Persistir en los controles y educar, son claves para una mayor seguridad vial
Luego de algunos datos alentadores que se habían divulgado en los últimos meses acerca de una disminución de los accidentes de tránsito en nuestro país y del número de víctimas por ese motivo, resultó ciertamente preocupante conocer que en este último feriado largo hubo una veintena de muertes...
Registrados en las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Río Negro, La Rioja, Santiago del Estero y Salta. A su vez, otras cuatro personas murieron por accidentes en nuestra región, en siniestros ocurridos en Bavio, Ensenada y Arana.
Lamentablemente, estos accidentes han incidido para que la estadística accidentológica detalle que, en lo que va del año en nuestro país, cada menos de tres días se produce un accidente con consecuencias trágicas, volviéndose así a índices alarmantes.
En realidad, el año pasado había sido el Instituto de Seguridad Vial el que había anunciado la disminución en todas las rutas argentinas de la cantidad de accidentes de tránsito, marcándose de ese modo una situación favorable que tuvo su correlato en los primeros meses de este verano, cuando estadísticas oficiales determinaron una ostensible disminución de la cantidad de muertos y heridos con respecto al año anterior. Lo cierto es que, con sólo recorrer cualquiera de las rutas turísticas, cualquier observador pudo comprobar un comportamiento más mesurado por parte de la mayoría de los conductores.
Se trata, por consiguiente, de que las autoridades persistan en la aplicación de aquellas medidas que hayan demostrado ser eficaces. Los expertos mencionaron al aumento de controles sobre comportamientos de los automovilistas (alcohol, velocidad, inadecuado uso de celular) como la razón que permitió estabilizar y disminuir las consecuencias fatales de los siniestros viales. Está claro que, también, las multas y otras sanciones aplicadas en los últimos tiempos vienen operando como disuasivas.
Pero sin perjuicio de la importancia que tiene el poder sancionador del Estado y, tal como se ha venido señalando en esta columna, está claro que sin programas intensivos de educación vial no mejorará en forma ostensible y acaso definitiva la seguridad en el tránsito.
Se sabe que los indudables esfuerzos realizados en los últimos años para resolver el problema del tránsito en nuestro país -traducidos fundamentalmente en la sanción de numerosas leyes y ordenanzas en las distintas jurisdicciones, buscándose, inclusive, unificaciones normativas en temas como la expedición de licencias de conducir o en el registro de reincidencias- se han reflejado en mejorías parciales, insuficientes para lograr el objetivo de una mayor seguridad vial.
Sería oportuno, entonces, que se instrumente de una vez por todas, en forma seria y extendida, a partir de las escuelas, la educación vial y la formación de una conciencia ciudadana. Temas que, lamentablemente, sólo salen a la palestra cuando se producen accidentes gravísimos que involucran un escalofriante número de muertes y que en consecuencia alcanzan enorme repercusión. Persistiendo en esa línea y sosteniendo una política racional de controles, despojada de afanes recaudatorios, se podrán alcanzar resultados valederos en materia de seguridad vial.