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Pinchazos contra el mal de amores

* Por Alejandro Castañeda. Lo del mal de amores es una vieja herida. Los que lo han padecido, saben que no cicatriza fácilmente y que el tiempo, el gran sanador, es el mejor remedio.

Por supuesto, tarotistas, adivinos, astrólogos y gitanos han buscado alivio para los apesadumbrados que padecen ese amor que ya no está, pero nunca se va.

Hasta ahora, la medicina había dejado sin cobertura la atención de estos pacientes tristones, ambulatorios y obsesivos. Los médicos se habían abstenido de salir a cazar pérdidas en un terreno tan vidrioso como es el del amor. No había especialistas. Y los clínicos más voluntariosos apenas si sugerían las recetas de siempre: algún ansiolítico para calmar el mientras tanto, un viaje, un divertimento y dejar que el azar, el tiempo y algún comedido/a se encargue de achicar la desventura.

Pero ahora desde el Chaco surgió una luz de esperanza. Se trata del tratamiento contra el mal de amores que encara el Dr. Roberto Aguirre Soler. Se llama neuroestres y garantiza absoluta curación. Está dirigido puntualmente a los abandonados y, aunque se niega a revelar las minucias de su técnica, el médico dio algunas pistas: "primero le realizo al paciente un diagnóstico donde debe valorizar sus sentimientos (bronca, odio, impotencia, soledad, envidia). Luego, se hace una relación orgánico-emocional del caso para así poder disminuir a cero el inconveniente. Lo hago mediante electrodos o acupuntura. Acá no hay pastillas ni nada, todo es natural", señaló Soler. La visita cuesta cien pesos, la sesión mil. Tiene turnos dados hasta septiembre, lo que de entrada avisa que los desairados son más de la cuenta y que en el Chaco y adyacencias hay colas de ninguneados esperando por el protocolo sanador del Dr. Soler.

Luchar contra el mal de amores fue una perpetua quimera. Los románticos de todos los tiempos se han enfrentado a esa desdicha con más o menos compostura. Pero no había caso. Ni la farmacología ni la cirugía ni la religión ni la psicología le encontraban la vuelta a esa angustia. Por suerte ahora apareció esta panacea para tantos sufridos ex que se ponen a lloriquear al advertir que sus mimos y deseos no tienen donde anclar. Un verdadero milagro para más de un infeliz sin salida. Y se descubrió en Chaco, esa provincia que dio buenos cuenteros, como Landriscina, y que ahora pone a los desolados en las manos de un ex cirujano que colgó el bisturí porque no quería que nadie sangrara por desamor y que dice haber encontrado un método que extirpa, sin anestesia, penas por amor ausente.

El "tratamiento" varía de acuerdo al tamaño del metejón. "No existe una tarifa lineal. Se paga por sesión", describió. Se tiene tanta fe que si la cosa no funciona, devuelve el dinero. ¿A dónde apunta el método? ¿A que el amor ya no duela o a empezar a acumular bronca contra el ausente para aprender a aborrecer lo que tanto quisimos? ¿Cobrará por olvido? El doctor chaqueño no abunda en explicaciones, aunque asegura que el estudio no acaba "hasta que el paciente salga completamente feliz". Fantástico. No sólo asegura alivio; también que los que entran llorosos o decaídos se irán completamente felices. ¿Qué significará ser "feliz" en esas circunstancias? ¿Y qué, "completamente"?

El Dr. Roberto tiene 66 años, es jubilado y jura que no lo hace por plata, tampoco porque quiera olvidar a alguna chaqueña. Explica que su aspiración fue tributarle un canal aliviador a tanto vecino desconsolado. Y que una tarde descubrió que si el amor es una puntada que se siente en todo el cuerpo, entonces las agujas de la acupuntura podían llevar a un empate momentáneo. Los electrodos, el desahogo y el enseñar a odiar se encargarán de que aquello que tanto importaba pase a mejor vida y que el afligido de turno salga del consultorio pinchado y feliz, listo para empezar una nueva zozobra.

¿El amor duele, el desamor se pincha, la indiferencia se enchufa, el odio se practica? El Dr Aguirre Soler y el monte chaqueño guardan esos secretos.