Petróleo y gas, cada vez menos
La Argentina ha pasado a consumir más petróleo y gas de lo que produce, lo que ratifica los altibajos que sufren los combustibles según la política económica implementada.
Los altibajos en la producción de petróleo y gas en nuestro país están directamente relacionados con los recurrentes cambios de la política económica a lo largo del tiempo. Descubierto hace un siglo en el Sur, aunque conocida con anterioridad su existencia en Mendoza, se han alternado diversas políticas con resultados también cambiantes. En la primera mitad del siglo pasado primó un nacionalismo estatista, corporizado en YPF, donde fue más importante la simbología que la producción de petróleo.
Considerado, como lo es, un recurso estratégico, algunas veces pareció que era mas conveniente tenerlo bajo tierra que extraerlo, mientras tanto se importaba petróleo y carbón. El hecho cierto es que el monopolio estatal de YPF lejos estuvo de alcanzar los niveles de producción posibles y necesarios para el consumo interno.
Recién a partir de 1958, durante el Gobierno de Arturo Frondizi, se produce un giro total en la política petrolera, aceptando el aporte de inversiones extranjeras. En cuatro años se triplicó la producción y se alcanzó el autoabastecimiento.
Durante décadas el gas natural que fluía de los pozos petroleros se perdió en el aire, hasta que a finales de los ‘80 comenzó su explotación económica a gran escala. En la década siguiente, luego de importantes reformas institucionales en la forma de manejar la economía, Argentina se convirtió en un país no sólo con autoabastecimiento de petróleo, sino en exportador. En gas pasó a ser gran productor y exportador, principalmente a Chile; simultáneamente incrementaba extraordinariamente todas las formas de consumo interno, tanto en las industrias, los hogares, los automóviles, etc.
Algunos números son elocuentes. La producción de petróleo era (en cifras redondas) de 26 millones de metros cúbicos anuales en 1989, diez años después alcanzó el máximo de producción de 49 millones de metros cúbicos, hoy ronda los 35 millones de metros cúbicos.
En producción de gas se pasó de 23 mil millones de metros cúbicos en el primer año citado, a un máximo de 52 mil millones en 2004.
Desde entonces la producción fue disminuyendo y hoy ronda los 46 mil millones. Aparejada a la disminución de la producción, se han ido reduciendo las reservas disponibles en ambos combustibles.
A mediados del año pasado en esta misma columna decíamos que, tanto empresarios como especialistas, coincidían en que la disminución de la producción obedece a la falta de incentivos para invertir y la incertidumbre que impera en materia de políticas y decisiones del gobierno. Las inversiones en exploración y explotación de hidrocarburos son siempre de gran magnitud y riesgosas.
Por lo tanto las empresas necesitan alguna certidumbre sobre la reglas de juego porque, cuando no las hay, tampoco hay inversiones. En este orden de cosas una de las decisiones del gobierno mas negativas ha sido el manejo de las tarifas, en las cuales ha producido enormes distorsiones que afectan tanto la producción como el consumo de combustibles y energía eléctrica.
Desde diversos ámbitos especializados en estos temas se ha venido insistiendo en que con tales políticas ocurriría lo que esta ocurriendo, cada vez menos producción y comienzan a crecer las importaciones, en momentos que el precio del petróleo y del gas se encuentra en uno de los puntos más altos. En estos días la Presidenta de la Nación ha inaugurado una planta que transforma el gas licuado que se importa -mas caro aún que el gas natural que importa desde Bolivia- en gas natural que se inyecta a las redes de distribución.
También al ritmo de dudosas prórrogas de concesiones de explotación, incluidos empresarios muy cercanos al poder, se han hecho rimbombantes anuncios de descubrimientos de nuevos yacimientos. Pero la producción disminuye, esa es la única realidad.