Pinky y Cacho Fontana: "No estamos en ningún asilo y queremos volver a trabajar"
Dos de los máximos referentes de la radio y la televisión hablan de cómo la vida volvió a reencontrarlos en una clínica de rehabilitación.
Ambas figuras fueron entrevistadas por la sobrina de ella, de Pinky, para revista Gente. En la nota hablan de su cotidianeidad, recuerdan cómo fue su visita al ex presidente Juan Domingo Perón en España y reivindican la transmisión de 24 horas por Malvinas.
"Estás cada día más parecida a mí", le dice Lidia Elsa Satragno (más conocida míticamente como Pinky) a la periodista, mientras su hermana Raquel, la maquilla con ternura y dedicación para su primera foto pública en más de seis años.
A su izquierda, en una mesa redonda como de bar antiguo, Norberto Palese (perpetuado como Cacho Fontana) confiesa que no iba a almorzar hasta realizar la nota, "como buen profesional".
Eso sí, con ojos chispeantes -y aprovechando que tenía que hacer tiempo hasta que esté lista su buena amiga-, se acerca para contar una de sus historias favoritas: la del día en que fue a visitar al papa Francisco.
"Fue hace un año y medio. Un amigo me aconsejó escribirle una carta. Lo hice, y al mes me brindaron una fecha para conocerlo. Y allí partí hacia Roma con Lucas, mi nieto, que en aquel momento tenía quince años. En el Vaticano viví una emoción muy grande cuando el Santo Padre me miró y me dijo: '¡Gran Cacho!'. ¡Fue una experiencia lindísima! ¿Si nos conocíamos de antes? Naturalmente... De la cancha de San Lorenzo, donde yo hacía la transmisión y él iba a ver al equipo cuando era Jorge Bergoglio".
Al terminar el relato, su sonrisa ilumina el recinto. Su compinche Pinky ya está lista para comenzar la sesión fotográfica que hace quince días (cuando ambos llevaban treinta años sin verse) ninguno de los dos imaginaba. "Esto de estar juntos de nuevo es un bonus track de la vida, porque no estaba en nuestro disco", admiten con complicidad. -¿Se acuerdan cuándo se conocieron?
Pinky: ¡Cuando teníamos menos uno! (ríe).
Cacho: Debe haber sido en algún canal de televisión.
P: A mí me pasa que yo nunca lo conocí a él. No tuvieron que presentármelo ni decirme quién era. La nuestra fue una historia sin introducción. Y juntos hicimos Dar en el blanco con Extracto de Blanco.
-¿Compartieron mucho tiempo en pantalla?
P: Sí, el programa duró muchos años...
C: ...y se interrumpió cuando visitamos a Juan Domingo Perón en España, en la década del 60.
-¿Ese hecho los complicó?
C: Digamos que no tuvo una repercusión muy favorable.
P: No, no fue nada agradable. A mí me llevaron presa, me sacaron el cinturón, los cordones de los zapatos y me pusieron un número en el vestido. Después me interrogaron durante horas.
C: Yo viví algo similar, porque el jefe de la SIDE me preguntó qué tono había tenido la conversación que mantuvimos con el General. Después de que le conté, sacó de un cajón un texto en el que tenía registrado todo lo que habíamos charlado con él. Me agradeció y ahí volví a tener vinculación con la gente de Arturo Frondizi.
P: A mí no me fue tan bien, porque él era hombre.
-Con todo lo que se habla hoy en día del feminismo...
P:¡Ahora! ¡Sesenta años después! A mí, cinco comisarios me interrogaron hasta el cansancio... Y eso que la conversación arrancó conmigo diciéndoles "yo no soy peronista", algo que también le dije al mismo Perón. Y cuando lo hice, él sonrió y me dijo: "Ya lo sé". En retrospectiva, fue una experiencia única visitarlo. Recuerdo que estuvimos varias horas con él y llegó un momento en que nos comentó: "¿Por qué no se quedan a comer? Isabelita fue al cine y le va a encantar conocerlos". Le respondí: "No, mire... Yo tengo un compromiso, porque confieso que si me quedo media hora más salgo cantando Los muchachos peronistas"... Porque yo, que he visto tantos actores rebosantes de carisma, puedo decir que no sé si les ganaba. Decía mentiras y verdades con un empacho total.
-Bueno, el General sería conocido, pero ustedes también...
C: (Mientras Pinky muestra esa sonrisa entrañable que la caracteriza, Cacho se pone serio y responde) No podemos medir su magnitud con la nuestra.
-Ya llegaremos a eso... ¿Viajaron a algún otro lado del mundo juntos?
P: Sí, a París, cuando una compañía francesa de aviación nos contrató para que fuéramos los padrinos de la línea del Pacífico.
C: Y la señora pidió ir en primera. De acá para allá funcionó perfecto, pero en Lisboa nos dijeron que teníamos que viajar en turista y ella, muy tranquila, dijo: "Sáqueme un pasaje de retorno". Yo no podía creerlo, pero así era la señora. Y lo consiguió: fue en primera nomás.
-¡Se nota que anécdotas les sobran! ¿Qué más los une?
C: Una amistad de muchos años y que estuvimos en la creación de un medio de comunicación.
-¿Les gustaría volver a trabajar?
C: ¿Y qué te parece? Por supuesto que sí... ¡Me encantaría! Para mí es la mayor diversión.
P: Me gustaría volver a la radio.
C: Lo último -Siempre Pinky, en Radio 10, en 2006- que hiciste estaba muy bien. A mí radio ya no, pero la tele podría ser.
-¿Cómo imaginan sus programas?
C: ¡Tanto no imaginamos! Algo atractivo...
P: Va a depender de las circunstancias que se estén viviendo, porque no se puede hacer el mismo programa hoy que dentro de veinte días.
-¿El medio se ha vuelto más vertiginoso?
C: Mirá, hemos tenido una trayectoria bastante prolongada y vivimos diferentes etapas de un país que cambia a menudo sus miradas. Tuvimos ese programa, 24 horas por Malvinas, una idea que tuve porque repercutió muy fuerte en mí el hundimiento del crucero General Belgrano. Entonces pedí un espacio, me lo concedieron y la llamé.
P: Yo estaba gravemente enferma y le dije que no... Hasta que aparecieron mis hijos, Leonardo y Gastón: el más grande, que tenía diecinueve años, me empezó a recitar todos los nombres de sus compañeros de colegio que estaban en el frente, y me dijo "¿Y vos te vas a quedar en la cama?". Le contesté: "No, me voy con Cacho a hacer el programa". Y allá fui.
-¿Qué fue 24 horas por Malvinas para ustedes?
C: No te digo que es lo mejor que hemos hecho, pero más o menos. Fue un ejemplo muy grande para el pueblo argentino, porque arrancamos de a poco hasta llegar a un monto muy importante.
P: A mí, muchos años después me pasó algo peculiar, cuando estaba haciendo un programa en Canal 9 e invité a mutilados de la guerra. Al despedirlos, fuera de cámara, me comentaron: "Pinky, te trajimos un regalo". Y uno de ellos empezó a sacar papeles que decían cuál era el origen de la ayuda que habían recibido. ¡Se trataba de los fondos que recaudamos nosotros! Instantáneamente me volvió a latir el corazón de una manera diferente, porque nos mortificaron tanto preguntándonos por una plata que ni siquiera vimos...
C: Es que nos asociaron con el gobierno del momento, sin diferenciar que la idea había sido mía, no de ellos. Simplemente por eso hace treinta años que no trabajo. Tendrían que haber dicho la verdad... Igual que los medios que están diciendo que estamos en un asilo.
P: ¡Si los asilos fueran así...! (ríe)
C: No es que no estemos preparados para lo que venga, ¡pero esperen!
-Para tirar por tierra todo lo que se dijo, cuenten ustedes: ¿dónde están alojados?
P: Es un centro de rehabilitación que, cuando te toca a los diez años, la gente cuenta: "Está en un centro de rehabilitación". Ahora, te toca a los ochenta, como a mí, y dicen: "Está en un asilo". ¡No es lo mismo!
-¿Y cómo fue que terminaron rehabilitándose juntos?
P: El jueves 22 de marzo, después de llamarme, Cacho vino a visitarme a casa con el jefe (N. de la R.: Se refiere a Salvador Lijtenberg, presidente de la Clínica de Rehabilitación y Geriatría Inter Plaza) y el director médico (Jorge Rago), para contarme que ellos tenían cómo facilitar este momento que estoy pasando. Entonces, me invitaron a la clínica, para mimarme y malcriarme un poco.
-¿Están siendo mimados juntos?
C: ¡Sí! ¡Muy! Recibimos lo que necesitamos, que es la rehabilitación.
P: E impensadamente, treinta años después nosotros, que siempre hemos sido tan amigos, volvimos a estar juntos. Es como si no hubiera pasado el tiempo.
C: Yo digo que es un bonus track.
P: Es curioso que ahora que no estamos mal, pero nos faltan cinco para el peso, hayamos vuelto a reunirnos y a reírnos como toda la vida.
-¿De qué se están rehabilitando?
P: Yo pierdo el equilibrio, tengo cierta debilidad y de pronto, por momentos, se me va un poco la voz.
C: ¡Y yo tengo de todo! Mejor dicho, tenía. Estaba peor que ella cuando llegué: ya ni sé lo que no tenía.
-Y ahora prácticamente están conviviendo.
C:¡En el mismo ambiente seguro!
P: Entre una cosa y otra, nos vemos todo el día. Uno va para el gimnasio del séptimo piso y el otro vuelve; uno sale al jardín y el otro está afuera. Desayunamos, almorzamos, tomamos el té... y así.
-Cacho, vos que ya estabas acá hace un tiempo, ¿le presentaste a tus amigos?
C: ¡Por supuesto! Pero ella tiene sus propios grupos, porque la requieren de varios lugares.
-Tía, ¿no tendrás un candidato, no?
P: (Se ríe) Tengo uno de cien años, que está mejor que nosotros dos. Estuvimos conversando... Un amoroso. Me dijo que si me sentía angustiada o deprimida por alguna razón no lo hablara con nadie, porque la gente no entiende, pero que él sí tiene oídos para escucharme.
C: Está hablando del odontólogo de Frondizi, un macanudo que siempre lee a Rubén Darío.
-¿Qué es lo primero que les viene a la mente cuando piensan en sus carreras?
C: Que fuimos muy felices, porque tuvimos una trayectoria bastante importante, que vino de la mano del cariño de la gente, lo que encontramos en la calle cada vez que nos pueden ver. Pinky ha estado mucho tiempo en su casa, pero ahora va a rehabilitarse, a caminar y a volver a sentir el amor del público.
-Tantos años después, ¿cómo se definirían: periodistas, conductores, locutores...?
P: ¡Yo soy la Pinky!
C: Ella es Pinky y yo Cacho. Eso abarca todo.
Fuente: Revista Gente - Infobae