagna (que nunca simpatizó con Macri) y Facundo Moyano, que es el que menos importa.
Scioli tropezó con el primer desacuerdo con Cristina desde que es el candidato presidencial consentido. Macri se descubrió ante la necesidad de dejar en el camino el improductivo purismo de Pro y de buscar un discurso de apertura política. Todo eso ocurrió cuando pasó sólo una semana desde las elecciones. Octubre queda demasiado lejos.