Peronismo Hollywood
* Por Jorge Fernández Díaz. Estoy sentado a una mesa de un restó bar de Palermo Hollywood. Queda a trescientos metros de mi casa, sobre la calle Carranza, y tengo un apetito voraz. Es por eso que he desechado ya la posibilidad de distraer el estómago con un trago, digamos una caipiros K, según menta el menú, y he decidido ir directamente a los emparedados, aunque vacilo ahora entre el "Tostado Herminio" (con miga o sin miga) y "El Capitalista", que trae carne de cerdo. De cerdo capitalista, para redondear.
Mientras recorro la lista de platos descubro de repente el postre: "Cobos Panqueque". Tomo nota mental y avanzo, famélico y dudoso, sobre las comidas principales. Me da un raro escozor pedir entraña con papas al plomo porque aquí el manjar se denomina "Dorrego", en nombre del prócer acribillado por los salvajes unitarios que había escrito aquella inolvidable y dolorosa línea final: "Dentro de unas horas seré fusilado y todavía no sé por qué razón". Probar esas papas al plomo, por lo tanto, no haría otra cosa más que indigestarme. Pienso, con ingenuidad y esperanza, que me contentaré con una simple ensalada. Pero de nuevo me tropiezo con un fusilado: la ensalada se llama "Rucci". Es una suerte que no se sirva con Traviatas.
Recordemos: un sector de la izquierda peronista armada le metió veintitrés balazos. El comercial de la época decía "Traviata, la galletita de los 23 agujeritos". Recordemos también que José Ignacio Rucci era el secretario general de la CGT y que su cadáver le fue dedicado a Perón para que no se desviara del glorioso camino al socialismo.
Al levantar la vista contemplo la iconografía justicialista en las paredes, y las caras del General y de Evita, y las consignas a favor de Néstor y Cristina, y pienso que todavía puede tratarse de un homenaje de mal gusto. Pero un homenaje al fin. Rucci y Dorrego, después de todo, son héroes de la "causa nacional y popular", y qué mejor que una entraña baleada y una ensalada verde para evocar y devorar a los héroes con mística pasión y para procesarlos en el organismo como si fueran un verdadero alimento espiritual. Lo que se dice una misa peronista.
Pero entonces me detengo en los entremeses. Y choco con otro muerto célebre: "Tabla de fiambres Pedro Eugenio". Por Aramburu, ¿vio? Por aquel militar que buscaba en secreto un acuerdo con Perón y que fue secuestrado por Montoneros, sometido a "juicio popular" en un sótano de Timote y asesinado de un tiro por Fernando Abal Medina. Orwell decía que "el lenguaje de la política está diseñado para hacer que las mentiras suenen veraces y el homicidio respetable".
Los nacidos y criados en Palermo somos gente resentida. Para qué negarlo. Nosotros no necesitábamos una estética pobrista porque residíamos en Palermo Pobre, en la frontera de la villa miseria Dorrego, alrededor de bodegones y cafetines infectos pero fraternales. En esas coordenadas convivíamos con los que menos tenían y con la naturalidad de quienes comparten casi las mismas necesidades: éramos la clase media bajísima de Juan B. Justo y más allá. No era necesario homenajear a los pobres y conocer sus costumbres mirando sentidos documentales del canal Encuentro o de Discovery Channel.
Luego el barrio dejó de ser todo eso para convertirse en una gran feria del diseño, las vanidades, la frivolidad, las modas y la estupidez. Vimos instalarse en esas viejas y queridas calles a snobs y cabezas huecas de toda índole, estudiantina posmoderna y tribus fashion que retozaban en santuarios de la huevada. Por ese camino nos cruzamos ahora en Palermo Hollywood con el peronismo vintage, ese paroxismo cool que los kirchneristas han puesto de moda. A este restaurante vienen Boudou, Tomada, Felletti, Coscia, Mariotto, Kunkel y los propagandistas de Canal 7. También los militantes de La Cámpora y el inefable director de Télam, Martín García. Me los imagino a todos alrededor de la "Tabla de fiambres Pedro Eugenio", mientras escuchan música pop y la voz ocasional del Pocho en algún discurso memorable.
Parece, en principio, un culto al peronismo. Pero no lo es: el peronismo supo digerir sus más dolorosos y tremendos errores, como por ejemplo la práctica del asesinato político. En cambio, los miembros de "la generación maravillosa" y sus jóvenes herederos, los neosetentistas, todavía se jactan por lo bajo de aquella aberrante épica revolucionaria. Lo hacen como un chiste de humor negro, pero también como un ritual de la mística en la que se cocina la "militancia que trata de cambiar el mundo". No hay autocrítica, sólo reivindicación.
Y es que, a pesar del altar de Evita, con velas blancas y flores, y de los rostros regordetes de Perón, lo que se festeja en este restaurante de Palermo Hollywood es la manipulación que operó la izquierda sobre el gran Movimiento Nacional y su continuación en el presente, donde Néstornauta y "Fuerza Cristina" vienen supuestamente a restaurar lo que el peronismo en verdad nunca fue ni será.
Se respira en Peronismo Hollywood un clima de dinero y de alegre impostura. Como el Che convertido en la remera de un pequeño burgués acomodado que se viste con onda cara y sensible, y que practica a la vez el alto consumo y el discurso libertario. Qué divertido y reconfortante debe ser militar en esta revolución imaginaria y pasar unas noches entre cumpas y necrofilia peronista declarándole la guerra al capitalismo. El capitalismo tiembla, la verdad.
Dejo el menú. No puedo comer muertos. Mejor pido una cerveza.